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La falsa indignación en contra de Trump

The Washington Post publicó una nota de prensa en la cual le atribuye unas expresiones al presidente de Estados Unidos (EEUU), Donald Trump, que provocaron otra controversia. Es normal que la prensa ataque a Trump y que genere discusiones de carácter moral. El Presidente no se caracteriza por seguir el political correctness ni por autocensurarse cuando entiende que algo se debe decir. Sin embargo, en esta ocasión, no acepta que expresó dichas palabras y el diario que lo difama no presentó evidencia.

Las expresiones que le atribuyen se dan en el contexto de una reunión en Casa Blanca entre el Presidente y congresistas de ambos partidos. Conversaban sobre asuntos de inmigración, fronteras y las reformas o medidas legislativas que se pueden aprobar de modo bipartidista. Fue una conversación armoniosa y relajada que perseguía acuerdos entre las partes.

Según The Washington Post, Trump preguntó: “¿Por qué permitimos que todas estas personas provenientes de países mugrientos vengan aquí?” (la traducción es mía). El término controversial que le atribuye es el de shithole, que puede traducirse como “pocilga”, “antro”, “agujero de mierda”, “mierdero”, “mugriento”, entre otros. Supuestamente se refería a países como Haití, El Salvador y el continente africano.

No es la primera vez que acusan a Trump de hacer comentarios que son tildados de racistas o xenófobos sin presentar un video, documento u otra evidencia escrita u oral. Solo se usan fuentes anónimas, se toca de oído y se repite lo que sus adversarios le señalan.

Se pasa juicio moral sobre el Presidente sin certeza de que en efecto haya hecho tales expresiones. Es como debatir sobre un muñeco de paja o ficción que solo existe en un mundo imaginario o en el deseo de sus enemigos. El objeto de análisis psicomoral no es Trump, sino el personaje que construyeron.

Usar la política de identidad contra los republicanos no es algo nuevo. Los medios liberales y los demócratas suelen etiquetar a sus oponentes como racistas. Así consiguen demonizar para atraer votos o audiencia de hispanos, negros y otros sectores. La táctica político electoral y de relaciones públicas funciona. El juicio moral debería pasarse sobre quienes recurren a este juego sucio y no sobre sus víctimas.

La pregunta que deberíamos hacer es por qué un medio de prensa provoca una controversia, toma posturas, pasa juicio moral y difama sin presentar evidencia. Por qué un medio de prensa sacrifica la integridad periodística y su credibilidad en el altar político electoral y de relaciones públicas. ¿Pesa más el mercadeo, la publicidad por la publicidad misma, que el reportar datos, información, hechos e investigar y documentar lo que se publica?

Detrás de la cortina de los politiqueros que repiten como el papagayo se esconde una falsa indignación. La fila de supuestos ofendidos con las expresiones de Trump está compuesta por sus opositores.

Es irónico que demócratas que simulan enfado defiendan la dignidad de los haitianos ante la alegada afrenta de Trump, pero callen cuando se evidencia que la Fundación Clinton cometió fraude con las donaciones dirigidas a Haití. No se trata de defender a los haitianos, sino de usarlos políticamente para causar perjuicio a un oponente. Si el bienestar de Haití fuera la prioridad, lejos de hablar sobre la inmigración haitiana a los EEUU, se hablaría sobre cómo levantar su economía para que no tengan que salir de su país.

Los que quieren ayudar a los salvadoreños, deberían enfocarse en cómo mejorar la seguridad de esa nación y fortalecer su economía.

África enfrenta graves problemas de inseguridad. Los cristianos son masacrados en varios países por organizaciones terroristas islámicas. Trump ordenó combatir al Estado Islámico en Somalia; protege a los sufíes, a los cristianos coptos y a otros grupos religiosos perseguidos; también, se preocupa por la estabilidad del continente. Sin embargo, no le dan crédito, no es profeta en su propia tierra, a pesar de que no hizo lo que Obama, quien desestabilizó a Libia y permitió que el Estado Islámico se fortaleciera. El expresidente de EEUU tiene ascendencia africana, de Kenia, pero eso no hizo que se preocupara más por atender los problemas continentales.

A Trump lo atacan por lo que creen que dijo, pero omiten sus acciones. Parece que el dicho, “una acción vale más que mil palabras”, no pesa para quien solo le importa la demagogia y la retórica de la seducción. Le exigen al Presidente que se exprese de modo “presidencial”, como si existiera un estilo y estética prefijada que indica el modo de decir las cosas. Ese único modo protocolar consiste de mentir elegantemente, maquillar con las palabras, decir mucho y no decir nada, prometer para no cumplir y privilegiar a la palabra ante el hecho. A esto Trump le llama “los políticos son todo palabra y nada de hechos”. Su pecado es invertir el orden y ser menos político, ser todo hechos y menos bla, bla, bla.

El que quiera evaluar moralmente al Presidente, debería enfocarse en sus decisiones y acciones para atender problemas económicos y de seguridad en y fuera de EEUU, y fijarse menos en lo que supuestamente se dice que dijo. La falsa indignación y el chisme no son virtudes, sino vicios.

 

 

 

 

 

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