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La obsesión antiTrump perjudica a la Nación

El Partido Demócrata está en una disyuntiva entre aprobar una medida para que el Senado federal inicie un juicio político contra el presidente de EEUU, Donald Trump, o irse en retirada por el bien de la Colectividad y de la Nación. Debido a que la Comisión de Inteligencia de la Cámara de Representantes federal no halló evidencia en contra de Trump, es contraproducente juzgarlo por un alegado contubernio con el gobierno de Ucrania. Si votan a favor de juzgar a Trump, quienes saldrían perjudicados son los congresistas demócratas, pues pierden apoyo, por desatender los problemas que aquejan al americano promedio.

Las encuestas de opinión muestran desaprobación al proceso de residenciamiento. Hay otros asuntos que tienen mayor atención, como el alto costo de los medicamentos y el Acuerdo de EEUU-México-Canadá. Los trabajadores industriales y agrícolas de EEUU tienen como prioridad la conservación de sus empleos mediante el aumento de las exportaciones y la reducción del déficit comercial. Poco les importa la política chiquita y nimia de la batalla partidista. Piensan con su bolsillo, en mantener o aumentar su poder adquisitivo, en la movilidad social, y no en sacar a Trump de la presidencia.

La presidenta de la Cámara Baja federal, Nancy Pelosi, se dio cuenta del riesgo que implica iniciar un proceso de destitución del presidente de EEUU. Sabía que se necesita apoyo bipartidista y que el costo político electoral es significativo. Sin embargo, cedió ante la presión de los socialistas “democráticos” que condicionan su apoyo para que continúe como presidenta del Cuerpo. Pelosi atesora su puesto tanto que está dispuesta a correr riesgos que perjudiquen a su partido y a los EEUU. Lo irónico es que si los demócratas pierden la mayoría en la Cámara, Pelosi dejaría de ser la presidenta del Cuerpo. Está contra la espada y la pared, por su propia ambición.

Internamente, el Partido Demócrata está fragmentado, pero pegado con (K)crazy glue. Se le ven las fisuras entre una Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) y una Pelosi, entre alguien socialistoide o a la izquierda y alguien de centro. La élite tradicional del Partido sabe que muchos jóvenes y universitarios simpatizan con los socialistas “democráticos”; por eso, evitan las peleas internas. Prefieren atacar a Trump con frivolidades antes que arriesgarse a perder la hegemonía de su partido. En el proceso arriesgan perder apoyo de los llamados Blue Dog Democrats o demócratas que se identifican como conservadores fiscales, si es que todavía quedan.

Los demócratas se han movido tanto a la izquierda que motivan el surgimiento de movimientos como el #WalkAway, iniciado por Brandon Straka, un joven homosexual que abandonó al Partido Demócrata y que convoca a otros a hacer lo mismo. Los electores negros también abandonan al Partido. El movimiento #Blexit, cuya portavoz más destacada es Candace Owens, motiva a muchos negros a desafiliarse del Partido Demócrata.

Establecer como misión el destituir a Trump con acusaciones falsas le ha hecho más daño a los demócratas que al Presidente. Lamentablemente, en el proceso se llevan a la Nación enredada, pues para hacer quedar mal a Trump, obstaculizan la aprobación de medidas económicas que beneficiarían al País.

Se necesita un liderazgo demócrata que entienda que el socialismo fracasó como sistema político-económico, que sobran ejemplos históricos (la Unión Soviética) y presentes (Venezuela), y que velar por el interés nacional tiene prioridad sobre los caprichos partidistas. Ambos partidos de mayoría deben servirle a la Nación y deben compartir, como mínimo, la defensa del orden americano, aunque difieran en los detalles.

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