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La correlación estadística entre los niveles de religiosidad y de disfunción social

Mientras en Puerto Rico se está considerando seriamente pasar una medida que eleva el privilegio religioso de algunos por encima de los derechos civiles de los ciudadanos que podrían ser ateos, LGBT, o de religiones no-cristianas, estimo que es importante que exista una discusión amplia no solo sobre el problema del privilegio religioso, sino también sobre el detrimento que hemos visto–históricamente, anecdotalmente y actualmente en datos demográficos observables–producen los altos niveles de religiosidad en términos de disfunción social general.

El meta-estudio de Gregory S. Paul titulado Cross-National Correlations of Quantifiable Societal Health with Popular Religiosity and Secularism in the Prosperous Democracies, que fue publicado en el Journal of Religion & Society, evalúa enormes cantidades de datos demográficos globales. En éste, se estudian los patrones de disfunción social relacionados con la religiosidad popular en muchas naciones, y se comparan los niveles de religiosidad versus estadísticas demográficas relacionadas a embarazos juveniles, crímenes violentos como homicidios, tasas de divorcio y suicidio, niveles educativos y de pobreza, y otras medidas de disfunción o estabilidad social. Algunas de las conclusiones:

The positive correlation between pro-theistic factors and juvenile mortality is remarkable … Life spans tend to decrease as rates of religiosity rise.

Traducción: La correlación positiva entre factores pro-teístas y mortalidad juvenil es observable … la duración de la vida tiende a disminuir mientras que los niveles de religiosidad aumentan. El estudio concluye (párr. 18):

In general, higher rates of belief in and worship of a creator correlate with higher rates of homicide, juvenile and early adult mortality, STD infection rates, teen pregnancy, and abortion in the prosperous democracies.

Traducción: En general, las tasas más altas de creencia y adoración de un creador se correlacionan con tasas más altas de homicidio, mortalidad juvenil y temprana, tasas de infección por ETS, embarazo adolescente y aborto en las democracias prósperas.

El meta-estudio (es decir, estudio que evalúa datos de muchos estudios previos) hace ver al alto nivel de religiosidad en una comunidad como la madre de todas las plagas: matanzas, mortalidad temprana, preñez precoz y enfermedades sexualmente transmitidas, todas le vienen asociadas. Por ejemplo, se cita como las tasas de infección de enfermedades venéreas es seis veces mayor en los países religiosos (párrafo 16). En el párrafo 20, se extiende el estudio a comparar los distintos estados de la unión americana, y se muestra que los mas religiosos (usualmente, los del sur) también tienen altos niveles de disfunción social mientras que los menos religiosos (como los del noreste) los carecen. En cambio,

None of the strongly secularized, pro-evolution democracies is experiencing high levels of measurable dysfunction.

(Traducción: Ninguna de las democracias laicas pro-evolución exhibe altos niveles de disfunción medible.)

Los efectos de la indoctrinación de los niños en los niveles de logro educacional deben además ser considerados. Con la proliferación de “escuelas-iglesia”, el gobierno de la isla parece haberle dado la espalda a los valores laicos que inicialmente fueron consagrados en la Sección 3 del Artículo II de la Constitución de Puerto Rico con un lenguage mucho mas claro y definitivo que la de los EU, diciendo: “Habrá completa separación de la iglesia y el estado”. Sin embargo, todos los estudios que han buscado investigar la correlación entre los altos niveles de religiosidad y el cociente intellectual (conocido como “IQ”, por sus siglas en inglés) muestran que la persona religiosa es, en promedio, mucho menos inteligente que la persona atea. Un estudio de Richard Lynn muestra que la persona atea tiene un promedio de 6 puntos de ventaja versus la persona religiosa.

La educación, a su vez, favorece el laicismo–prueba de que la gente no es ignorante, pobre, y dispuesta a temblar con miedo religioso primitivo por causas genéticas o inevitables. El ánimo laicista que se ve hoy entre los jóvenes persas es el resultado de las políticas de la República Islámica de Irán de ampliar el acceso a una educación universitaria entre la juventud en años recientes. Los recientes disturbios anti-teocracia en Persia (nombre pre-islámico de ese país) nos dan esperanza: una población educada es menos religiosa, tiene expectativa de mejores estándares de vida y está mas conciente de sus derechos.

El 45% de la población de Puerto Rico vive bajo el nivel de pobreza, y todos estos factores de disfunción social que hemos visto hasta ahora parecen ir correlacionados con la pobreza de modo que la causan, y a la vez la empeoran, y a la vez son empeorados por ella en un ciclo vicioso interminable. La falta de logro educacional impide que un individuo pueda alcanzar altos niveles de éxito en el mundo corporativo o laboral y así ganar un mayor ingreso, y también le impiden superar la superstición. Y los altos niveles de superstición o religiosidad le impiden saber aplicar el pensamiento crítico y superarse académicamente, lo cual impide escapar los ciclos de pobreza, etc. De modo que hay que disminuir las tasas de religiosidad, no solo para disminuir las tasas de violencia, preñez precoz, hijos no-deseados y crimen, y no solo para aumentar las tasas de logro educacional, y no solo ahora también para que personal religioso en hospitales no nos trate de negar acceso a servicios de salud, sino para salir de ese 45% de pobreza y prosperar.

Al oficialmente promover la religión en Puerto Rico, el estado–legislando seguramente sin antes haber consultado estudios empíricos disponibles al público, como los de Paul Gregory y Richard Lynn, para evaluar las repercusiones de sus políticas–no solo está traicionando la garantía constitucional laica, sino que compromete seis puntos del cociente intelectual de la población futura de la isla. No está claro, ni nadie en la legislatura ha explicado, como esto sirve los intereses del pueblo. Lo que sí está claro es que estas políticas anti-laicismo han empeorado, y van a seguir exacerbando, los problemas de disfunción social que tanto aquejan a la población puertorriqueña. Si no defendemos hoy nuestros valores laicos y seguimos degenerando en una teocracia, no mereceremos los beneficios que vienen con nuestra herencia laica.

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