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Trump vela por la seguridad de sus aliados y de EEUU

En la reunión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) el presidente de EEUU, Donald Trump, convenció a los jefes de Estado para que aporten más fondos al organismo de seguridad. Sin embargo, la prensa antiTrump prefirió reportar un chisme sobre que el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, se burlaron de Trump en una conversación informal. Estos medios de prensa se comportan como un enemigo de la Nación. En su afán de atacar a Trump, perjudican la seguridad nacional.

La OTAN festejó sus 70 años de existencia con acuerdos para reforzar la seguridad regional y con un compromiso de aumentar los fondos que asigna cada país miembro. Pero, esto no es lo que llamó la atención de los “reporteros”. Se fijaron en todo lo que pudieran utilizar para atacar a Trump, incluso en conversaciones informales que fueron sacadas de contexto y proporción. Parece como si el objetivo fuera propagar notas falsas que afecten adversamente a la administración Trump, aunque el perjuicio alcance a los EEUU.

Tampoco destacaron que recientemente Trump le ofreció asistencia militar al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), para combatir a los carteles de drogas que aterrorizan a varios estados mexicanos. Bajo la administración Trump estos carteles fueron clasificados como organizaciones terroristas. Uno de los objetivos del gobierno de Trump, en política exterior y seguridad nacional, es acabar con los terroristas islámicos y los narcos.

Ninguno de los logros en política exterior son dignos de reportajes, porque los medios antiTrump no quieren conceder ni un ápice de victoria a quien consideran su enemigo. Prefieren promover la inestabilidad y poner trabas a la paz mundial antes que ceder. Por ejemplo, todavía no reconocen que Trump fue elogiado en el Pacífico por promover la paz entre las Coreas. La Declaración de Panmunjom que llevó a la desmilitarización de las fronteras que comparten Corea del Norte y Corea del Sur no es poca cosa, pero ni lo mencionan. No les conviene informar que el primer ministro de Japón, Shinzõ Abe, recomendó a Trump para el premio Nobel de la Paz.

Tampoco reportan los logros en negociaciones para que liberen a rehenes americanos capturados en Corea del Norte, Venezuela, Turquía, Irán, entre otros países. Ni mencionan como un logro la mediación para que Turquía acordara un cese al fuego en la frontera que comparte con Siria. Evitó una masacre contra los kurdos, pero como quiera lo culparon por no intervenir militarmente.

Cuando se trata de Trump, hay una doble vara moral; lo bueno es considerado malo. Si Trump evita una guerra con Siria, Turquía, Corea del Norte o con cualquier otro país, lo tildan de blandengue. Quienes lo critican pronosticaron que sería un presidente guerrerista, pero se equivocaron. Al notar que su arte es la negociación y no la belicosidad, modificaron el discurso para presentar lo bueno como malo. Negociar se convirtió en una mala palabra, en una debilidad y en una forma de supuestamente beneficiar a sus enemigos.

Las tácticas de los medios odiantes (haters) se asemejan a las de la propaganda de guerra. Se comportan como enemigos de la Nación en una guerra declarada. Sin embargo, EEUU no está oficialmente en guerra, ni siquiera existe otra Guerra Fría. Lo que hay es un uso irresponsable e inmoral del cuarto poder para beneficio de grupos de interés y de corporaciones internacionales a las que no les conviene que Trump ponga a EEUU primero.

Las corporaciones de alta tecnología de China, los países productores de petróleo (gas y carbón), las corporaciones de energía renovable, varias corporaciones de países enemigos y aliados repudian la política de Trump sobre renegociar acuerdos comerciales, establecer acuerdos bilaterales, reducir el déficit comercial de EEUU, establecer reciprocidad en los aranceles, proteger la industria de combustibles fósiles, reducir los impuestos a las corporaciones que produzcan en EEUU, entre otras decisiones que benefician a la economía americana, pero afectan la competitividad extranjera en el mercado de EEUU. A Trump lo odian, porque su patriotismo pone trabas a los intereses de corporativistas, globalistas y otros istas.

Para Trump, los trabajadores americanos son primero. Por esto, el Partido Demócrata detesta a Trump, pues le quitó la “patente” electoral del voto obrero. Mientras los demócratas se entretienen con la guerra cultural feministoide (o guerra de los sexos), elegebetera (lgbttq de la a la z) y de las razas, Trump atiende los problemas reales que aquejan a los trabajadores americanos, sean hombres o mujeres, heterosexuales u homosexuales, blancos o negros, pues un billete en el bolsillo del ciudadano promedio y el que haya movilidad social vale más que discursos vagos que incitan a la división. Lejos del ataque típico sobre el Trump divisivo, el hecho es que su patriotismo incita a la armonía.

No es cierto que EEUU esté peor bajo la administración Trump. El lema Make America Great Again (MAGA), que en la segunda campaña electoral de Trump cambia a Keep America Great, se sostiene. Todos los americanos se benefician de una economía boyante y de una política exterior que propende a la paz.

El éxito económico de EEUU viabiliza que mantega su liderazgo global y beneficia a sus aliados. Los medios de prensa que representan a Trump como una amenaza nacional y mundial fracasan. El Partido Demócrata tampoco logra ganar adeptos mediante la difamación constante ni tiene un escenario favorable para destituir al presidente de EEUU.

Es probable que Trump sea reelecto, lo que no se sabe es si los demócratas se darán cuenta y aceptarán las razones por las cuales fueron derrotados. Mientras más temprano lo hagan, mejor posicionados estarán para reorganizarse.

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