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Todos los muertos son buenos

A John McCain lo glorifican después de muerto, porque fue crítico de Donald Trump. Cuando corrió como candidato para presidente de Estados Unidos  (EEUU), por el Partido Republicano, lo tildaron de racista y lo difamaron. Sin embargo, como todo el que ataque a Trump es considerado un héroe para los never trumpers y progresistas, pasaron de la injuria y el vilipendio a la adulación y la apología.

Una vez mueres, se expían las culpas. Hasta los enemigos políticos te “admiran”. Claro está, saben que ya no eres una amenaza. Te usan para hablar a tu nombre y se expresan sobre ti como si fueran médiums, capaces de hablar con los muertos.

Los reporteros de medios de prensa antiTrump insisten en preguntar al presidente de EEUU si considera que McCain es un héroe de guerra. Esto a pesar de que la Guerra de Vietnam es la guerra más demonizada en la historia de EEUU y de que los medios de prensa suelen representarla como una “derrota” americana y como un momento “vergonzoso” para la Nación. A los veteranos de Vietnam se les representa en la ficción como adictos a drogas, enfermos mentales o tontos útiles. Esta guerra es el símbolo al que recurren a modo de referencia los movimientos antiguerra. Suelen señalar que la Guerra de Vietnam fue “imperialista” y propagan la idea de que EEUU es el malo de la película cuando se examina la historia de la Guerra Fría y de la lucha del capitalismo versus el comunismo.

Cuando les conviene, reconocen a los veteranos de guerra. Son los mismos medios que no le dan crédito a Trump por darle prioridad a los veteranos y presentar medidas para mejorar sus beneficios y servicios de salud. Muchos veteranos de guerra quedaron en el olvido por décadas. No se ha visto tal entusiasmo de los medios por los casos de los veteranos sin hogar o con problemas de salud.

Atacaron a George W. Bush y a McCain con el discurso de que son guerreristas, neocons y sobre que favorecen intervenciones militares innecesarias. Pero, ahora lo consideran un héroe, un hombre digno de reconocer por sus “méritos”, incluso como funcionario público; a Bush lo tratarán igual cuando le toque su turno, sobre todo por ser un never trumper. A Mitt Romney y a McCain los masacraron mediáticamente en la guerra del asesinato de carácter, durante las elecciones presidenciales del 2008 y del 2012. Ser republicano automáticamente te convierte en racista, a la luz de los medios, pero al morir dejas de serlo.

La hipocresía no es una virtud, sino un vicio del cual la prensa no logra escapar. No son solo los políticos quienes se encargan de destripar la dignidad del otro. Irónicamente, quienes te degradan luego pueden ser tus “aliados”, aunque sea solo porque eres útil para demonizar a otro. No importa si vives o mueres, igual puedes servirles. Aunque muerto, es más fácil poner palabras en tu boca.

El presidente de EEUU publicó mensajes en las redes sociales para comunicar sus condolencias a la familia de McCain y ordenó colocar la bandera a media asta en los edificios federales. Esto no fue suficiente para quienes aprovechan la tragedia o lo que es natural en la vida de todo hombre, la muerte, con el fin de atacar a un adversario político.

Varios reporteros gritaron preguntas sobre McCain en conferencias públicas del Presidente, a pesar de que estaban fuera de orden. Insisten en forzar una narrativa sobre las diferencias entre Trump y McCain. Es como si al morir automáticamente ganaras el argumento moral y tuvieras quienes se encarguen de hacerlo valer.

Exigen que Trump se disculpe con McCain, que lo reconozca como un héroe, que le conceda la razón por cada una de sus propuestas e ideas, que lo haga o si no, pecará de no honrar a los muertos y de hereje ante la superioridad moral de quien muere.

Trump fue honesto al preocuparse por los familiares de McCain, que son los que pasan por el duelo. No usó la muerte a modo de demagogia ni expresó palabras que no considere ciertas. Los que le piden que honre a McCain más allá de lo merecido y de lo que son los valores del Presidente, demandan ser falso, lisonjero sin causa y cínico. Quieren que se humille y que cambie de posturas; le otorgan a la muerte un valor extraordinario, como si morir fuera excepcional.

¿Qué pasaría si fuera Trump quien muere? Los detractores estarían contra la espada y la pared, pues la máxima “todos los muertos son buenos” parece ser una ley que se debe cumplir.

 

Nota del autor:

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