20 de septiembre de 2017

Queridos MF y JE:

Son las 8:00 a.m. y no se nada de ustedes desde anoche. Mi corazón está desesperado, pero confío y se que están bien junto a su padre y otros familiares en un lugar seguro, pasando quizás una de las tormentas más fuertes que experimentarán en sus vidas.

Lamento el no poder estar a su lado para abrazarlos y consolarlos cuando escuchen el rechinar del viento soplando recio afuera. Serán probablemente las 24-48 horas más angustiosas de mi vida.

Tal como se había anticipado, el Huracán María dejó desconectado a gran parte de Puerto Rico. Esa era una de mis mayores preocupaciones, entre otras… Fuera de vidas, lo demás es material.

En los próximos días, semanas y meses vivirán una de las etapas más trascendentales en la historia de Puerto Rico, la reconstrucción de un País que se levanta, como ya lo ha hecho en el pasado.

¿Cuándo regresarán a la normalidad? ¿Cuándo podrán volver a la escuela? ¿Cuándo volveremos a la rutina diaria? Nadie sabe, pero se que todos trabajaremos para que sea cuanto antes.

Tal vez en los próximos días, al igual que hoy, estaré lejos de ustedes en mis labores de periodista. Estos son los momentos en que mi corazón se parte en dos, entre el amor extremo que les tengo y mi pasión por la carrera de vida que escogí: el periodismo.

Como siempre, les pido paciencia. Aún a sus cortas edades se que pueden ayudarse tanto mutuamente, como a familiares, vecinos y conocidos que pierdan la esperanza dándoles ánimo y asegurándoles que vamos a salir de esta. La ayuda al prójimo en estos momentos es una de las herramientas más importantes en la reconstrucción de nuestra Isla.

Muchos hablan de huracanes que han pasado por Puerto Rico igual o casi igual de fuertes que este. Por eso les digo que, si pudimos recuperarnos del Huracán San Felipe (1928), San Ciprián (1932), Santa Clara (1956), Hugo (1989) y Georges (1998), también lo haremos de María (2017).

Si no los he visto para cuando publiquen estas líneas, espero verlos pronto.

Los adoro,

Mami (Marga)