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Los primeros días de la respuesta federal

La respuesta federal a la catástrofe que dejó a su paso hace un año el huracán María quedó manchada por la lentitud e ineficacia de los primeros días,  en momentos en que el gobierno de Puerto Rico estaba desarticulado e incapaz de atender por sí mismo la emergencia.

Arrasado por la furia de los vientos del ciclón más poderoso que ha golpeado a la Isla en casi un siglo, Puerto Rico estuvo a oscuras, con grandes zonas de la Isla incomunicadas, los hospitales que tenían electricidad tremendamente disminuidos y, ante la falta de transporte,  escasez de combustible en las bombas de gasolina.

En Estados Unidos, el nivel de alerta sobre el grado de devastación ocurrida en la Isla  fue inicialmente moderado. La atención había estado en los daños causados por los huracanes Harvey e Irma.

Cuatro días después del huracán María, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton alertaba al gobierno federal, en un mensaje por Twitter, en el que apunto que le parecía urgente enviar a Puerto Rico barcos y personal de la Marina de Guerra , incluido el buque hospital USNS Comfort.

Correos electrónicos del Pentágono, divulgados la semana pasada, precisan que a cinco días del huracán se informaba a los altos mandos militares que era “alto el potencial” para una “crisis humanitaria” en Puerto Rico y las Islas Vírgenes estadounidenses.

Con la crisis a flor de piel, seis días después del azote del ciclón, la congresista Nydia Velázquez, demócrata por Nueva York, hizo un llamamiento en Washington a favor del nombramiento de un general de tres estrellas experto en atender emergencias.

Al otro día, es decir una semana después del impacto del huracán, el Pentágono anunció el  establecimiento de un centro de comando en Puerto Rico y el envío del USNS Comfort para respaldar las operaciones de los hospitales de la isla, tremendamente disminuidas a causa del ciclón.

El anuncio del Pentágono incluyó colocar -aquel 27 de septiembre -, la operación militar en Puerto Rico en manos del general de brigada Richard Kim, subdirector de Operaciones del Ejército Norte.
Aquel día la comisionada Jenniffer González dijo que pidió al jefe de Gabinete de la Casa Blanca, a instalar puentes temporales en las comunidades incomunicadas y a ordenar a las Fuerzas Armadas a encargarse de la distribución de suministros.

La cadena de mando, sin embargo, no estaba clara en San Juan.

El general Kim no duró 24 horas en su puesto. En medio del debate sobre quien estaba a cargo, Kim fue sustituido el 28 de septiembre por el teniente general del Ejército Jeffrey Buchanan, un general de tres estrellas con rango por encima del jefe de la Guardia Nacional de Puerto Rico, Isabelo Rivera.

Buchanan asumiría la tarea de coordinar la distribución de abastos.

Al octavo día de la emergencia, el senador republicano Marco Rubio (Florida) incrementaba el nivel de alarma, convencido de que la respuesta aun no era suficiente.

Después de reunirse con el vicepresidente Michael Pence,  Rubio solicitó al  presidente Donald Trump que debido los problemas de distribución de suministros y comunicación en Puerto Rico,  colocara todo el manejo de la emergencia en manos del Pentágono. A su juicio, había que militarizar toda la respuesta.

“No hay una cadena de comando clara”, advirtió entonces Rubio en la sala de prensa del Senado estadounidense.

La decisión de nombrar un comandante militar por encima de todo el componente civil, nunca se tomó.

El gobierno de Puerto Rico y la misma burocracia federal resistieron la idea de ceder todo el control a los militares, según diversas fuentes.

El manejo de la crisis, por ello, estuvo en diferentes manos. Bajo el organigrama de FEMA, sin un comandante militar a cargo de toda la emergencia, las decisiones civiles debían consultarse con el gobernador Ricardo Rosselló.

Desde la Casa Blanca, el asesor de Seguridad Interna del presidente Trump, Tom Bossert, sostuvo que determinar quién estaba a cargo de qué en ese momento, dependía “de la misión y la función”. “Donde no tienen la capacidad (en Puerto Rico), tomamos pasos extremos”, dijo el entonces asesor de Trump.

Como el gobierno de Puerto Rico, que quedó incomunicado y desarticulado, la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA) no estuvo preparada para la gravedad del desastre, según han reconocido la Oficina de Contraloría General (GAO) y el propio análisis interno de FEMA.

Los abastos de agua y comida de FEMA no fueron suficientes, pues muchos fueron distribuidos en las Islas Vírgenes, duramente impactado por el huracán Irma. FEMA no tuvo suficiente personal ni equipo para distribuir productos básicos.

En general, el 54% de su personal no estaba capacitado para las tareas de emergencia y la falta de personal bilingüe también retrasó los trabajos, según la GAO.

Desde esos primeros 10 días de la emergencia, el presidente Trump, no obstante, se volcaba en elogios obre la respuesta de su gobierno.

Pero, parecía estar más pendiente de la controversia que él mismo generaba por haber insultado a los futbolistas que como expresión de protesta se arrodillaban ante el himno nacional de Estados Unidos, en protesta por actos de brutalidad policial contra ciudadanos afroamericanos.

Trump tuvo una batalla por Twitter con la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, quien alertó en los medios estadounidenses que la respuesta federal no era rápida y eficiente, y que había gente muriendo por falta de servicios de electricidad, transporte y salud. El estudio de la Universidad George Washington (GWU), que estima en 2,975 las muertes, corroboró que tenía razón.

Con las denuncias de la alcaldesa alcanzando prominencia a nivel nacional en EE.UU., Trump se enfurecía. “La alcaldesa de San Juan, que fue muy elogiosa hace solo unos días, ahora ha sido informada por los demócratas que debe ser desagradable con Trump.  Poca capacidad de liderazgo de la alcaldesa de San Juan y otros en Puerto Rico, que no pueden lograr que sus trabajadores ayuden. Quieren que se les haga todo, cuando esto debe ser un esfuerzo comunitario”, tuiteó Trump, desde su club de golf en Bedminster, Nueva Jersey.’

Ocho días después del huracán María, The Washington Post corroboraba la lentitud de la respuesta federal.

Al comparar la emergencia en Puerto Rico con la movilización de respuesta de EE.UU. al terremoto del 12 de enero de 2010 en Haití, el diario destacó que 48 horas después había 8,000 soldados de EE.UU. en ruta a Puerto Príncipe. En dos semanas, 33 barcos, 300 helicópteros y 22,000 tropas estaban en suelo haitiano.

Sin embargo, para el 28 de septiembre de 2017, 4,400 militares y 1,000 guardacostas, y 50 helicópteros ayudaban a distribuir agua y comida a los cerca de 3.3 millones de residentes de Puerto Rico.

En marzo pasado, la publicación Politico presentó una radiografía de los primeros nueve días de la asistencia federal a Texas después del huracán Harvey y a Puerto Rico tras María.

En los primeros nueve días después del huracán Harvey, FEMA aprobó $141.8 millones en fondos de asistencia para familias e individuos damnificados por el huracán Harvey, frente a solo $6.2 millones para las víctimas de María.

En ese mismo período de tiempo, tras el huracán Harvey, FEMA distribuyó en la ciudad de Houston 5.1 millones de comidas, 4.5 millones de litros de agua y sobre 20,000 lonas azules.

Nueve días después del huracán Harvey, el gobierno federal tenía 30,000 funcionarios en la región de Houston. Al llegar el 29 de septiembre de 2017, FEMA tenía en la isla solo un tercio de ese total de empleados, unos 10,000, para atender el peor desastre en Puerto Rico en casi un siglo.

El presidente Trump fue a Puerto Rico dos semanas después del huracán, el 3 de octubre de 2017. Llevó a la Isla a un grupo de asesores, pero no habló de planes para atender la emergencia.

El USNS Comfort acababa de atracar en la Isla. Se utilizó de forma limitada.

En una conferencia de prensa con el gobernador Ricardo Rosselló y otros funcionarios del gobierno de Puerto Rico, Trump felicitó al primer ejecutivo debido a que hasta entonces solo se informaba oficialmente la muerte de 16 personas. Dijo que, a diferencia de Katrina en 2005, en Puerto Rico no había ocurrido una catástrofe real.

Y levantó críticas a nivel mundial por lanzar rollos de papel en un centro de asistencia para damnificados de Guaynabo, e indicarle  a los puertorriqueños “odio decirles esto, Puerto Rico, han lanzado nuestro presupuesto un poco fuera de control”.

Un año después, Trump todavía pone en duda la magnitud de la catástrofe, al cuestionar que hubiese un alto número de muertes.

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