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Vivir con Cáncer

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El PET Scan, Mónica Puig y yo.

La sala de recepción del centro nuclear estaba llena de personas envueltas en fogosas conversaciones. En este centro nuclear, es donde me hacen el estudio del PET Scan para determinar dónde están las concentraciones de células cancerosas y evaluar cómo ha progresado el tratamiento contra el cáncer.

La dinámica de las personas allí reunidas era bien pueblerina, hablaban de los temas del momento y de las dolencias de todos los congregados, de hecho, se recetaban unos a otros. ¡Tenía el colorido de tiempos pasados!

Era una camaradería espontánea que nacía de la necesidad de apoyo, comprensión y empatía. Almas que aun sin conocerse se necesitan. Es como tratar de repartir la angustia, la desesperación y la ansiedad entre muchos para que agobie menos.

Una vez entré a la sala de preparación me encontré con dos señoras en unas alegres y sonoras conversaciones telefónicas. El propósito de esta sala es para que el paciente esté relajado escuchando música suave antes de someterse al estudio y de esta forma los resultados son confiables y certeros.

Las dos señoras parece que le estaban contando a familiares y amigos sobre esta nueva hazaña en sus tratamientos. Estaban bien emocionadas contando sobre todos los detalles del procedimiento y pidiendo oraciones a todos.

Me llegó el turno de hacerme el estudio y me dirigí a la máquina que retrataría todos mis órganos y tejidos.

Entrar a la máquina fue como hacer un recorrido en el tiempo. Solo en aquella habitación reviví todas las etapas de mi enfermedad. La máquina me va retratando por partes, como si me trozara en pedazos, y de esa misma forma fui reconstruyendo mi proceso, mi proyecto de vida.

Recorrí todo el proceso de la enfermedad, desde mi primer laboratorio hasta este momento. Mientras la máquina me retrataba por dentro, las imágenes de este proceso desfilaban por mi mente. Éstas iban acompañadas de las emociones y sentimientos que la enfermedad del cáncer engendra.

La máquina te va moviendo hacia atrás y hacia el frente, como se mueve la misma mente. Creando un torbellino de emociones que nos atrapa y nos confunde, llenándonos de miedos y temores que nos paraliza y esclaviza.

Yo abro el corazón y la mente al Dios de la Vida, al Amor de los Amores, y me aferro a la fe y a la confianza puesta en Él. Mi ser es un himno de agradecimiento y alegría, de amor y paz. Nada me perturba, nada me trastorna. Estoy vivo y elegí ser feliz. Tengo un propósito en la vida, me queda mucho por hacer.

Al salir de la máquina y llegar a la recepción mi esposa Annabelle y varios de los empleados estaban viendo el último “set” del juego de Mónica Puig y la alemana Siegmund.

La nuestra con un “backhand” descomunal y el “forehand” potente y preciso daba cátedra a su oponente. Su mirada penetrante, punzante, agresiva y despreocupada. Quería el triunfo, lo deseaba con fervor, estaba decidida. La derrota no era opción.

Su corazón anticipaba la victoria y sus latidos triunfales la anunciaban.

Posteriormente Mónica ganó la medalla de oro olímpica para darle gloria a Puerto Rico y yo ganaré mi batalla contra el cáncer para la gloria de Dios.

 

 

 

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