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Soberano sobre cualquier gobierno

Para muchos esto sonará a conformismo, pero para los que creemos en un Dios vivo y real de todos los días, no una sola vez al año, lo que voy a expresar no se trata de conformismo: y es que Dios no está preocupado por quién ganó aquí la gobernación, y quién ganó en Estados Unidos la presidencia.

La gente acostumbra a poner toda su confianza en los hombres, y total, para luego quejarse y maldecir cuando le fallan. Digo esto porque muchos pensamos y nos convencimos antes de conocer los resultados de ambas elecciones el martes, que los destinos de ambos países iban a estar mejor dirigidos por nuestros candidatos de preferencia, no los que salieron electos. ¿Qué nos aseguraba que en realidad iba a ser así?

(EFE / PETER FOLEY)

Pero por otro lado, para los que están celebrando el triunfo de los candidatos que resultaron electos, ¿qué les garantiza que todo estará bien y que todos nuestros problemas se solucionaron?

No se ofendan los que piensan que estoy mezclando política con Dios. Para información de todos, Dios tiene el control y Dios sí está interesado en todos los menesteres de la vida humana. Eso incluye política.

Y si se preguntan que por qué Dios permite gobiernos corruptos y explotadores, ¿mejor pregúntense por qué si Dios ha mandado al ser humano a tomar decisiones, y a escoger entre el bien y el mal como se nos muestra en Deuteronomio 30:19, el ser humano casi siempre escoge el mal? Y no me refiero ahora solo a una elección para escoger el gobierno de un país. Esto empieza en la vida personal e individual de cada uno.

Tenemos que asumir responsabilidad por lo que se nos ha delegado escoger. Dios nos hace responsables de nuestras decisiones, aunque él sigue siendo soberano, y aun lo malo puede usarlo para sacar algún bien.

Sí, sé que cuando miramos el desastre que han formado nuestros gobiernos del pasado, a muchos se les antoja echarle la culpa a Dios; al mismo Dios al que nunca le hacen caso, salvo cuando quieren echarle la culpa a alguien. Pero vuelvo y recalco que tenemos que asumir responsabilidad por nuestras decisiones, sean buenas o malas. Y además de la responsabilidad, también hay que asumir las consecuencias.

Sé también que muchos se preguntarán, ¿qué bien podrá sacarle Dios a todo este desastre político y económico del país? Yo no sé realmente. Pero me parece que a algunos la situación nos va a acercar más hacia Dios. Eso deberían procurar todos. Al menos eso es lo que nos conviene, porque el que crea que la economía va a mejorar, está viviendo en Disney.

Lo siento por los que se verán tentados a llamarme fatalista, pesimista o falto de fe. Y lo siento por los que basan su fe en irse a vivir fuera. No lo digo para criticarlos, pues tengo amigos que lo han hecho. Lo digo por los que basan su fe únicamente en dar ese paso, y no en la sabiduría y voluntad de Dios.

La realidad es que hay muchas cosas escritas en la Palabra que muchos tienen en poco. Tan en poco la han tomado, que no pueden ver ni discernir cuando han sucedido situaciones que estaban previstas en las escrituras. Por eso es que la Palabra misma habla de que el pueblo perece por falta de conocimiento.

Porque en su Palabra hay vida y hay sabiduría, pero muchos la rechazan. Para muchos esa Palabra es locura. Prefieren y ensalzan la sabiduría del hombre. Pero ¿en qué quedamos? Si esa misma sabiduría del hombre es la que nos arrastra hacia el fondo cuando ponemos toda nuestra confianza en ella, cuando toda nuestra esperanza está en esos políticos.

Juramos y perjuramos que tal o cual partido nos sacará de la crisis. Por eso, el otro día comentaba a través de las redes, ¿habrá motivo realmente para estar celebrando porque ganó un partido en particular? Me parece que eso sería poner toda nuestra confiaza en los hombres. Yo prefiero confiar en Dios. Y de algo estoy seguro; él es soberano y no importa quién esté gobernando, él tiene el control.

Por otro lado, tengo que decir que socialmente hablando, debemos mostrar carácter. Aunque no nos guste la decisión de los demás en estas elecciones, debemos seguir trabajando por un mejor país. Porque a la hora de la verdad, ¿qué garantías tenías tú de que si ganaba el candidato(a) por el que votaste, las cosas se resolvían? Si ganó el que elegiste, bien por ti, pero ten cuidado de no poner tu fe en el hombre.

Cada uno teníamos la responsabilidad de ejercer nuestro derecho al voto, y hacer nuestra elección de acuerdo a nuestro mejor criterio. Pero de ahí a poner toda mi fe en lo que pueda hacer un simple mortal, eso es muy distinto.

Señores, señoras, jóvenes, dejemos el estado de alarma en que muchos se encuentran desde el martes, especialmente desde que se supo del triunfo de Donald Trump en la elección presidencial de Estados Unidos. Bueno, supongo que no preocuparse y conservar la paz no es tan fácil para quienes confían solo en la sabiduría humana.

Te invito a descansar bajo la sombra del que ha prometido descanso a quienes están cansados y cargados. Ese descanso no implica ignorar la situación actual que atraviesa Puerto Rico y el mundo, y conformarnos mientras quedamos de brazos cruzados. No. De hecho, la fe y la paciencia que nos invita la Palabra a ejercer, no es pasiva como muchos piensan.

La fe requiere obras. Y si bien la Palabra me enseña a descansar en Dios y en sus promesas, no quiere decir que debo quedar en un estado de inercia. La fe la ejercemos también con obras.

Hagamos nuestra parte, pero procuremos habitar a la sombra del omnipotente, del único gobernante en quien podemos confiar.

“El Señor dice: «Rescataré a los que me aman; protegeré a los que confían en mi nombre. Cuando me llamen, yo les responderé; estaré con ellos en medio de las dificultades. Los rescataré y los honraré. Los recompensaré con una larga vida y les daré mi salvación”. (Salmos 91:14-16)

 

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