Después del tinte rubio
La islita que casi no se ve en los mapas, con tan solo 3.3 millones de habitantes estará presente en conversaciones alrededor del mundo. Ese pequeño terruño cuyo mayor activo es su gente, hizo vibrar nuevamente al planeta con su grito de guerra y su plena.
El torneo de pelota por el que hoy nos unimos a celebrar con refrigerios, risas y música, trascendió la simple representación deportiva. Las tétricas conversaciones sobre la crisis se sustituyeron por las esperanzadoras ganas de que Puerto Rico hiciera historia. La bandera de Puerto Rico ondeó desde La Fortaleza hasta el rincón más recóndito de la patria.
Las discusiones políticas banales desaparecieron en el momento en que, con un grito apoteósico, exclamamos nuestro grito de guerra, celebrando las victorias de la novena boricua. En esos momentos en que ocurrían los últimos outs, los boricuas dejábamos de ser independentistas, estadolibristas, libreasociacionistas y estadistas para ser, por algunos minutos, lo que siempre hemos sido: puertorriqueños.
Sin duda alguna, lo más definitorio de este evento fue teñirse el pelo. Me atrevería a decir que miles de puertorriqueños compraron blanqueador o tinte rubio. Este gesto se convirtió en el símbolo de unión patrio. El equipo de Puerto Rico dejó de ser “la selección nacional” o “la novena boricua” para convertirse en #TeamRubio o #LosRubios.
Aunque la recompensa concreta del Clásico es un trofeo, los boricuas ganamos muchísimo más. Hoy sabemos que si emulamos la unión y preparación de #LosRubios podemos vencer los obstáculos más grandes, se llamen status, Junta de Control Fiscal, deuda u O’Neill.
Es mi esperanza que esta lección sobrepase el torneo y sea para siempre. Después del tinte rubio hay un Puerto Rico herido, que necesita de sus constituyentes para resurgir. La Isla del Encanto cuenta con nosotros.