Contar, abrazar…
CONTAR LAS bendiciones propias cuando tantos han perdido tanto puede parecer quizás insensible, quizá falto de tacto, quizás egoísta. Hacerlo, sin embargo, es una reacción instintiva, un rasgo muy propio de la naturaleza humana que debería afinar el sentimiento, apuntalar la empatía y abonar la solidaridad.
A seis días de que “María” nos embistiera con la misma patética indiferencia con la que el ser humano trata la Naturaleza, aún nos hermanan el aturdimiento, el desconcierto y la desesperanza con los que enfrentamos -más que las horas infernalmente eternas del paso del huracán- la incertidumbre y el desconsuelo inmensos que comenzaron a hacerse brutalmente reales a medida que el cielo se despejaba y constatábamos la magnitud de la destrucción material y emocional con la que el ciclón le cambió el rostro a Puerto Rico.
Esa vieja noción de que la realidad suele superar la ficción se ha convertido para nuestro pueblo en una verdad irrefutable y descarnada, demostrando de manera inequívoca lo obvio: que la vida no es una película y que su cauce sigue un libreto en el que los seres humanos somos personajes cuya voluntad ningún control tiene frente a las fuerzas de esa Naturaleza asombrosa que lo mismo crea que destruye.
A casi una semana del inicio de esta pesadilla en la que súbitamente nos hermanaron -decía- el aturdimiento, el desconcierto y la desesperanza, y a los que pronto se unieron la sensibilidad, la empatía y la solidaridad, es incuestionable también lo que señalé en este mismo espacio hace justamente hace una semana, en la víspera de “María”: que si bien es cierto que la nuestra es una sociedad con gente maravillosa, también esta infectada en su médula por seres que harían morir de envidia a Lucifer si éste existiera.
Ésta es nuestra realidad.
Contar las bendiciones propias cuando tantos han perdido tanto… abrazar tanta desventura de tantos cuando uno apenas ha perdido la calma, un día a la vez. De esto se trata… por ahora.
(marioalegreb@gmail.com)