Negativo el positivismo para el 2018
Al repasar el 2017 y mirar con esperanzas al 2018, no funcionará para nada una dosis de positivismo como mucha gente cree que es posible ante las adversidades. No, no estoy siendo negativo. Solo quiero llevar un mensaje realista, para el que quiera recibirlo.
Por otro lado debo reconocer que hay quienes parecen conformarse con hundirse en la amargura y la desesperanza. No quiero ser insensible al dolor ajeno, pero es que resulta frustrante ver a personas, a veces allegadas a uno, que no solo son pesimistas, sino que rechazan cualquier intento y muestra de solidaridad hacia ellos. Cualquier gestión por animarles no es bien recibida, porque según su falsa realidad no hay solución a su problema, o su tragedia es la peor que a cualquiera le haya podido suceder.
Pero quiero concentrarme en este mensaje en aquellos que tal vez tienen el deseo de un cambio. Pero no quiero apoyarme en un falso positivismo para animarles.
Hay que ser positivo, dicen algunos cuando las circunstancias previas han robado un poco del optimismo y la persona amenaza con derrumbarse. Suena muy bonito, y hasta políticamente correcto. Pero a la hora de la crisis más severa, no hay positivismo que valga.
En este tiempo de crisis posthuracán María, de hecho, no son muchos los que están receptivos a escuchar el superficial lema de que hay que ser positivo. Al contrario, para muchos la susodicha recomendación de que sean positivos, es el gatillo para disparar su coraje y frustraciones por el montón de situaciones que quedan sin resolver en su entorno. Por la tragedia que observan a su alrededor, no solo la personal. Y por el clima de desesperanza que en realidad se vive en el país.
Puede sonar cruel, pero de alguna manera la gente tenía que darse cuenta que toda esa filosofía hueca de que hay que ser positivo o que tú puedes ser todo lo que te propongas, no componen nada cuando aflora la crisis.
Como tampoco sirven tantas otras corrientes de pensamiento basadas en el ego, que no resuelven nada en la vida del ser humano cuando es atacado por la crisis.
Cuando las crisis verdaderas asedian a la persona, es cuando se da cuenta que no se puede vivir con filosofías como fundamento.
El fundamento en nuestra vida tiene que ser sólido, para que ninguna tormenta ni ningún problema o crisis, por fuerte que nos sacuda, no nos pueda derrumbar. Y el único fundamento sólido es Dios y su palabra.
“¿Por qué ustedes me llaman: ‘Señor, Señor,’ y no hacen lo que yo digo? Todo el que viene a mí y oye mis palabras y las pone en práctica, les mostraré a quién es semejante: es semejante a un hombre que al edificar una casa, cavó hondo y echó cimiento sobre la roca; y cuando vino una inundación, el torrente dio con fuerza contra aquella casa, pero no pudo moverla porque había sido bien construida. Pero el que ha oído y no ha hecho nada, es semejante a un hombre que edificó una casa sobre tierra, sin echar cimiento; y el torrente dio con fuerza contra ella y al instante se desplomó, y fue grande la ruina de aquella casa.” (Lucas 6:46-49)
Sé que a algunos les suena igualmente a una filosofía, pero para el que ha vivido fundamentado en la Palabra de Dios, ha podido dar testimonio en tiempos como este, que si bien sufrimos los mismos embates que el resto de los puertorriqueños por el huracán María y sus efectos derivados, tenemos una esperanza y una expectativa. Y lo mejor es que no están basadas en negar la realidad, ni se fundamentan en una fantasía. Están fundamentadas en la certeza de que Dios tiene el control, que es soberano y que Él es nuestra mejor porción. Y esa certeza no necesariamente es que todos nuestros problemas se solucionarán, sino que Dios estará presente en nuestra vida se buena o mala la circunstancia vivida.
Cuando nuestro enfoque y nuestra porción mayor es Dios, y deleitarnos en Él, los resultados adversos no nos frustran o al menos no nos derrumban.
No se trata de quedarse de brazos cruzados. Sino de hacer lo que está a nuestro alcance, pero sin desesperar, confiando no en lo que hacemos sino en lo que Dios hará conforme a su voluntad.
El positivismo nada tiene que ver con fe ni con descansar y depender de Dios. El positivismo lo que hace es negar la realidad.
Pero la verdadera fe no niega la realidad. Sino que lleva a confiar que Dios ayudará a superarla o sobrellevarla. No necesariamente solucionará tu circunstancia pero te ayudará a pasar de ella más maduro, si en lugar de pelear y quejarte, decides abrir los ojos y aprender del proceso.
De qué vale esperar un nuevo año con nuevas oportunidades y cambios, si tu actitud va a continuar siendo la misma.
Sé que muchos otros mensajes sobre el nuevo año estarán cargados de un exceso de positivismo que con el pasar de los días y semanas del 2018 será una emoción que se desinflará, pues estará basada en eso mismo, una emoción pasajera. Y es que la gente pretende cambios en su entorno y en sus circunstancias, pero sin compromiso.
Las personas buscan que todo a su alrededor se transforme pero no cambian ellos mismos en su corazón, que es donde está el problema. En el pecado que todo ser humano guarda en su corazón. Y esta palabra molesta, pero mientras no reconozcamos nuestra condición, seguiremos cada año con la misma falsa ilusión de que el próximo año será mejor, pretendiendo que todo cambie sin nosotros ser los primeros en cambiar.
“Más engañoso que todo, es el corazón, Y sin remedio; ¿Quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras.” (Jeremías 17:9-10)
¡Señor que venga el nuevo año, pero no nos dejes ser iguales!
Pido esto, porque oigo a mucha gente decir que son buenas personas y que no necesitan de ti, pero cuando su seguridad o su comodidad son amenazadas, como ocurrió con el huracán María, lo peor de cada uno sale a flote en el trato a los demás y en el egoísmo demostrado. En esos casos no son muy buenos que digamos.
En ese mismo bote estamos los creyentes, que tenemos que ser sinceros y arrepentirnos a diario de nuestros pecados y de nuestra propia justicia, ya que muchas veces caemos en el mismo error de creernos que hay algo bueno en nosotros por mérito propio y llegamos a envanecernos.
Si hay algo bueno que nosotros hagamos, fue porque Dios mismo lo determinó en su soberanía, así como dice Efesios 2:10: “Nosotros somos hechura suya; hemos sido creados en Cristo Jesús para realizar buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que vivamos de acuerdo con ellas”.
Para los que tienen problemas con la palabra pecado, o se encrespan al escucharla, la buena noticia es que Dios siempre ha mostrado su misericordia no solo en su perdón para el que verdaderarmente se arrepiente, sino que provee los medios de gracia para ayudarnos en nuestra debilidad.
Timothy S. Lane y Paul David Tripp, en su libro Como cambia la gente; como Cristo nos cambia por su gracia, establece lo siguiente en relación a nuestra forma de reaccionar ante los problemas: “Como pecadores tendemos, en nuestros corazones, a responder en una variedad de maneras pecaminosas a lo que sucede en nuestras vidas”, exponen estos autores, al tiempo que le llaman ‘espinas’ a esas variadas respuestas pecaminosas.
“Dios nos encuentra en nuestro pecado y nuestra lucha, con su gracia que transforma el corazón”, añaden los escritores para referirse a ese lugar de encuentro como la ‘cruz’.
“Finalmente, a medida que nuestros corazones son transformados por esa gracia, comenzamos a responder a las mismas viejas dificultades de formas nuevas”, señalan por último refiriéndose al ‘fruto’ en nuestras vidas.
Cierro con la misma petición a Dios para este 2018, que ya expresé arriba: “¡Señor que venga el nuevo año, pero no nos dejes ser iguales!”