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Que venga Lomachenko

 

Me imagino que todo entrenador de un buen peleador cree que su protegido puede ganarle a todo el mundo, incluso si el rival es uno de esos boxeadores a los que la mayoría de los conocedores de boxeo consideran el mejor ‘libra por libra’, o al menos ‘onza por onza’.
Y mi imagino que si el entrenador es a la misma vez el padrastro del peleador, esa confianza se puede multiplicar infinitamente.
Pero la verdad es que cuando tuve hace unas semanas una conversación con Luis Espada durante una actividad promocional relacionada con la pelea titular de Pitufo Díaz en el club La Respuesta de Santurce, él me sonó de lo más convincente al hablar de cómo podría desarrollarse la posible pelea entre su hijastro, José ‘Sniper’ Pedraza, y Vasyl Lomachenko.

Espada, Bob Arum y Pedraza luego de la victoria sobre Beltrán.

 

No lo voy a citar directamente, porque se trató de una conversación informal, pero sؙí recuerdo con precisión sus argumentos: el ucraniano Lomachenko, en efecto, es considerado como tal vez el mejor peleador aficionado de todos los tiempos, habiendo amasado un récord imposible de 396-1, y amasado una lista casi interminable de logros, incluyendo medallas de oro como peso pluma en las Olimpiadas de Beijing en 2008 y como ligero en las de Londres en 2012.
Como profesional, con la única excepción de la derrota que sufrió en su segunda pelea contra el mexicano Orlando ‘Siri’ Salido, cuando, confiando tal vez demasiado en su grandeza aficionada su promotor, Top Rank, lo puso a disputar la corona mundial frente a un curtido peleador lleno de mañas profesionales para las que Lomachenko no estaba preparado en esos momentos, este ha sido igual de dominante: aunque apenas tiene un récord de 12-1 con 11 nocauts, ha ganado ya títulos en las 126, 130 y 135 libras, y entre sus galardones se encuentra el haber sido seleccionado en 2017 como el Boxeador del Año tanto por la Asociación de Escritores de Boxeo de América como la revista The Ring.

 

Pero si uno examina su récord, encuentra que sus rivales, pese a ser buenos gladiadores profesionales, en realidad han sido rivales hechos a la medida por su lentitud o por ser fajadores sin mucha finura boxística: los boricuas Rocky Martínez y Jason Sosa, el colombiano Miguel Marriaga, Nicholas Walters…
Las únicas excepciones han sido Gary Russell, Jr., el ahora campeón peso pluma de la FIB, a quien Lomachenko derrotó por decisión mayoritaria para ganar el vacante cetro pluma de la OMB en su tercera pelea, y el cubano Guillermo Rigondeaux, casi tan condecorado como él en el aficionismo con dos campeonatos olímpicos, pero quien en poco tiempo se dio cuenta de que había dado un salto mortal sin malla al saltar de las 122 a las 130 libras para enfrentársele en diciembre del año pasado.

 

Y la posición de Espada era que, en Pedraza, Lomachenko estará enfrentándose ahora a otro peleador de amplio bagaje aficionado: olímpico en 2008, oro en los Centroamericanos de 2010, plata en los Panamericanos de 2007, plata en los Campeonatos Mundiales de 2009 y bronce en la Copa Mundial de 2008.
Más aún, igual que el zurdo Lomachenko, quien sobresale por su velocidad, grandes recursos boxísticos y habilidad para abrumar a sus oponentes con una gran variedad de estilos, Pedraza tiene grandes dotes boxísticas, es rápido de manos, posee una gran defensa y es completamente ambidiestro hasta el grado de que a veces pelea más a la zurda que a la derecha.
Así lo hizo este sábado, de hecho, para dominar al mexicano Ray Beltrán para apuntarse una cómoda victoria por decisión unánime que culminó con una impresionante exhibición de poder en los asaltos finales y conquistar el cetro ligero de la OMB.

 

Con ese triunfo, en fin, Pedraza, quien antes había sido campeón junior ligero de la FIB, conquistó también el derecho de enfrentarse el primero de diciembre, en el Forum de Inglewood a Lomachenko, reconocido ahora como campeón ligero de la AMB, en un lucrativo combate unificatorio y una de las peleas más llamativas de lo que resta de año.
Para el boxeo puertorriqueño, en fin, se trata de una pelea que, deportivamente hablando -aunque no económicamente, claro- puede tener una importancia parecida a la que tuvieron en su momento las célebres confrontaciones de Trinidad con De la Hoya, o Cotto con Paquiao o Mayweather: un campeón puertorriqueño de reconocidos méritos enfrentándose a un rival al que muchos consideran el mejor de su época.

 

Y Espada cree que el Sniper tiene grandes probabilidades de salir airoso.
“Lomachenko va a estar peleando contra alguien que es tan rápido como él, que boxea, que se le va a estar cambiando a la zurda y que tiene más estatura y más alcance que él”, recuerdo que me dijo, más o menos.
En fin, para Lomachenko va a ser como si estuviera mirándose en un espejo, y, por primera vez en mucho tiempo, va a estar frente a un rival que no se va a dejar impresionar por sus movimientos fantasiosos sobre el ring y que, por el contrario, es capaz de hacerlo fallar… y bastante.
Y hacerlo pagar por ello.
Para colmo, aunque de seguro Lomachenko llegará a esa pelea como amplio favorito, lo hará después de una inactividad de siete meses que incluye una operación del hombro después de la pelea más dura de su carrera profesional al sufrir su primera caída antes de noquear en el décimo asalto al campeón venezolano Jorge Linares, quien, en efecto, pudo haberle dejado saber que es posible que ya no vaya a ser tan dominante en las 135 libras y que de ahora en adelante ya no va a ser tan invencible.
Y Pedraza podría demostrárselo contundentemente.

 

 

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, Ceuyoyi, en Facebook, Jorge L. Prez

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