No habrá BREXIT
El Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte nunca ha profesado una vacación europea, más bien siempre ha desplegado una actitud “euroescéptica”. Al momento de su adhesión a las Comunidades Europeas, hoy Unión Europea, el 1 de enero de 1973, no se le preguntó a los pueblos de las islas británicas su opinión. No fue hasta el 1975 que se celebró un referéndum en el cual 67% de los británicos se manifestó a favor de permanecer en la entonces, Comunidad Económica Europea.
El Reino Unido siempre ha visto a la Unión Europea como un espacio de cooperación más que de integración. No ha formado parte de dos de los pilares más importantes de la construcción europea, el Euro y el acuerdo de Schengen, que suprimió los controles fronterizos entre los países firmantes. Se podría afirmar que en Europa han existido y existen dos visiones de lo que debe ser Europa, y Gran Bretaña siempre ha liderado al grupo de los euroescépticos.
El referéndum del 23 de junio de 2016, en el que los británicos votaron a favor del “BREXIT”, no fue una sorpresa pues las encuestas siempre daban la victoria a la “Salida”, aunque tras el asesinato de la diputada laborista británica, Jo Cox, se quiso pensar que ocurriría una “virazón” que no ocurrió. Además, el que haya visitado el Reino Unido y conocido alguna vez a un británico no debe estar extrañado del resultado electoral.
Desde su concepción, el referéndum respondió al debate y la intriga política nacional británica, en especial en el partido conservador, más que en atender una eterna preocupación de los británicos. Si se convocó, fue porque el Primer Ministro, David Cameron, estaba convencido que lo ganaría. Si hubiese habido una mínima duda de que perdería el referéndum, nunca lo hubiese convocado.
Una vez convocada la consulta, la Unión Europea fue lapidada y culpada por todos los males que padece la Gran Bretaña, por parte de miembros del partido conservador y otros partidos minoritarios de extrema derecha. Se apeló a un sector de la población empobrecido y marginado que prefirió buscar un culpable de todo lo malo externo en Europa y la inmigración. Resulta muy revelador que aquellos sectores de la población británica que más apoyaron el BREXIT sean igualmente los que más se perjudicarían por la Salida.
Al día de hoy, luego de la resaca electoral, celebraciones, reproches y dimisiones, existe un consenso dentro y fuera del Reino Unido, de que los electores que votaron a favor del BREXIT no conocían las consecuencias de la salida británica de la Unión Europea. Es más, se señala que no sabían lo que es la Unión Europea. Ya existen voces para convocar otro referéndum, o para ignorar el resultado. Poco a poco, y lamentablemente luego de la votación, electores y políticos británicos van comprendiendo la magnitud y tarea casi imposible y costosa que implicaría un BREXIT. La complejidad de las negociaciones de la Salida garantiza su fracaso por agotamiento, y llevará al convencimiento de su inviabilidad, lo que traerá al gobierno de turno británico a declarar su incapacidad de cumplir con la voluntad popular. No sería la primera vez que un gobierno ignore un resultado de referéndum o plebiscito, en Puerto Rico lo conocemos bien.
El gobierno de David Cameron será sin duda recordado como el más irresponsable y tonto de todos por permitir el referéndum del BREXIT, no por perderlo, como también estoy convencido de que ningún gobierno futuro deseará ser recordado como aquel que hizo valer la Salida. He aquí un importante problema para los defensores del BREXIT, que aporta a mi argumentación de que no lo habrá, no existe un liderato político británico que esté dispuesto hacer valer el resultado del referéndum y pueda ganar unas elecciones. En otras palabras, para negociar la Salida se debe estar convencido y entusiasmado por ese camino, y no existe un político británico capaz de ganar unas elecciones que así lo esté.