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No es momento para la violencia…

No es momento para la violencia. Al menos no hoy, no mañana, no el mes que viene. Después -el año próximo, por ejemplo-, quizá, no sé, pero espero que no, porque realmente nunca debería de ser. Pienso en esto mientras veo por televisión las imágenes de los choques entre quienes se oponen a la instauración de la Junta de Control Fiscal y miembros de la Policía frente al hotel Condado Plaza, donde habría de llevarse a cabo un seminario sobre ese proceso organizado por la Cámara de Comercio de Puerto Rico.

Esta mañana -mientras corría como suelo hacer al amanecer- me crucé con algunos de ellos, -con policías y manifestantes- cuando todavía todo parecía estar en calma y vi sus rostros de cerca, sus miradas cautelosas, aprensivas, como prólogo a lo que comenzaría a suceder poco después: las consignas, los insultos, las provocaciones, las respuestas, los empujones, el “pepper spray”, los golpes, la ira, el odio.

Comprendo las razones -que no es lo mismo que apruebe sus métodos- de quienes se oponen a la JCF, entidad que -en condiciones normales- es algo imposible como ente rector de las finanzas de un país libre y soberano. Estoy totalmente de acuerdo con quienes piensan y sienten que una junta de esta naturaleza sería algo indigno para cualquier país independiente, para cualquier nación que se mande a sí misma, para cualquier pueblo autónomo.

El problema es -y vamos por partes- que no somos un país independiente, que no somos una nación en la que nos mandemos a nosotros mismos, que no somos un pueblo autónomo. Y esta no es mi opinión. Es un hecho.

¿Indigna la Junta para Puerto Rico, que no es ni independiente, ni soberano, ni autónomo? Sí, desde luego que es indigna, pero mucho más indignas son las razones que nos han traído hasta este escenario, algunas de ellas sin duda ajenas a nosotros, como la usura y la voracidad de quienes nos siguieron prestando mucho más allá de nuestras posibilidades de pago.

De la misma manera, muchas de esas razones son de nuestra entera responsabilidad, a través de años y años de administraciones y gobiernos con el gen de la corrupción enquistado en el ADN de quienes han convertido la política en mafias de buscones de todos los niveles y en las que el caso de Anaudi y el Partido Popular es solo la muestra más reciente de una saga tan podrida como la que tiene su historia en el Partido Nuevo Progresista.

¿Indigna la Junta para esta ‘Isla del Encanto’? Claro que es indigna -repito-, desde luego que es vergonzosa -reitero-, de la misma manera que lo ideal hubiese sido -reafirmo- que las circunstancias que la han convocado -en especial los apetitos voraces de los bonistas de allá y de los corruptos de acá- nunca hubiesen existido.

No, no me gusta la Junta. En condiciones normales me gustaría infinitamente menos. Pero pienso también que algo había que hacer con tanto pedir prestado para financiar en -gran medida- tanto despilfarro autóctono, tanta corrupción “netamente puertorriqueña”.

Reconozco y respeto y defiendo el derecho de cada cual a disentir y a manifestarse libremente en la medida que esa libertad no atente contra las libertades y derechos fundamentales de los demás. Que esas expresiones puedan ser realmente -y digo realmente- efectivas es algo que cae ya en el terreno de lo especulativo y subjetivo.

¿Por qué dije al principio que no es momento para la violencia? Porque -a menos que se trate de una verdadera revolución y no es el caso- lo único que se conseguirá con ella será desestabilizar aun más nuestro ya frágil equilibrio y torpedearía los esfuerzos que siguen generando actividad económica en la Isla, como fuente de empleos para miles de familias.

Nunca he sido muy optimista pero -en las circunstancias actuales-, pienso que la única alternativa viable a la violencia que algunos proponen, es la de seguir trabajando -los que trabajamos- la de seguir estudiando -los que estudian- la de seguir haciendo todos lo que mejor sabemos hacer… y esperar un poco más, confiando en que la Junta de Control Fiscal tenga conciencia de que, si nos asfixia, menos posibilidades tendrán los bonistas de cobrar lo que se les adeuda, de que a quienes debe de poner en el paredón es a los que nos han saqueado desde la política, desde las posiciones de poder de corporaciones como la Autoridad de Energía Eléctrica y la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados, y de que -bajo ningún concepto- el proyecto será apacible si se articula de manera indigna para todos lo que en esta Isla vivimos.

Eso, solo dos alternativas: esperar un poco más o una revolución verdadera como la que nunca en nuestra historia hemos tenido, con todo -absolutamente todo- lo que eso implica.

Y -reitero- no, no es momento para la violencia. No ahora… estamos sentados en un polvorín y jugando con fósforos.

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