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Vicios, virtudes y valores

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Diferir sin denigrar

“Temo lo que pueda pasar”, me dijo la joven profesional que acababa de aceptar un puesto prominente en la actual administración de Gobierno en Puerto Rico. ¿Su temor? Ella teme lo que podría pasar si llegara a convertirse en una figura pública.

¿Por qué? Porque el hecho es que hay gente en Puerto Rico—tanto comentaristas de noticias en la radio y la televisión, como público general que comenta las noticas en las redes—que se siente en libertad de atacar y humillar a las mujeres que se dedican al servicio público.

Algunos comentaristas atacan prácticamente a todas las mujeres, sin importar su afiliación política. No importa la preparación ni la experiencia que tengan, las critican tan pronto las nombran. Aunque tengan doctorados de las mejores universidades, estos comentaristas machistas las tildan inmediatamente de “brutas”. Del mismo modo, critican su forma de vestir, su peso, sus facciones, su estado civil y hasta su sexualidad.

Otras personas solo atacan a las mujeres que militan en los partidos contrarios. Y los comentarios son brutales y, casi siempre, injustos. Usted nunca ha escuchado críticas contra la forma de vestir de Eduardo Bhatia o de Thomas Rivera Schatz, pero las mujeres en la política tienen que vestir como celebridades. ¿Y qué me dice del peso? Los varones pueden ser obesos, pero las mujeres en la política deben verse como modelos de pasarela. Las primeras damas también son víctimas de estas críticas injustas. Sin embargo, no escuchamos comentarios similares contra los esposos de las gobernadoras ni de las alcaldesas.

Y lo que más me indigna es leer comentarios denigrantes escritos por personas de fe, particularmente por líderes religiosos, contra las mujeres que ocupan puestos públicos. La voz profética nos llama a analizar la conducta del liderazgo político y social del país,  pero no justifica el insulto que busca humillar, denigrar y destruir a los demás. Quienes confesamos ser creyentes en Cristo Jesús bien podemos expresar posiciones políticas y criticar aquello que entendamos equivocado. Lo que no debemos hacer es usar el insulto como arma política para denigrar a los grupos más vulnerables de la sociedad. No debemos insultar a nadie por su género, su nivel de habilidad física, ni por su orientación sexual.

Volviendo al tema de las críticas a las mujeres en el servicio público, creo que podemos diferir y hasta criticar sin caer en el vicio de denigrar. Criticar el peso o la forma de vestir de una mujer dedicada al servicio público—sin importar su afiliación política—no mejora en nada nuestra calidad de vida. Burlarse de las primeras damas, de cualquier partido, tampoco avanza causa alguna. Y decirle “bruta” a una mujer dedicada al servicio público no sólo la denigra a ella, en lo personal, sino que denigra a todas las mujeres puertorriqueñas.

A manera de conclusión, evoco una de las frases de Jesús de Nazaret, quien dijo: “El hombre bueno, saca lo bueno del buen tesoro de su corazón. El hombre malo, saca lo malo del mal tesoro de su corazón; porque de la abundancia del corazón habla la boca,” (Lucas 6:45 RVC). Por lo tanto, los comentarios soeces que hacemos contra otras personas solo demuestran la podredumbre de nuestro corazón.

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Pablo A. Jiménez es un ministro protestante, profesor de teología pastoral y autor de varios libros religiosos. Para más información, visite: http://www.drpablojimenez.com

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