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El triunfo de un excubano

 

Para bien o para mal, tal parece que los cubanos siempre se las arreglan para llamar la atención en las grandes competencias deportivas.
Estas Olimpiadas de Río no han sido la excepción: una de las noticias más impresionantes ha sido la del hecho de que, aparte de la buena actuación que han tenido los atletas cubanos a nombre de su país -como suelen hacerlo-, en esta ocasión hubo nada menos que 17 cubanos que compitieron por otros países.
O excubanos, como al parecer dirían algunos: al menos así es como describiֶó a Orlando Ortega, el corredor cubano que en los 110 metros con vallas obtuvo la medalla de plata para España en estos Juegos, el periodista cubano Randy Alonso en su programa de la televisión cubana La Mesa Redonda.
Ortega, de paso, al parecer se transformó en excubano al desertar en 2013 en los Campeonatos Mundiales de Atletismo que se celebraban… nada menos que en Moscú.

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Sotomayor (derecha) al ataque.
Pero el caso más curioso, me parece a mí, lo es el del boxeador Lorenzo Sotomayor Collazo, de 31 años, quien terminó ganando la medalla de plata a nombre de Azerbaiyán.
Pariente del legendario saltador Javier Sotomayor, quien es primo de su padre, el habanero por años fue uno de los mejores junior welter (141 libras) de Cuba, aunque siempre, según parecía, quedaba eliminado en las finales por Yasnier Toledo, quien ganaría para Cuba la medalla de bronce en los Juegos de 2012 en Londres.
Así, ya fuera por esta incapacidad para pasar a formar parte del equipo cubano y gozar de los beneficios que eso conlleva o por alguna otra razón, lo cierto es que Sotomayor, también formado en la ilustre escuela de boxeo cubana, comenzó a desencantarse con su deporte.
Y, según diría después, con su vida en general.
“En Cuba no tenía tiempo para entrenar”, dijo en una entrevista. “Cada día salía a la calle a vender cosas, zapatos, vestidos, de todo. Había que vivir”.
“Si todavía estuviera en Cuba no habría venido a los Juegos Olímpicos. Estaría en las calles luchando para ganarme la vida y alimentar a mis dos pequeños hijos”, agregó.

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 Saluda al público.
Bueno, la realidad es que el boxeador, quien se vanagloria de parecerse en su boxeo al legendario Muhammad Ali, halló una forma bastante novedosa de desertar, si es que pudiera decirse así: hace poco más de tres años, el hombre, quien al parecer también tiene dotes de bailarín, conoció en Cuba a una joven rusa. Se enamoraron, se casaron… y terminaron yéndose a Azerbaiyán, la antigua república soviética localizada entre Asia Occidental y Europa Oriental, donde ella vivía.
En ese país, poco después, Sotomayor se unió a un club de boxeo. En algún torneo lo vio Pedro Roque, el entrenador cubano que, por una de esas casualidades de la vida, acababa de ser nombrado entrenador del equipo nacional de Azerbaiyán.
De acuerdo a un escrito de The Asssociated Press, Roque lo reconoció, le dijo, “muchacho, ¿qué tú haces por aquí?”, y lo invitó a entrenar con él.
Roque, de paso, no es cualquier cosa: por años estuvo a cargo de la poderosa escuadra cubana, primero a nivel juvenil y luego a nivel adulto, e incluso recibió en una ocasión el premio de entrenador de la Década, de parte de la AIBA (la Asociación Internacional de Boxeo Aficionado).

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Sotomayor con Pedro Roque (izq.) y Lázaro Jiménez.
En 2009, sin embargo, la federación cubana lo saco de la selección, al parecer en represalia por el hecho inusitado de que la selección cubana no había obtenido medallas de oro en las Olimpiadas de Beijing el año anterior, y en el 2010 se fue a vivir a Miami.
Poco después fue reclutado por la federación de Estados Unidos, la cual creó para él la posición de Entrenador e Instructor Internacional, encomendándole que asesorara y trabajara con ‘coaches’ de todos los Estados Unidos, ayudándolos a adaptarse a las nuevas reglas y estilos internacionales.
De hecho, su vinculación con el boxeo norteamericano se produjo tan pronto después de que saliera de Cuba, que no faltó quien comentara que no había sido casualidad y que Roque tomó la decisión de irse de su país a sabiendas de que tenía un puesto asegurado, aparte de que sentía que había tratado injustamente por la federación cubana.
En esa función lo conocí cuando trajo aquí, en 2014, a una pequeña selección de Estados Unidos -incluyendo a Clarissa Shields, oro en Londres y ahora oro en Río- al torneo internacional Cheo Aponte, de Caguas.
Recuerdo que entonces me dijo que estaba trabajando en el famoso centro de entrenamiento del boxeo norteamericano en Colorado Springs y que cuando me atreví a preguntarle si en efecto su decisión de irse de Cuba se había debido a que ya tenía una oferta de Estados Unidos, me respondió con una pícara y silenciosa sonrisa cubana.
Poco después, al parecer, la AIBA le encomendó que se hiciera cargo del boxeo de Azerbaiyán como parte del ciclo olímpico que terminaba en estas olimpiadas.

 
Para resumir: Sotomayor, de 6’1” de estatura, no solo se hizo ciudadano de Azerbaiyán y se convirtió en campeón de ese país, ganándose incluso el honor de que se le conociera como “el Muhammad Ali de Azerbaiyán”, sino que conquistó el campeonato europeo y luego fue reclutado por Roque para el equipo olímpico de 10 peleadores que llevó a entrenar en las alturas de Ciudad de México.
Y en Río, para tener un final feliz, terminó enfrentándose a su némesis, Yasnier Toledo, en la pelea por la medalla de bronce, donde cumplió su promesa de pelear “a lo Muhammad Ali”.
He aquí un escrito sobre la pelea, de la página CiberCuba.com:
“Fue muy rápido Sotomayor con sus manos, y se mantuvo en constante movimiento girando de derecha a izquierda, mientras arrojaba sus rectos que en la mayoría de las ocasiones encontraba la guardia de Toledo desordenada”.
Y el pobre Yasnier comentaría, según LaInformacion.com: “Yo le había vencido tres veces antes y hoy no pude encontrarle. El estuvo mejor hoy, son cosas que pasan”.
Entretanto, Sotomayor, quien durante todas las Olimpiadas se había abstenido de hablar con la prensa, finalmente rompió su silencio.
“Vivo afuera por circunstancias de la vida”, dijo, según The Associated Press. “Todo mi éxito se lo debo a Cuba. Allí lo aprendí todo y la amo con todo mi corazón”.
Curioso: no habla como un excubano.

 
El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, 6418luis En Facebook, Jorge L. Prez

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