Testigos del maltrato
Nota: Décimo de una serie sobre el tema del abuso espiritual, término adoptado por teólogos cuando ocurre acoso moral en el contexto religioso.
En el cuestionario que les mencioné la semana pasada, me resultó relevante que aunque casi una tercera parte de los consultados manifestó varias experiencias asociadas al maltrato, solo un pequeño por ciento reconoció que “SÍ” había sufrido abuso espiritual en el pasado.
Incluso, también observé que aunque la amplia mayoría de los encuestados contestó que “NO” ha sufrido abuso espiritual, un 17 por ciento de estos manifestó haber experimentado tres o más de las señales de abuso de la pregunta #3.
Aunque esta data puede parecer irrelevante y hasta aburrida, era importante estudiarla y analizarla para poder comprender el grado de conocimiento, si alguno, en torno al tema del abuso espiritual entre los cristianos.
De los que piensan que NUNCA han sufrido abuso espiritual, hubo algunos testimonios que revelaron todo lo contrario: SÍ FUERON VÍCTIMAS. Esto es crítico pues quien enfrenta el problema y no lo reconoce, está sujeto a seguir padeciendo el mismo mal pues tampoco sabe cómo defenderse.
Relatos de maltrato
Por ejemplo, un varón de 61 años de edad y 30 en el evangelio, señaló que en su anterior iglesia se le pidió que mintiera en el informe de tesorería que su iglesia tenía que rendir ante el concilio. Fue presionado a cambiar el presupuesto de la iglesia por peticiones de la pastora, contrario a los procedimientos que se habían seguido fielmente en años anteriores.
Esta persona contestó que no fue abusado espiritualmente, sin embargo, aparte del testimonio que ofreció, también marcó tres señales de abuso de la pregunta #3: sintió que se le forzó a hacer algo para lo que no estaba preparado o no se sentía cómodo (lo que se asocia con su experiencia); sintió que lo que se exponía de la Palabra, no le dejaba experimentar paz y que además se usaba la Palabra para justificar ciertas acciones; y sintió rechazo repetido por parte de miembros de la congregación.
Johnson y Van Vonderen señalan que una de las dificultades de las víctimas de abuso espiritual es que se les hace difícil reconocer el abuso. Primero porque se les ha enseñado que ellos son el problema, y segundo, porque llegan a sentir que denunciar el maltrato, es serle desleal a Dios y a los líderes. Eso fue lo que le ocurrió a Luz Elena.
Los escritores señalan también que los abusados han perdido muchas veces el sentido de lo que es normal, y por lo tanto, llamarle a su situación abuso espiritual, les resulta descabellado. También están los factores de la negación, la represión y la vergüenza. Luz Elena es ejemplo en parte de esta represión que viven algunas víctimas, pues confesó que hay eventos dolorosos que aunque trate de recordar, no lo consigue. Quedaron borrados de su memoria.
Así por el estilo, en el análisis del cuestionario vi otros casos similares entre quienes aseguraron no haber sido víctimas de abuso. Por ejemplo, otro varón, de 64 años, manifestó hasta siete señales, incluyendo haber sentido que perdió la salvación y que escuchó repetidamente por parte del liderato, que Dios estaba enojado con él o con la congregación.
Otra persona, una dama de 28 años, lamentó que en su anterior iglesia se hablaba demasiado de la prosperidad y de la “obligación” de diezmar y de ofrendar. Además, desde el púlpito se decía en ocasiones la cantidad que había diezmado u ofrendado cada miembro de la iglesia.
Sí creo fielmente que el diezmo y la ofrenda son bíblicos, aunque no todos los cristianos concuerdan con esto. Pero a pesar de ser un mandato bíblico, no de los hombres, las Escrituras dejan claro que diezmar y ofrendar debe ser una actitud del corazón. O sea, que no se debe hacer presionado. Nadie tiene que estar con un látigo para obligar a una persona a hacerlo, ni mucho menos estar ventilando públicamente cuánto ha dado alguien, con la intención de presionar a unos y humillar a otros. Eso es ABUSO ESPIRITUAL y manipulación.
En quienes confesaron que “SÍ” fueron víctimas de abuso, las revelaciones fueron más dramáticas. Pero debo hacer un paréntesis para aclarar que no todos los que contestaron afirmativamente a la respuesta #10, como víctimas de maltrato espiritual, parecían tener claro el concepto.
Al menos en lo que respecta a señales relacionadas al abuso, mencionadas en la pregunta #3, hubo quienes solo marcaron una premisa. Aunque esto no necesariamente las excluye como víctimas, para aseverarlo habría que conocer si hubo otras implicaciones o experiencias. Al menos en el espacio opcional provisto, no señalaron ninguna otra experiencia particular asociada al abuso espiritual.
Pero retomando las experiencias de personas que a todas luces sufrieron abuso espiritual, vimos el caso de tres personas que marcaron 9 de las 12 señales de abuso que expusimos en el cuestionario. Una de esas personas escribió un comentario mencionando que en su iglesia anterior se utilizaban versos claves de la Biblia para poder manipular, tal como revelan los estudiosos del tema entre las prácticas que ejercen los maltratantes.
En el espacio opcional, este mismo caballero de 28 años de edad, y cuatro años convertido al cristianismo, escribió que vivió varias situaciones. No detalló cuáles, pero sí dijo que el resultado de todas siempre iban en contra de la familia y de su vida personal.
Una dama de 32 años y 22 de esos como creyente, fue otra de las que marcó nueve señales asociadas a abuso espiritual, y además dijo que se obligaba a los líderes de la congregación a pasar más de tres días a la semana en el templo. Aquí vemos un elemento, y es que el abusado no siempre es un miembro general de la congregación, sino que puede ocurrir contra otros líderes.
Haciendo otro paréntesis, como dijo la consejera pastoral Elizabeth Rivera, hay ocasiones en que es la congregación la que impone cargas en el pastorado, haciéndole exigencias o pretendiendo de que el pastor debe atender cada situación de la iglesia, lo que no es bíblico. Ni humano. Hay pastores que terminan desatendiendo sus propias familias o terminan frustrados y “quemados” porque piensan que su deber es atender todas y cada una de las necesidades de todos los miembros, cuando se supone que haya todo un cuerpo de ancianos y líderes que dividan la carga.
Como explicó el pastor y consejero Luis David Rivera acerca de este tipo de líder vulnerable, es el tipo de persona que deriva su sentido de valor, pretendiendo cumplir con todas las exigencias de los demás, y de alcanzar ciertos estándares impuestos por otros; ya sea por parte de otros líderes, o de la congregación misma. En otras palabras, el abuso espiritual también se puede dar de parte de una congregación hacia su pastor u otro líder espiritual de la iglesia.
El otro consultado que marcó nueve señales de abuso, un joven varón de 22 años y cinco como creyente, señaló que dio la queja al pastor por alguna de las situaciones que vivió. Su respuesta, según dijo el joven, “fue insultante y poco tolerante”. Encima de esto, en preguntas posteriores, contestó que se le pidió que guardara silencio por alguna situación, y que además se le solicitió que guardara silencio para proteger la imagen y el nombre de la iglesia o de algún líder. En otras palabras, allí a los líderes no les importó su problema. Les importó más la imagen de la iglesia o del líder, que la vida de esa persona.
“En ocasiones fui regañada por las pistas (de música) que elegía para alabar al Señor. Fui acosada sexualmente por la mano derecha del pastor, que para ese tiempo era el esposo de mi mamá. Lo dije al pastor, y la respuesta (el resultado) fue que fui llevada a un siquiatrade la iglesia para que trabajaran un supuesto trastorno, ya que yo no podía acusar a ese hombre de tan vil conducta. Finalmente, Dios hizo justicia y hubo testigos”. Esta fue la experiencia de una mujer de 33 años, que nació en el evangelio. En la pregunta #4 contestó que sí había pedido ayuda en la congregación por su situación. La respuesta del pastor, a quien acudió, fue que ella no se podía ir por encima de las reglas y normas de la iglesia.
Otra dama, de 52 años de edad y 40 sirviendo al Señor, dijo que llegó asentir que no podría ser perdonada por sus pecados. Creyó que las crisis en su hogar y los conflictos, eran a causa de ella, por llevar tiempo separada de la iglesia.
Este caso resulta especial porque nos demuestra, como mencioné desde el principio del estudio, que el abuso espiritual no solo se da por parte de líderes de las iglesias u organizaciones religiosas. En el caso de esta mujer, quienes ejercieron esa presión fueron sus propios parientes. Se le llegó a mencionar incluso que Dios estaba fuera de su núcleo familiar. Y quienes lo dijeron, fueron otros familiares.
En lo que respecta a las 12 señales mencionadas en la pregunta #3 del cuestionario, asociadas al abuso espiritual, la que más experimentaron los consultados que dijeron que NO fueron abusados, fue la premisa de que sintieron en algún momento que hubieran perdido la salvación o que ya Dios no los amara ni los escuchara.
Veitiocho (28) marcaron esta premisa. Como señalé antes, esa señal por sí sola no implica necesariamente que haya habido abuso espiritual. Pero en algunos casos en que hubo otras manifestaciones, es señal de uno de los efectos que tiene el abuso espiritual sobre las víctimas. Es el más terrible a mi entender, porque en muchas ocasiones es la razón por la cual algunos nunca vuelven a pisar una iglesia ni creer en ninguna autoridad espiritual. Mucho peor, se distancian de Dios, porque indirectamente, aunque no lo expresen así, lo culpan de lo que les ocurrió. O en el otro extremo, piensan que perdieron la salvación, equivocadamente, y que ya no hay manera de que Dios los perdone.
Es reflejo de poco o ningún conocimiento de la Palabra de Dios, aparte de que no han reconocido el poder del sacrificio de Jesús en la cruz, que murió para el perdón de todos los que reconozcan esa obra redentora y confiesen que Jesucristo es el Señor. Romanos 10:9-10 dice “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de los muertos, serás salvo. Pues es por creer en tu corazón que eres declarado justo a los ojos de Dios y es por confesarlo con tu boca que eres salvo”.
Mientras, entre los que se perciben como víctimas de abuso espiritual, la señal que más manifestaron se asocia al rechazo por parte de otros miembros de la congregación, pero también un número considerable sintió en algún momento haber perdido la salvación. Ese rechazo por parte de otros miembros fue el que experimentó Luz Elena, y que al principio se me hizo difícil creer hasta que lo viví yo, incluyendo el código de silencio que perdura hasta el día de hoy.
Tomado de la tesis El velo de la iglesia ante el abuso espiritual, como requisito de grado para Vision International University of Florida (2011)
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