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La crisis del Estado caribeño

La crisis del Estado en el Caribe es la responsable del pobre desenvolvimiento de las economías caribeñas. El sistema estatal en el Caribe promueve cada vez más la marginación de grandes sectores de la población de la vida económica y social.

El actual Estado caribeño es heredero del sistema colonial en el Caribe. No tuvo como propósito un objetivo de dominación y control como en América Latina, sino brindar las estructuras, leyes e instituciones que permitieran un desarrollo de las relaciones capitalistas de producción basadas en las plantaciones de monocultivo. El sistema colonial gobernaba para los intereses de los plantadores y mercaderes, retrasando así la participación de la mayoría de la población (negros y mestizos) en el proceso económico y político. El que no hubiese grandes poblaciones de indígenas y que la población fuera en su mayoría importada permitió implantar la forma de gobierno de la metrópoli que beneficiaba a las minorías blancas europeas.

La metrópoli había asignado al país caribeño un papel económico colonial en la economía mundial que era muy difícil de transformar, máxime cuando no había otro modelo que le sustituyese. Ese papel se definía como enclaves para la exportación de productos tropicales a zonas templadas.

Dada la herencia colonial del Estado caribeño, éste se caracteriza por ser intervencionista y estar dominado por los intereses económicos que benefician a una minoría. Ha sido poca la participación de los caribeños en la creación o configuración del sistema económico y político, ya que siempre estuvo sujeto a los intereses económicos de la metrópoli. Dada la ausencia de voluntad política e ideológica caribeña, la legitimación del Estado caribeño se ha logrado a través de su intervencionismo en la búsqueda de capital externo que permita el desarrollo. Desgraciadamente, ese desarrollo interno no se ha visto evidenciado con logros materiales y conquistas sociales, poniendo en entredicho la existencia misma del Estado caribeño.

Como herencia del modelo colonial, es el poder ejecutivo el que determina la forma y el funcionamiento de todos los aspectos cotidianos del Estado caribeño. Eso permite que el Gobierno sea extremadamente personalista, donde se le niega participación a la oposición y más bien se le hostiga, persigue y ataca. La presencia e influencia del jefe de gobierno en los países caribeños se siente y palpa en todo momento y en todo lugar. Por esa razón, la personalidad y el carisma de los líderes políticos caribeños juegan un papel importante en la política caribeña, más que el programa de gobierno. En el Estado caribeño las decisiones gubernamentales, sean importantes o no, se hacen a nivel individual y no en equipo o grupo de trabajo. Tal situación conlleva que las decisiones gubernamentales sean susceptibles a presiones personales, improvisación, amiguismo, y que las críticas se conviertan en controversias personales. Paradójicamente, el proceso de toma de decisiones es lento, tímido e inconsistente con los requerimientos del desarrollo.

La nueva realidad económica internacional agrava la crisis del Estado caribeño, por su incompatibilidad. El mundo de hoy exige apertura económica y competencia comercial, mientras el Estado caribeño está fundamentado en el mantenimiento de preferencias comerciales que desaparecen cada día.

Es hora de que el Estado caribeño se reforme para adaptarse a la realidad caribeña de insularidad, tamaño y un mundo globalizado. El Caribe debe crear instituciones gubernamentales innovadoras que estén al servicio de un desarrollo económico sostenido y no de los intereses mercantiles de antiguas potencias colonizadoras. Las reformas deberán ser profundas; de lo contrario, estaremos condenados por siempre a ser apéndices económicos del mundo desarrollado.

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