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Bailando y contando

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¡ Y yo no bailo !

¿A qué cuando leyeron el título se acordaron de una de las canciones que popularizó Menudo? ¿Sí? ¿Acerté? Haya acertado o no la realidad es que esa frase tiene que ver con lo que muchas personas viven hoy en día cuando se toca el tema de bailar. Quítele la “Y” al título y se quedará con las 3 palabras que nosotros los “homosapiens” utilizamos acompañado inmediatamente de un “porque”: “Yo no bailo porque no me gusta, porque no me interesa, porque tengo dos pies izquierdos, porque me da “pachó” etc. Y no es que esté mal que alguien no le guste bailar, ya que cada quien es libre de escoger su pasatiempo o actividad física favorita.

El problema está cuando tienes pareja, ya sea esposo(a) o novio(a) y salen a cuanta boda, quinceañero, bautismo, graduación, aniversario, convención; y ponen esa música sabrosa que te entra por los pies y lo único que piensas es bailar desde los primeros acordes. Sin embargo algo te detiene: tu pareja no sabe bailar o lo que es peor, no le gusta bailar. Algunas personas toleran de lo más bien este tipo de situación, pero si eres de las(los) que bailas hasta los anuncios sufres en cantidad desde tu inseparable amiga por esa noche: la silla.

“Houston we have a problem” como dijeron una vez desde el espacio y de seguro aquí en la tierra, cuando algunos descubren que no son tan afines con su pareja en muchas cosas; en especial cuando se trata de compartir una actividad tan peculiar como bailar. En los años que llevo como maestro de baile he podido comprobar que esto ocurre más en el hombre que en la mujer, o sea, casi siempre es al hombre al que no le gusta bailar y a la mujer sí. Y aclaro que al comentar sobre ello no significa que esté en contra de mi género, pero es lo que veo prácticamente a diario y lo comento tal cual es. Para serles honesto hasta ahora no he conocido ningún caso a la inversa pero en este mundo en el que vivimos puede pasar cualquier cosa.

Las historias que me han contado y otras que he presenciado son de féminas en la que les ha tocado vivir estas experiencias con dos tipos de hombres: Los que te dicen “ yo no bailo y tu no puedes bailar con nadie más”, son los que van a una fiesta con su pareja, no bailan y no la dejan bailar con nadie; o sencillamente tampoco la invitan a bailar un viernes o un sábado por aquello de hacer algo diferente y salir de la rutina. ¡Ah!, pero mucho menos tienen la iniciativa de tomar clases de baile aunque sea para complacerla, o si es la mujer quien decide tomar las clases no la acompañan aun teniendo el tiempo libre.

Y gracias a casos como estos he llegado a la conclusión de porque en mis clases grupales siempre asisten más mujeres que hombres, y porque no es extraño ver a dos chicas bailando juntas en una fiesta. ¡Coño! si no hay hombres que bailen.

 Por otro lado están los que te dicen “yo no bailo pero puedes bailar con quien tú quieras”. Son los más “easy going” ya que aceptan que no les gusta bailar pero permiten que ella salga a bailar; o por lo menos intentan tomar clases de baile y si ven que el baile no es lo suyo no le prohíben a su pareja disfrutarlo si saben que a ella le apasiona bailar.

Recuerdo una anécdota en la que una estudiante me invita a su fiesta de navidad que en su trabajo iban a celebrar. Hasta ahí todo va bien, el problema es que yo sabía que era casada por lo que me sorprendió la invitación; pero ella me aclara que había hablado con su esposo, y que él estaba enterado y de acuerdo con la invitación que ella me estaba haciendo. Les juro que todavía yo no entendía porque me hacía tal acercamiento, si ella podía ir con su esposo. Hasta que me sigue aclarando (y que bueno porque les juro que veía todo oscuro ante tal situación) y me dice que su esposo va también para la fiesta, pero como él no baila ella quería que yo fuera para tener con quien bailar. ¡QUÉ! (exclamé en mi mente). No podía creer lo que me estaba pasando pero sí podía entenderlo, el esposo era de los “ yo no bailo pero puedes bailar con quien tú quieras”. Si se están preguntando que hice y cuál fue mi contestación, pues le dije que sí, y créanme que la pasé muy bien ya que los dos se portaron muy amables conmigo; aunque no significa que no me sentí incómodo mientras yo bailaba con la dama y su esposo sentado, nos miraba bailar.

Desde ese momento y cada vez que cuento esto muchos me han dado la idea de “alquilarme” como parejo de baile, ya que hay muchas mujeres que no tienen con quien ir a una fiesta y bailar. Por un momento lo pensé, pero creo que no llegaría a tanto. Prefiero seguir dando clases de baile y que sean muchos los hombres que se motiven a ir a mis clases con sus parejas y aprendan a bailar, en vez de que venga un extraño y se la baile.

(No pretendo ser Dr. Corazón, pero hombre que leíste esto y te sentiste identificado, te digo que nunca es tarde para cambiar y sorprender a tu pareja, no solo en el baile, sino en cualquier cosa que ella no espere de ti. Y conste que esto también debe aplicarse a la mujer, porque como dice Cara Mía “para bailar Tango se necesitan dos”. Créanme, valdrá la pena. Porque como decimos en Puerto Rico “van a acumular muchos puntos”).

Pueden escribirme a bailarte4@gmail.com

Hasta la próxima semana 

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