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La coyuntura puertorriqueña

Muchas naciones, soberanas o no, han vivido momentos de crisis y desasosiego inimaginables para los puertorriqueños. Tengamos la certeza de que Puerto Rico saldrá de la crisis, y que de aquí a cinco, diez o veinte años recordaremos este tiempo como uno muy difícil que trajo una transformación positiva para País. Muy pocas naciones han estado mejor preparados que nosotros para enfrentar una crisis.

Es muy cierto que en nuestro caso, por nuestra condición de territorio no-incorporado de los Estados Unidos (EEUU), por las consecuencias de no contar con los poderes y herramientas para enfrentar la crisis, ésta resulta aún más retadora. Aun así, no tengo la menor duda de que saldremos de esta coyuntura con éxito y un futuro promisorio.

Para enfrentar la crisis actual con efectividad es imprescindible reconocer que se trata de una crisis además de financiera social, económica, productiva, política y moral. No reconocer estar realidad es condenar al fracaso cualquier esfuerzo por combatirla.

Estamos ante una circunstancia que lleva décadas de cocción y nos ha arrastrado a una coyuntura que nos llevará inevitablemente a establecer una nueva relación política con los EEUU en la cual los puertorriqueños asumirán un mayor control sobre su destino. Es comprensible, no obstante, que la posibilidad inminente de que el congreso norteamericano le imponga a Puerto Rico una junta o consejo de control fiscal, resulte contradictorio a lo anterior dicho.

La Junta, en todas sus variantes, representa la máxima expresión de que nos encontramos en la antesala de una regeneración puertorriqueña, y aunque aparenta contar con un apoyo popular, más que un apoyo se trata de un rechazo a la política y a los políticos tradicionales, y más importante aún, un rechazo al sistema en el que son protagonistas. Si algo bueno ha propiciado la discusión de la Junta es el consenso, casi unánime, de que nuestro sistema político y económico responde a otro tiempo que hace mucho quedó atrás.

Puerto Rico ha perdido competitividad en el mundo de hoy, así como relevancia en los EEUU. La Junta se suma a los gritos de una larga lista de declaraciones y acciones norteamericanas para que entendamos que es hora de que los puertorriqueños asumamos la responsabilidad de nuestro propio destino mediante la herramienta imprescindible de la soberanía.

No cabe duda de que vivimos hoy un momento histórico. Lo que ocurrirá no será el resultado de la voluntad aislada o marginada de lo que nos rodea, sino que será nuestra respuesta lógica y valiente a una realidad que ya hoy es real.

La respuesta a nuestra crisis no debe ser la Junta sino la competitividad y la productividad. Incluso quienes la proponen reconocen que se caracteriza por la fiscalización y el control punitivo al servicio de los intereses norteamericanos. La propuesta es inaceptable pues carece de un paquete que incluya un rescate, una reestructuración, una condonación, las reformas necesarias y, más importante aún, las herramientas soberanas para lograr un Puerto Rico competitivo y productivo. Toda propuesta que no incluya estos elementos agravará y perpetuará la crisis.

Otra realidad que debemos aceptar es que nuestro sistema actual responde en su origen a los intereses norteamericanos y que la Junta está enmarcada en esta realidad. Es un grave error proponer respuestas y soluciones que serían más bien las de un país soberano o un estado de la unión norteamericana. La Junta propuesta convierte a Puerto Rico en un municipio, puesto que sería inconstitucional en un estado de la unión norteamericana y una violación a la soberanía e ilegal en un Estado soberano.

La única forma de resolver nuestra crisis es a través de una negociación que culmine en una renovada relación política y económica con los EEUU, fundamentada en la soberanía de Puerto Rico, en la cual la deuda puertorriqueña será otro de muchos temas importantes a tratar para hacer viable el nuevo proyecto soberano puertorriqueño.

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