La superfe no es fe
Sé que amuchas personas, obviamente creyentes, le puede parecer chocante lo que voy aexponer a continuación, pero no se trata de crear malestar. Lo escribo sin ánimode entrar en controversia.
Y es que enel tiempo actual cada vez vemos más ministerios predicando una palabra en quese le presenta al creyente, especialmente al que recién comienza su andar conel Señor, todo un panorama favorable en que incluso se le hace creer que siacepta a Dios en su vida, todo le va a ir bien y todo estará en victoria.
Nada máslejos de la verdad, pues el mismo Jesús advirtió especialmente a susdiscípulos, que en el mundo enfrentaríamos aflicciones. Y no solo aflicciones,sino incluso persecución por creer y proclamar su verdad; las Buenas Nuevas.
El problemacon la ‘superfe’, es que está divorciada de la realidad, y con esto no estoydiciendo que no hay que tener fe. Al contrario, he entendido que la fe síprovoca cambios y sí puede tornar mi realidad actual en una distinta, perotambién he aprendido por la Palabra que a fin de cuentas, la fe incluso es undon de parte de Dios. No es que yo deba darme el crédito.
Pero sí. LaPalabra nos enseña que debemos tener fe, porque sin fe es imposible agradar aDios. Pero la fe de la que nos está hablando la Palabra, la que Dios mismo nosconcede, no es para que neguemos la realidad. Dios nos creó a su imagen ysemejanza, y por lo tanto nos hizo seres humanos pensantes, con inteligencia ycon razón.
Y si noshizo inteligentes, es para que utilicemos esa sabiduría. Cuando niego a otraspersonas que tengo un problema, por mostrarles una apariencia de fe, no soloestoy faltando a la verdad, sino que estoy negando la eficacia de la verdaderafe e incluso mostrando desconfianza hacia Dios. No estoy dando oportunidad aque Él intervenga. Entonces, como no veo que Dios está respondiendo a mioración cuando yo se lo pedí, y en la manera que se lo pedí, pues me veoobligado a aparentar que todo está bien, o a negar mi problema. Esa es laactitud equivocada del que profesa esa ‘superfe’.
Mi deber noes negar mis crisis o problemas. Sí, estoy llamado a tener fe, pero no a negarmi realidad. La superfe se basa en puras fantasías, en hacer creer que todo estará bien. La fe nos llama no a negar la realidad, sino a depender de Dios.Si tengo una situación difícil como puede ser una enfermedad, ocualquier otro tipo de crisis, la verdadera fe me sirve para mantenerme firmeen mi convicción de que Dios puede intervenir para tornar esa realidad y cambiarla.
Pero si yoniego mi problema o cualquier situación grave que esté atravesando, y doy laimpresión de que no existe, ¿para qué necesito la fe entonces? Creo queescondiendo mi problema, no siendo transparente, también estoy escondiendo mife.
Y el Señorlo que desea es que demos testimonio.
El problemacon esa superfe que muchos predican, es que muchos que recién comienzan sucaminar con el Señor, llegan a creer esa teología triunfalista. Y como todos,de alguna u otra manera hemos sido influenciados por esta cultura consumista,en que nos creemos con derecho a tener lo que se nos antoje, pretendemos tambiénque Dios nos responda de la misma manera, y que se acomode a nuestra voluntad.
Y lo másgrave es que muchas personas que comienzan su caminar con Dios asumiendo comocorrecto todo esto, al primer escollo, tribulación o problema terminanapartándose.
Jesússiempre le fue claro a sus discípulos que enfrentarían problemas. Pero asímismo nos prometió que estará con nosotros hasta el fin.
Marcos13:11 es una muestra de esas advertencias que le hizo a sus discípulos. “Cuandolos entreguen a las autoridades y los lleven a juicio, no se preocupen por loque habrán de decir para defenderse. En ese momento, Dios les indicará lo quedeben decir. Ustedes no son los que van a hablar, sino que el Espíritu Santohablará por ustedes”.
Cuando unapersona está cerca de tomar la decisión de aceptar al Señor como su salvador(porque Dios mismo la atrae hacia Él), lo menos que necesita es escucharcuentos de fantasía. Necesita escuchar la verdad. Necesita escuchar que sí,habrán tropiezos, pero que Dios estará ahí para ayudarlo. Para ayudarlo a salirdel problema, o para atravesarlo de la mano del Padre. En cualquiera de los doscasos saldrá fortalecido y maduro.
Pero cuandotodo lo que se le presenta es un panorama color de rosa, la primera espina hacehuir al que más emocionado estaba en principio.
Quien no haconocido ni ha comenzado una relación con Dios aún, necesita entender que lomás importante y lo primero que debe tener en su vida no son las bendiciones,sino al dador de esas bendiciones.
Cuandobusco primeramente a Dios, lo demás vendrá como consecuencia y resultado deestar andando de la mano de Él. Pero si solo busco los beneficios, lasbendiciones, esos por sí solos no serán duraderos. Crearán una falsa idea debienestar, pero a la larga, por falta de un fundamento firme, desaparecerán. ¿Por qué preferir solo el fruto que a la larga se acabará, en lugar de desear al árbol que me puede mantener alimentado y cobijado bajo su sombra?
Ya estiempo que dejemos de presentar a Cristo como una varita mágica, porque es lo quemayor daño ha causado al Evangelio. Lo ha manchado porque en primer lugar loque se ha presentado no es el verdadero Evangelio. El Evangelio son las buenasnoticias de que a pesar de que el ser humano estaba separado de Dios por culpadel pecado, Jesús vino y por medio de su sacrificio restauró esa relacióndel ser humano con su Creador.
Sin embargo,al presentar la figura de Jesús distorsionadamente, como ese que resolverátodos tus problemas y te dará todo lo que se te antoje pedir, crea unas falsasexpectativas. Expectativas que al no cumplirse, hace que esos que solo se acercanpor interés, como plantée la semana pasada, se alejen cuando no tienen lo quequieren.
“Pero seacerca el tiempo —de hecho, ya ha llegado— cuando ustedes serán dispersados,cada uno se irá por su lado y me dejarán solo. Sin embargo, no estoy solo,porque el Padre está conmigo. Les hedicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendránmuchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo”.
Yo prefieropasar las tormentas de la vida con Jesús en mi barco, a tenerlas que pasar sin Él. Con Él en mi barco tengo la seguridad de que el marde las tribulaciones se calmará tarde o temprano; que saldré fortalecido y conuna fe renovada, pero fundamentada en la verdad, no en fantasías.