Perdonar… y cepillarse los dientes
Que me perdonen los ‘expertos’, pero la culpa de la violencia que se vive especialmente entre un gran sector de la juventud, en nada tiene que ver con la escasez de oportunidades. Por lo menos, no directamente.
La rabia, el odio y el desprecio a la vida de muchos de esos que salen a disparar a suerte, sin importarle a cuántos alcance, es producto de una infancia desgraciada, una niñez en que papá o mamá no estuvieron presentes, o si estuvieron, poco les importó respecto a su hijo.
¿Todavía nos preguntamos por qué es tan importante la figura del padre? ¿O la figura de la madre?
Dios los hizo a ambos con roles definidos, y dentro de las muchas responsabilidades que les dio (aunque no la única), les encargó sus hijos. La Biblia incluso dice que los hijos son herencia de Dios. Dios sabía que ambos, PADRE y MADRE, son importantes en la formación de ese niño o esa niña. Que tanto el padre como la madre son importantes para la formación de la identidad de ese infante.
Si bien es cierto que hay madres que al ser abandonadas por el hombre, emprenden con gallardía y valentía la crianza de sus hijos, no es menos cierto que pasan por un proceso difícil y viven en carne propia la desgracia de que sus hijos queden sin padre. O a la inversa, cuando el padre queda solo porque la madre faltó.
Y aunque el reto es grande y necesitan ayuda, tanto los hijos como el padre o la madre que quedan solos, la buena noticia es que la gracia de Dios está disponible para auxiliar, abrazar, consolar y restaurar a esa persona que decide refugiarse en su amor y entregarle su vida. En Dios hay oportunidades para comenzar de nuevo.
Hay que aclarar que no todo hijo que queda solo es por un padre o madre que no asumió su responsabilidad. ¿Y qué de los que pierden a su progenitor o su progenitora por muerte, cuando aún son muy pequeños? El efecto sigue siendo dolor por esa ausencia. Sigue siendo un hueco difícil de llenar. Pero ahí también está Dios para el que quiere recibirlo y para el que quiere ser sanado de esas heridas, de esa ausencia, de ese dolor.
No quiero añadir más, porque en esta ocasión traigo un testimonio real de alguien a quien conozco y aprecio. Un padre que valientemente, pero a la vez regocijado por lo que Dios ha hecho en su vida, compartió el testimonio del perdón que recibió de su hijo.
Ese testimonio me reafirma la verdad que proclama la Palabra de Dios de que, aunque tu padre y tu madre te abandonaran, con todo Dios te recogerá. Pero también, un testimonio que valida la certeza de lo que Dios ha dicho, de que en Él, todas las cosas son hechas nuevas. Dicho de otro modo, que en Dios, siempre tenemos segundas oportunidades y que Él es capaz de restaurarlo todo.
A continuación su testimonio, que originalmente fue publicado en Facebook, pero decidí obviar las fotos para proteger su identidad:
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“Esta (foto) es mi preciosa familia. ¡Sorpresa! Este es mi padre biológico Gustavo, mi media hermana (Nicole) y mi madrastra (Wanda). Aquí un testimonio: Mi padre evadió la responsabilidad de ser un padre para mí y mis hemanos a temprana edad. Nunca estuvo ni en las buenas ni en las malas. Yo nunca entendí por qué nos dejó, y muchos años pasaron esperando por él (identidad).
Yo tenía falta de perdón, odio, rencor y resentimiento hacia él, tanto que si se hubiera muerto me hubiera importado poco. Hace 6 años, algo pasó que trajo poco a poco a este hombre de regreso a mi vida. El nacimiento de mi hijo.
Pero yo no quería darle a él la oportunidad de ser un abuelo. El tiempo pasó hasta que tuve un encuentro con Dios, y cuando acepté a Cristo como mi Señor y salvador, encontré la identidad que no tenía, y a tiempo, comencé a darme cuenta que el amor del padre (Dios) es más grande que cualquier otra cosa.
Empecé a perdonar a todo el mundo y a pedir perdón por lo que hice y lo que fui. Dios me dijo que yo no había terminado, y que todavía había algo que no había soltado. Gustavo comenzó a llamarme otra vez y Dios me mostró que era a él.
Le di a Gustavo una oportunidad y Dios me dio a mí una oportunidad. Él se abrió para mí y me contó todo. Me di cuenta que él era un hombre como tú y yo. Un hombre que es imperfecto, puede cometer y cometerá errores, sean pequeños o grandes. Yo escogí perdonarlo y permitirle a Dios trabajar con nosotros. Fui capaz de perdonarlo y de olvidar todo lo que pasó por causa de quien me perdonó a mí primero… ¡Jesús!
Comenzamos nuestra relación no desde nuestro pasado, sino desde el presente. Conversábamos frecuentemente pero, como que seguía ignorándolo porque no quería que se acercara. Hace 3 años un trágico evento ocurrió con mi hijo Elías. Murió en mis brazos y no hay palabras para describir cómo mi vida se fue en blanco. Estábamos en el hospital con nuestro bebé, peleando por regresarlo a la vida.
Mi esposa tenía a la familia entera con ella, y yo, realmente no tenía a nadie cercano conmigo. Entonces, mi mamá, mi padrastro y mis hermanos llegaron, pero aun así me seguía sintiendo solo y vacío. Al segundo día en el hospital, me estremecí con la visitia de una persona inesperada. Mi padre vino. Como cuando un niño se golpea y su padre llega para consolarlo.
Mi papá se quedó allí conmigo por una semana completa, todo el tiempo que pudo. Todos los días me sirvió, como Jesús lo hizo por sus discípulos. Sus acciones estremecieron mi vida y la de muchas personas que conocían nuestra historia.
Pocas semanas o meses después, él regresó de visita y trajo con él a una preciosura para conocer a mi familia; mi hermana Nicole. Pude desarrollar lazos con mi hermana, a quien nunca había visto.
Aunque suene mal, Dios permitió que un trágico suceso ocurriera para hacer que sus planes se cumplieran. Puedo decirte ahora que lo amo con todo mi corazón, y que amo a mi hermana Nicole con todo mi corazón. Y aun cuando no he podido conocer a Wanda, la amo también y agradezco a Dios por ser ella la columna vertebral de ellos dos.
Sin Cristo, no hay verdadero arrepentimiento ni perdón. Nunca sabrás hasta que estés en la situación.
Perdonar es un estilo de vida, así como lo es cepillarte los dientes. Tu aliento dirá si hay perdón o no. Hay muchos cristianos en el infierno por falta de perdón. No importa si fue tu culpa o no, perdona. El infierno tiene mucho espacio, pero el cielo tiene un espacio mucho más grande”.
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Dios es un Dios que restaura relaciones. Creo que es tiempo de comenzar a vivir una vida inclinada a perdonar, no importando de quién fue la culpa de tu herida. Si quieres un mejor entorno, empezando por tu casa, tu vecindario y tu familia extendida, es necesario que comiences a sembrar en los tuyos un legado de perdón. Perdonar y saber pedir perdón.
Esa es la semilla que necesitamos sembrar en nuestros hijos para detener ya el germen de las familias disfuncionales. Si la nuestra fue una de esas, ¿no desearías que la de tus hijos fuera otra historia? No tiene por qué ser igual a la tuya. Tú puedes ser el vehículo de cambio.
¿Quieres seguir viviendo en el mismo ambiente de contienda? ¿O te atreves a decir como la Palabra en Josué 24:15? “Yo y mi casa, serviremos al Señor”. ¿Te atreves a ser como Zaqueo? En Lucas 19:9-10 Jesús le dijo a Zaqueo, “La salvación ha llegado a esta familia, porque este hombre ha mostrado ser un verdadero hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino a buscar a los perdidos y a salvarlos”.
Debemos buscar la paz con nuestros familiares, aun cuando hayan sido estos quienes nos ofendieron. Y por supuesto que debemos buscar la paz con nuestra familia de la fe, nuestros hemanos dentro de la Iglesia.
Porque no es compatible una vida de cristiano con el rencor y el resentimiento albergados en el corazón. No es comprensible que evites ver a ese hermano o hermana en la congregación porque tienes algo contra él o ella, o porque él o ella tiene algo contra ti.
Debes dar tú el primer paso. Por eso Josué 24:15 dice “YO”, en primer lugar. Luego tu casa te seguirá.