Los que hemos organizado fiestas conocemos que es un proceso sumamente estrésico. Antes de que lleguen los invitados, hay que levantarse temprano para organizar mesas y sillas, cocinar y dejar la casa como nunca antes la hemos visto. Después de que los invitados disfrutan, comen, beben y se van, hay que recoger y limpiar nuevamente.

Si eso suena como mucho trabajo, la parte más intensa es el durante. Requiere cierto grado de actuación mantener un rostro de jovialidad mientras hay que estar atentos a que las personas no pasen a los cuartos, a que la mascota no se escape, a que el baño no se inunde, a limpiar cuando se derrama un refresco, entre otros desastres rutinarios del festejo.

Así está la administración Rosselló. Continúa con su máscara de alegría por el triunfo de la estadidad mientras la fiesta real está en llamas.

Habrá menos fondos para proteger a los consumidores. Hacienda retrasará los reintegros y los pagos a suplidores. El 84% de los niños vive bajo niveles altos de pobreza en el país, según el último informe del KIDS COUNT Data Book del 2017. Quieren privatizar las escuelas públicas. Le recortarán entre 11% y 13% a DACO y la Oficina del Procurador del Envejeciente, respectivamente. La secretaria de Justicia anunció que con el recorte será incapaz de cumplir con sus funciones. La consideración de la reducción a la jornada laboral continúa latente. Etcétera, etcétera, etcétera.

Así como cuando uno se despide del último invitado de la fiesta y cuando nos volteamos vemos el estado desastroso en el que la casa quedó, sucederá con la administración Rosselló y el PNP cuando terminen la euforia momentánea post-plebiscito. Pero hay una diferencia, limpiar el desastre no tomará una noche.