El elector puertorriqueño
Los resultados de las elecciones generales de Puerto Rico fueron, desde mi perspectiva, históricas. El elector rompió con todas las expectativas y le propinó un golpe de conciencia a quienes infamemente se atreven a llamarlo bruto o fanático … o las dos.
En primer lugar, debemos observar los resultados de la candidatura a la gobernación. Ricardo Rosselló, gobernador electo, recibió cerca del 40% de los votos, lo que significa que, aproximadamente 60% del electorado rechaza su candidatura. Esto podría significar que más de la mitad del electorado no propinó un voto de castigo a la actual administración, sino de obediencia a la conciencia, al menos en la rama ejecutiva.
Los candidatos independientes, Alexandra Lúgaro y Manuel Cidre, por su parte, se combinaron para 264,111 votos, lo que representa un significativo 16.85%. Casi una quinta parte de la población se atrevió a salir de sus líneas tradicionales de votación y ejercieron su derecho por quien creyeron era el mejor candidato.
Si analizamos, por otro lado, los resultados del Senado, se puede percibir el ejercicio del voto por candidatura, que, de hecho, conformó el 26% del sufragio total. La entrada de Vargas Vidot (IND), como el candidato con mayor cantidad de votos obtenidos y de Juan Dalmau (PIP) en el tercer lugar, son demostraciones claras de un voto pensante, fuera del fanatismo político.
De igual manera es una representación de esta ausencia de obsesión ideológica que Denis Márquez, candidato a la Cámara de Representantes del Partido Independentista Puertorriqueño, consiguió el cuarto lugar, con 120,393 votos.
Lo que representa un problema, entonces, no es el votante. El desenlace electoral dejó claro que la mayoría del electorado puertorriqueño sí hace un análisis al momento de marcar con una X en el recuadro designado en la papeleta. Es el sistema el que necesita una reforma, pues no me parece, para nada, democrático que la voluntad de 654,371 personas vaya por encima de la de 912,858. Esa matemática no es democrática.