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La leyenda desconocida de Norm Bass



La información que aparece en el dorso de esa tarjeta de béisbol de la edición Topps de 1962 de Norm Bass, un oscuro lanzador de los Atléticos de Kansas City, es la única que yo había tenido sobre él toda mi vida, releída docenas o hasta cientos de veces: él acababa de debutar y jugar su primera temporada en Grandes Ligas en 1961 con los Atléticos, habiendo subido al equipo grande después de haber jugado con un equipo de Clase B en 1960.
El lanzador derecho de 6-3 de estatura había nacido en enero de 1939 en Vallejo, California, por lo que apenas acababa de cumplir 22 años, pero Kansas City, un eterno equipo de segunda división en esos tiempos, lo puso en su rotación, y él tuvo un desempeño más que aceptable: un récord de 11-11 con 4.69 de efectividad, permitiendo 164 hits en 170.2 episodios.
Es decir, la tarjetita, una de las favoritas de mi colección en un hobby que me ha acompañado toda la vida, captó su carrera en los precisos momentos en que él parecía tener un futuro ilimitado.
No fue sino hasta ahora, con el acceso al internet, que pude enterarme del resto de su historia, que resulta ser una de las más impactantes que haya tenido un pelotero de Grandes Ligas.

 


Para empezar, Bass padeció de meningitis a la edad de 10 años y, como consecuencia de esto, quedó ciego —y parcialmente sordo— por tres meses antes de empezar a recuperarse, aunque nunca recobró la audición por completo.
Luego de su relativo éxito en 1961, su carrera de Grandes Ligas cayó en picada: en 1962 tuvo marca de 2-6 con 6.09 de efectividad en 75.1 entradas, y en 1963, de 0-0 con 11.74 en 7.2 entradas.
“Lo conocí, pero compartimos poco porque estuvimos poco tiempo juntos”, dijo recientemente el legendario exlanzador boricua José Rafael ‘Palillo’ Santiago, quien debutó con los Atléticos en 1963.
“Recuerdo de él que era muy buen atleta, y conversamos algunas veces”.
En particular, Palillo, quien tardó en quedarse con el equipo grande cuando tuvieron que operarlo de la apéndice a fines del spring training de 1962 y se rompió los tendones de un tobillo en un deslizamiento, a fines del spring training de 1963, recuerda que una vez Bass “me preguntó una vez en broma si yo no conocía a un buen médico brujo que me quitara ese maleficio de encima, porque ya en dos años seguidos yo había sufrido un percance cuando había hecho el equipo al final del spring training”.
Palillo, de paso, aunque llegó a saborear el estrellato y abrió dos juegos para los Medias Rojas de Boston en la Serie Mundial de 1967, sufrió en 1968 una lesión del brazo de la que en realidad nunca pudo recuperarse por completo.

 


Por su parte, afectado por su propio maleficio, Bass vio desvanecerse un futuro prometedor en el béisbol rápidamente, y su momento culminante sería uno negativo: Roger Maris le conectó en 1961 su jonrón 27, en ruta hacia su marca de 61.
“Yo anhelaba llegar al Salón de la Fama algún día, pero no de esa manera”, bromearía Bass años después.
En 1964, Bass vio que el brazo se le empezaba a trancar cuando hacía un lanzamiento y que con las piernas también le pasaba lo mismo cuando corría. Fue examinado por los médicos y estos determinaron que sufría de artritis reumatoide, un padecimiento degenerativo que ya le limitaba en un 60% y que seguiría empeorando.
Aun así, luego de descartar el béisbol a la edad de 25 años, su espíritu competitivo se mantenía al rojo vivo y, siete años después de haber jugado su último partido de football en la universidad, donde también sobresalió en pista y campo y en baloncesto además de en béisbol, fue a un tryout y terminó siendo reclutado en 1964 por los Broncos de Denver de la AFL, la nueva liga profesional que después se fusionaría con la NFL, y jugó en dos partidos con el equipo en esa temporada.
Su hermano Dick, entretanto, fue la primera selección del draft de la NFL en 1959 y se convirtió en una estrella de 1960 a 1969 como running back con los Rams de Los Angeles.


Pero luego de haberse unido al reducido grupo de atletas que han jugado football profesional y béisbol de Grandes Ligas en sus carreras, que no llegan a más de 80, Norm Bass increíblemente halló otra carrera en el deporte profesional.
Eso ocurrió después que, a los 60 años de edad, se retiró pensionado por discapacidad luego de haber trabajado 30 años con la empresa aeronáutica McDonnell Douglas.
Entonces se dedicó de lleno al tenis de mesa, un deporte que empezó a practicar cumplidos los 50 años de edad, interesándose en él cuando estaba enseñándole béisbol a un grupo de niños en un centro comunitario.
“Vi que un hombre mayor estaba dándole una paliza a unos muchachitos jugando tenis de mesa y, para que no siguiera abusando, lo reté a que jugara conmigo”, dijo.
Bass, que para entonces apenas sabía cómo empuñar una raqueta, terminó convirtiéndose en uno de los 10 mejores jugadores del país en la categoría de los más de 60 años, luego a estar clasificado séptimo en el mundo, y más tarde pasó a competir internacionalmente en ese deporte como paralímpico y terminó siendo exaltado en 2008 al Salón de la Fama del tenis de mesa.

 


¿Su secreto? “Los oponentes me veían tan grande y fuerte que creían que iba a golpear la bola con mucha potencia, pero yo no podía hacer eso. Así, yo apelaba a trucos y toques suaves”.
Ese deporte, de hecho, le ayudó a enderezar su vida: “Durante muchos años estuve muy amargado”, dijo en una entrevista. “Sé que fue muy difícil vivir conmigo durante ese tiempo”.
En 2005, su hijo, Norman Delaney Bass III, escribió su biografía, “Color Him Father: an American Journey of Hope And Redemption (Color de padre: un viaje americano de esperanza y redención”.
Y en 2020, todo estaba en marcha para que se filmara una película sobre su vida, con el actor Terrence Howard en el papel principal, cuando el proyecto se detuvo debido a la pandemia.
“Por eso es que no me puedo morir por el covid-19”, dijo entonces riendo Norm, quien tiene ahora 83 años y vive en Iglewood, California. “No puedo irme hasta que no se haga esa película”.

 


Pero entonces, más serio, agregó: “Es una película importante porque no es solo sobre el deporte, sino sobre superar las adversidades y lograr algo. Muchas personas con discapacidades se han dado por vencido. Y muchas personas sin discapacidades… también”.
“Obviamente yo había perdido el contacto con él, aunque supe que habían sacado un libro”, comentó Palillo. “Pero me alegra mucho enterarme de esta historia tan bonita, de triunfar a pesar de todas las adversidades”.




El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, Ceuyoyi, En Facebook, Jorge L. Prez

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