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Trump clasifica a Antifa como organización terrorista

George Floyd no es la razón por la que hay disturbios en varias ciudades de los EEUU. Es solo la nueva excusa o pie forzado para desestabilizar. Si se tratara de protestas pacíficas para pedir justicia, no tendría sentido el incendiar edificios de vivienda pública y locales comerciales, ni el agredir a ciudadanos indefensos. Los actos de coacción y de terror realizados por Antifa y Black Lives Matter (BLM) responden a otra agenda.

Estas organizaciones se dedican a la propaganda por el hecho. Provocan desorden y agitan para cambiar el orden socioeconómico y constitucional. Mediante la demagogia, apelan a las emociones para aprovechar a sectores indignados por algún asunto coyuntural. Mezclan problemáticas irrelevantes al asunto por el cual supuestamente se manifiestan. Por ejemplo, incendian edificios comerciales, porque los consideran símbolos del capitalismo.

Antifa opera en oposición al capitalismo, por eso su nombre incluye el prefijo “anti”. No presenta cuál es su marco político-ideológico, pero se sobreentiende, por sus acciones y propaganda, que es una organización anarcosocialista que confunde al capitalismo con el fascismo. Lo irónico es que recurre a tácticas violentas y de destrucción de negocios que usaban las juventudes fascistas europeas, pero se hace llamar antifascista.

Black Lives Matter es una organización que dice luchar en contra del racismo institucionalizado en los EEUU, pero opera como un organismo racista que parte del supuesto de que no se puede ser racista contra personas caucásicas, de raza, fenotipo o color de piel blanco. Por esto, le parece indignante el caso de Floyd, un hombre de tez negra que murió en Minneapolis, Minnesota, durante un arresto que realizaron varios policías, en el cual hubo uso excesivo de fuerza, pero no le indigna que un grupo de “manifestantes” golpeen a un hombre (caucásico) hasta dejarlo en condición crónica.

Si se clasificara a BLM en un espectro que va de pacífico a violento, de Martin Luther King Jr a Malcolm X, entraría en la categoría del segundo, porque sus tácticas son violentas y mantiene vínculos con organizaciones de propagandistas islámicos. Esta organización dice combatir la violencia, pero en todas las “protestas” que participa hay disturbios, destrucción de propiedad y agresiones.

Prueba de que hay una agenda oculta que no se relaciona con el caso de Floyd es que los disturbios llegaron hasta la Casa Blanca, y hubo intentos de entrar por la fuerza. El Servicio Secreto de EEUU tuvo que intervenir para proteger al Presidente.

Es absurdo responsabilizar a Donald Trump, porque el estado de Minnesota es predominantemente demócrata y los funcionarios y representantes del orden público, en la Rama Ejecutiva y la Rama Legislativa, son demócratas. Esto no quiere decir que el Partido Demócrata sea responsable, pero es evidente que el Partido Republicano no lo es.

Las “protestas” que azuza Antifa y BLM se realizan en varias ciudades de EEUU, predominantemente demócratas, y tienen un matiz anticapitalista y antirepublicano. No tienen que ver con combatir al “racismo institucional”, sino con sacar a Trump de la presidencia.

Es sospechoso que justo cuando comienza a reabrir la economía, luego de los cierres y toques de queda por la pandemia del Covid-19, surgen estos disturbios orquestados en diferentes puntos de la Nación. No es casualidad que haya destrucción de negocios, pues las organizaciones anticapitalistas tienen como objetivo la destrucción de la economía de mercado. Aprovechan la situación para realizar actos violentos que exacerben la crisis económica. Es un situacionismo violento.

De repente la pandemia del Covid-19 dejó de preocuparles. Ahora es aceptable salir, aglomerarse, “protestar” y no hay temor a infectarse. Los medios de prensa que antes propagaban la narrativa del “quédate en casa”, cambiaron el mensaje para promover las “protestas”.

Los alcaldes y gobernadores demócratas son negligentes en el manejo de la situación, como quien deja que pase lo que pase. El mejor ejemplo es el de la alcaldesa de la ciudad de Washington DC, Muriel Elizabeth Bowser; no quiso activar a la Policía para proteger la Casa Blanca. El Servicio Secreto de EEUU tuvo que intervenir sin asistencia.

Estos disturbios se parecen a los orquestados por el régimen de Nicolás Maduro y de Raúl Castro en varios países de Suramérica. Se utilizan las mismas tácticas que en Ecuador y en Chile. La quema de edificios es la más notable. Por esto, el presidente Trump clasificó a Antifa como organización terrorista doméstica.

Esto no debería tratarse como una competencia entre demócratas versus republicanos. La destrucción del orden americano perjudicaría a todos los ciudadanos y partidos.

Quienes podrían sacar partido son los socialistas “democráticos”. Por ejemplo, la congresista por el estado de Minnesota, la islamista y socialista, Ilhan Omar, promueve las “protestas”, pero se desentiende de la violencia. Juega al “policía bueno” que afirma que las protestas son pacíficas y que los que realizan actos criminales son agentes externos. Este libreto no es nuevo, es común afirmar que los vándalos y los terroristas son infiltrados o que son pagados por otro para desprestigiar las manifestaciones.

El juego retórico consiste en promover las “protestas”, mientras se niega vínculo con los terroristas. Nadie sensato promovería este tipo de manifestaciones en la coyuntura actual, pandémica y de crisis económica, y menos minimizaría el destruir ciudades e intentar forzar la entrada a la Casa Blanca.

Los ciudadanos y residentes de EEUU deben ser aguzados, no caer en la trampa de quienes recurren a la demagogia ni dejarse seducir por propagandistas malintencionados. Da igual a qué partido pertenezcan.

 

 

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