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La élite demócrata teme más a Sanders que a Trump

El presidente de EEUU, Donald Trump, publicó varios tuits en días diferentes sobre la agenda de la élite demócrata para derrotar al precandidato presidencial Bernie Sanders. Indica que le harán lo mismo que en las primarias presidenciales de 2016. Trump no apoya a Sanders, pero resalta que el Partido Demócrata está dividido. Aprovecha para señalar la crisis interna que tienen los demócratas y les pone el dedo en la llaga.

Es obvio que Trump no se identifica con los socialistas “democráticos”; sin embargo, le recuerda a la élite demócrata lo sucio que juega y expone las tácticas frívolas que usa contra sus contendientes. Lo que los elitistas demócratas le hacen a Sanders se lo hacen a Trump e, incluso, peor. Pero, Trump no es demócrata, y Sanders, a pesar de que es un senador federal independiente, amenaza a la élite que controla al Partido. Por eso, le temen más que a Trump.

El monstruo creado por esta élite, que alimentó por años a los socialistas y progresistas, y abusó de la política de identidad y de la demagogia, ahora se les vuelca en contra. La amenaza es tal que varios precandidatos presidenciales (Amy Klobuchar y Pete Buttigieg) decidieron retirarse y endosar al ex vice presidente de EEUU, Joe Biden, justo antes del Súper Martes, el día en el cual habrá el número mayor de primarias presidenciales.

Los multimillonarios que apostaron por Mike Bloomberg, cuando Biden estaba desinflado, le retiraron el apoyo. Desde que Biden ganó la primaria de Carolina del Sur, se alinearon. Biden será el Hillary Clinton del 2020. Es el candidato de la élite demócrata. A los elitistas poco les importa si tiene controversias sobre posible corrupción asociada al caso de su hijo Hunter Biden y sobre su tendencia a manosear a niñas, a adolescentes y a mujeres casadas. Hillary también tuvo fama de corrupta, pero igual le otorgaron el voto ($) de confianza.

Quienes realmente salen perjudicados son los electores que confían en Sanders. Depositan sus esperanzas en un partido que los traiciona y que los usa para luego excluirlos. Sanders no es la víctima, pues en la carrera de precandidatura presidencial de 2016 endosó a Hillary. No quiso atacarla sobre el asunto de los mensajes de correo electrónico clasificados que eliminó de forma ilícita ni sobre la posible obstrucción a la justicia y otros señalamientos, como el alegado esquema de fraude en Haití realizado mediante la Fundación Clinton. Sanders no se atrevió a confrontarla, se autocensuró y luego la endosó, a pesar de que hubo tácticas sucias y de alegado fraude electoral en varias primarias de 2016. Los seguidores de Sanders tal vez no perdonen una segunda traición.

Luego de la retirada de varios precandidatos moderados, la contienda real se cierra a solo dos precandidatos que están al frente en las encuestas y que son los que más delegados tienen e, incluso, son los únicos que han ganado primarias o caucus: Sanders y Biden. En otras palabras, será una contienda entre el precandidato socialista y el precandidato elitista con apoyo de los multimillonarios que donan al Partido Demócrata. Biden es el Jeb Bush demócrata. Sanders es el Trump versión socialistoide y con menos carisma.

Este escenario conviene al presidente Trump. Mientras los demócratas batallan, gastan fondos de campaña y se traicionan, lo que lleva a decepción, frustración y desafiliaciones, el Partido Republicano se coloca fuerte, recluta, recauda donaciones significativas y fortalece la campaña de Trump.

La élite demócrata queda desenmascarada ante los socialistas “democráticos” que apoyan a Sanders. Esta lucha interna está como para una noche de martes acompañada con pop corn. Los republicanos pueden descansar y dejar que el enemigo se equivoque y enfrente a sus propios demonios.

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