El Triángulo Dorado
Córdoba, Granada y Sevilla: las tres ciudades monumentales que componen el Triángulo Dorado de Andalucía.
La pasada Semana Santa tuve la muy esperada visita de mis padres a Madrid. Luego de ostentar mi aptitud como guía turística en la ruta de las compras y el tapeo madrileño, nos escapamos a Andalucía, la comunidad autónoma que bordea la costa sureña de España.
Desde antes de hacer el viaje, ya sabía que me iba a encantar.
Los últimos ocho meses en Madrid me han hecho apreciar aún más el calor y enchularme de cada acento español que tenga algún parecido con mi acento boricua.
Además, deseaba presenciar plenamente la unión de las tres culturas (la cristiana, la judía y la musulmana) que ha perdurado a lo largo de la historia del país y anhelaba prestar oídos y ojos a la música sevillana que me ha cautivado desde lejos.
Córdoba fue la primera parada de nuestro viaje. A lo largo de las vías estrechas de la judería, vi cómo cada puerta semi-abierta da paso a un antiguo patio. En estos patios, que suelen estar centrados en una fuente, cuelgan tiestos que alardean tonos verdes y rosados de vegetación.
También quedé prendada con la Mezquita-Catedral de Córdoba, que hace recordar ambas la lucha y la convivencia entre la religión musulmana y la católica.
Los moros influenciaron la vida española en todos los campos, desde las matemáticas y las ciencias hasta la lengua y las artes. Me parece que la Mezquita-Catedral es el mayor ejemplo de esta influencia en la ciudad de Córdoba. En ella vimos los famosos arcos cuya geometría perfecta crea la ilusión de que cada uno sea más alto que el anterior.
Luego nos dirigimos a Sevilla, la ciudad andaluza más poblada. Es imposible pasar por Sevilla durante Semana Santa y quedar indiferente ante las procesiones. Estos desfiles extensos ocurren hasta tarde en la noche y son parte esencial de la religión y la cultura en Andalucía.
Tuvimos la oportuna inconveniencia de toparnos con una procesión cuando íbamos con maletas desde la estación del tren hacia el hotel. Niños y adultos vestidos de penitentes y niñas y mujeres vestidas con mantilla negra caminaban al paso de música estremecedora, cargando velas detrás de la cruz.
El día siguiente fuimos a lo que ahora es mi plaza favorita en todo el país, la Plaza de España, situada en el Parque de María Luisa. Es una semi-rotonda enladrillada cercada por un canal y completa con cuatro puentes. Murales de azulejos dedicados a las provincias españolas bordean la plaza.
Los artistas que tocaban y bailaban sevillanas al lado del mural de Madrid fueron para mí el mayor encanto de la Plaza de España y motivo para volver muy pronto.
Nuestra gira por Andalucía concluyó en el antiguo Reino de Granada. Éste fue el último territorio que perdieron los moros durante la Reconquista de los Reyes Católicos.
El primer día nos dedicamos a pasear por las calles empinadas de Albaicín, el barrio árabe. Los caminos están repletos de teterías y tiendas que venden chucherías con mosaicos que imitan a los de La Alhambra.
Con un poco de suerte, conseguimos entradas para el monumento más codiciado de España, La Alhambra. La antigua cede del Emirato de Granada es realmente una ciudad dentro de otra.
Quedé hechizada por los azulejos y la escritura árabe en el Palacio de Carlos V, la elegancia del Patio de los Leones y las alfombras de flores de Generalife.
Visitar Andalucía es vivir la unión de distintas civilizaciones y entender que España sería otra sin su rica historia.