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El experimento de Amanda

 

Temprano en la madrugada del sábado, mientras veía por televisión el debut de Amanda Serrano en la MMA acompañado por la histeria de los narradores de Univisión -imagínense a tres narradores mexicanos gritando ‘¡Goool’ sin parar durante más de 10 minutos-, mi mente comenzó a divagar.
Luego de enfocarme por unos segundos en una imagen en la que aparecía Dayanara bailando ‘Despacito’ a cámara lenta, mi mente se desplazó de pronto hacia el recuerdo de la notoria pelea celebrada en Japón en 1976 en la que Muhammad Ali se enfrentó con el luchador japonés Antonio Inoki, quien también fue uno de los pioneros de la MMA y combatía a menudo con exponentes de otras modalidades.
En esa pelea, que se promocionó por todo lo alto y se vendió por circuito cerrado, de forma parecida a como se haría después con la pelea de Mayweather y Conor McGregor, enfrentando a exponentes de dos disciplinas distintas sobre un cuadrilátero, se implementaron reglas modificadas: solo se permitían puños y patadas, por ejemplo, pero no empujar ni arrojar al contrario al enlonado.

Y resultó un fiasco total: para evitar ser golpeado por Ali, quien apenas le conectaría seis golpes limpios en los 15 rounds que duró la pelea, Inoki se pasó la mayor parte del tiempo recostado de espaldas sobre la lona, desde donde lanzaba patadas para alejar a su rival.
Cuando las conectaba era a los planos bajos de Ali, quien, naturalmente, se quejaba de golpes bajos, y el árbitro incluso llegó a penalizar a Inoki quitándole un punto en el decimotercer asalto.
El resultado final fue un empate que no pasaría a ser recordado como uno de los eventos más maravillosos del deporte moderno.
¿Qué impulsó a Ali, uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos, a hacer el ridículo de esa manera?
La misma pregunta pudimos habérnosla hecho en relación con la decisión tomada en 1994 por Michael Jordan, en la plenitud de su fabulosa carrera baloncelística, de dejar el baloncesto, un deporte donde era el dios absoluto, y dedicarle un año entero al béisbol profesional, donde apenas promedió .202 en Doble A con la organización de los Medias Blancas de Chicago.

 

Y es la que podemos hacernos ahora que Amanda, reconocida como una de las mejores boxeadoras profesionales del planeta con marca de 34-1-1 y 26 nocauts además de ser la única fémina en ganar campeonatos mundiales en cinco divisiones distintas, decidió incursionar en la MMA.
Y el primer fruto de esa decisión se dio el viernes por la noche terminando el sábado en la madugada, cuando Amanda, peleando en las 125 libras en Los Angeles con la californiana Corina Herrera, tuvo una batalla de vida o muerte con una peleadora reclutada como sustituta de último momento que apenas tenía marca de 3-4 en la MMA, y estuvo a punto de sucumbir por nocaut (o sumisión, como le dicen ellos) antes de finalizar con un dudoso empate luego de tres asaltos.
Claro, al contrario de Ali o Jordan, o mucho menos que Mayweather, Amanda no ha ganado millones, y es casi seguro que para ella la incursión a otro deporte no sea un ‘hobby’ o un capricho temporal, sino un experimento genuino para ver si consigue abrirse paso en un deporte que, al menos para algunas mujeres, produce bolsas mucho mayores que las que se producen ahora en el boxeo femenino.

 

La niña bonita de su deporte, Ronda Rousey, por ejemplo, ya estaba recibiendo una bolsa de $3 millones y estelarizando una cartelera de ‘pay-per-view’ en 2016 para su pelea con Amanda Núñez, y esto fue incluso después de su derrota ante la exboxeadora Holly Holm en 2015.
De paso, Núñez la noqueó en menos de un asalto.
Pero en su pelea con Herrera, una peleadora mediocre que posiblemente fuera escogida, con toda razón, para que no le diera muchos problemas en su debut en la MMA, luego de posiblemente haber ganado los primeros dos asaltos, Amanda (Serrano) estuvo al borde del precipicio en el tercero.
En ese último episodio, su rival al fin logró pillarla de espaldas contra la lona y estuvo el episodio entero dominándola y golpeándole la cara y el cuerpo a mansalva hasta el extremo de que existió el peligro de que el árbitro detuviera la pelea.

 

A duras penas se fue a decisión, sin embargo, y Amanda, quien al tratar de pararse perdió el balance y, mareada, se fue de bruces contra una de las paredes de la ‘jaula’, escuchó, sangrante y con el rostro desfigurado, cómo anunciaban que el resultado había sido un empate.
Entonces el público abucheó mientras que los narradores de Univisión opinaron que Herrera mereció la victoria.
“Empecé bien en los primeros dos asaltos, pero fuimos con una experimentada oponente que pelea desde hace más de una década en la jaula y usó bien su experiencia en el último asalto, pero de estos momentos se aprende”, dijo Serrano en un comunicado de prensa después de la pelea, dando a entender que su experimento en la MMA no ha terminado.
Pero entonces agregó: “Ahora nos dirigimos al boxeo a buscar el título mundial de las 140 libras de la OMB para ser campeona mundial en seis divisiones de peso”.

 

Claro, también dijo: “Y luego volvemos a la jaula porque la bandera de Puerto Rico brillará en el ring y en la jaula”.
Lo único que justificaría esto, me imagino, es que las bolsas que le ofrezcan por pelear tres rounds de MMA sean mucho mayores que las que regularmente recibe por disputar títulos mundiales en el boxeo profesional.

 

 

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad y de la novela El último kamikaze, ganadora del certamen del Instituto de Cultura Puertorriqueña en 2016.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, Ceuyoyi, En Facebook, Jorge L. Prez

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