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El largo ascenso de Roberto Ortiz

De tal padre, tal astilla, aunque, en este caso, se trata de la madera de un bate de béisbol.
Roberto Ortiz, padre, aspiraba a convertirse en pelotero en sus años juveniles, hasta que un día en el que le estaba lanzando al futuro big leaguer Henry Cotto, este le conectó un jonrón tan kilométrico que se llevó enredadas sus aspiraciones juveniles.
Ortiz, quien luego dirigió el equipo infantil en el que militaba su hijo, Roberto Carlos Ortiz, en Villa Blanca (Caguas), decidió entonces inscribirse en un seminario de arbitraje, lo aprobó, y terminó convirtiéndose en árbitro de béisbol.
Muchos años después, el destino quiso que su hijo siguiera ese mismo rumbo.
“Yo jugué en todas las categorías de Caguas —Villa Blanca, Villa Nueva— e incluso estuve en un equipo en el que el papá de Paquito Lindor era el dirigente y Paquito era el mascotita”, dijo Roberto, Jr., recordando al ahora estelar jugador de Grandes Ligas.
“De hecho nuestro equipo de Villa Blanca en los 13-14 años quedó campeón de Puerto Rico y fuimos a jugar en Pensilvania”.


Su ambición era también convertirse en pelotero, y, en efecto, gracias a eso consiguió una beca deportiva en el recinto de Cayey de la Universidad de Puerto Rico, donde alcanzó un bachillerato en educación física.
“Pero como ya sabía que no iba a jugar profesional, acepté una oferta para jugar en la Doble A, y estuve un año jugando en segunda base y el campo corto con Orocovis, y creo que lo hice bien”, dijo.
En esa temporada, sin embargo, Roberto sufrió una seria lesión de la muñeca izquierda, que hacía peligrar su carrera en el béisbol.
“Un día, mi padre, que ya era árbitro, me dijo que iban a dar un curso de arbitraje en el Solá Morales y yo fui, aunque lo hice con las muelas de atrás, porque en realidad todavía lo único que me interesaba era tratar de recuperarme de la lesión y seguir jugando béisbol”, dijo.
“Yo se lo sugerí porque lo vi como una alternativa para que se quedara cerca del béisbol, que tanto le gustaba, aunque no fuera jugando”, dijo su padre.
La vida da vueltas: el viernes 18 de febrero, en una actividad especial celebrada en el Solá Morales, Roberto, acompañado por su padre, fue objeto de un reconocimiento por parte el alcalde de Caguas, William Miranda Torres, por haber sido nombrado recientemente como el primer puertorriqueño en convertirse en árbitro permanente de Grandes Ligas.

 


En la actividad se recordó que el seminario de arbitraje al que había asistido por primera vez Roberto, lo había auspiciado el entonces alcalde William Miranda Marín, padre de Miranda Torres, y que uno de sus instructores lo fue el árbitro Rafael ‘Guare’ Guzmán, quien entonces era uno de los compañeros de Roberto, padre, y actualmente es el vicepresidente del Colegio de Arbitros, con más de 40 años de experiencia.
Guare también estuvo en la actividad, junto a su hermano y también árbitro, José.
Al graduarse de aquel seminario, Roberto entró al Colegio de Arbitros, para trabajar en todas las categorías.
“Mi primer juego fue en Clase A, pero después trabajé en todas desde las pequeñas ligas hasta la liga profesional en 2011-12”, recordó Roberto, quien al mismo tiempo, estuvo cinco años trabajando como maestro de educación física en una escuela.
Eventualmente, se concertó la celebración en Puerto Rico de un curso de arbitraje dirigido por Jim Evans, el exárbitro de Grandes Ligas que dirigía la academia de arbitraje que era la que reclutaba árbitros para el beisbol profesional.

 


A Evans, Roberto le impresionó como árbitro de gran futuro y le concedió una beca completa para asistir a su academia, recibiendo también la ayuda económica del representante Conny Varela, quien asistió a la actividad de este viernes junto al también representante Jesús Santa, quienes le entregaron una proclama de la Cámara de Representantes felicitándolo por su logro.
“Algo bueno debía tener el barrilito de tocino”, dijo Varela, mencionando a la desaparecida ayuda legislativa.
Roberto se topó entonces con la barrera de que su inglés no era el mejor, pero, empeñado en aprovechar la oportunidad, reclutó la ayuda de una de las maestras de inglés de la escuela en que trabajaba para ponerse al día.
Nunca lo ha lamentado.
“Ahí la visión por el arbitraje me cambió cuando llegué a esa academia, donde vi todo el profesionalismo que había”, dijo.
Luego de graduarse, comenzó en 2007 su larga peregrinación por las ligas menores, desde Rookie hasta Triple A.
En 2015, finalmente, estando en Triple A, recibió la notificación de que se le estaba considerando para arbitrar algunos juegos de los entrenamientos primaverales de la liga grande, y que el primer paso sería arbitrar en la Fall League (liga de otoño), el torneo en el que participan los principales prospectos de los equipos de las Mayores.

 


“Eso siempre es así: el Fall League es la última evaluación antes de ir a spring training”, dijo.
Y obviamente, Roberto pasó todas las evaluaciones habidas y por haber, porque, el 14 de mayo de 2016, en el estadio de los Nacionales de Washington, Roberto tuvo su debut en Grandes Ligas en un juego contra los Marlins.
Pero eso todavía no significaba que había llegado: desde el 2016 hasta el 2021, Roberto fue incluido entre el pequeño grupo de árbitros de liga menor que estaban como reservas de los de Grandes Ligas, dado que estos a veces tenían que ausentarse por enfermedad o por vacaciones.
Anualmente sus asignaciones fueron en aumento, hasta en efecto pasar casi la totalidad de la temporada de 2021 en las Mayores, totalizando sobre 400 juegos de Grandes Ligas en su carrera.
Pero el ascenso a un puesto permanente en las Mayores no es automático: los árbitros son nombrados prácticamente a puestos vitalicios, y hay que esperar que haya vacantes para nombrar a un árbitro nuevo.

 


Después de la temporada de 2021, sin embargo, se retiraron Joe West, Gerry Davis, Kerwin Danley, Brian Gorman y Fieldin Culbreth, y Roberto —quien mantuvo el numero 40 en el uniforme que le habían asignado desde 2016— estuvo entre los cinco nombrados, junto a Ben May, Ryan Additon, Sean Barber y John Libka.
Entretanto, Roberto se prepara ahora para el comienzo de una temporada de Grandes Ligas que no se sabe cuándo va a empezar.
“Yo tengo mi residencia en Florida, pero vengo a Puerto Rico a quedarme con los viejos”, dijo. “Y ahora mismo estoy en entrenamiento, no solo con mi entrenador personal, sino practicando en especial con la zona de strike: con la ayuda de un receptor y una máquina de vídeos, veo los lanzamientos y luego compruebo cuán lejos o cuán cerca estoy de la realidad”.
“Para uno, en una época en que hay que enfrentar tantos retos, logros como los de Roberto lo llenan a uno de esperanza”, dijo el alcalde Miranda Torres antes de iniciar un recorrido por el remozado Solá Morales junto a los Guare, y Roberto, padre.
“Tu ciudad, Roberto, te agradece profundamente que seas el primer puertorriqueño y el primer cagüeño en ser un árbitro permanente de Grandes Ligas”.

 



El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, Ceuyoyi, En Facebook, Jorge L. Prez

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