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La diplomacia y el mollero no son mutuamente excluyentes

Donald Trump, presidente de Estados Unidos (EEUU), se saca la presión de encima respecto a las acusaciones sobre supuestos vínculos con Rusia. Sus más férreos críticos del Partido Demócrata y del Partido Republicano se silenciaron luego de que autorizara un ataque naval contra una base aérea en Homs, Siria. El mensaje fue claro y contundente.

Varios analistas consideran que es un mensaje dirigido a Siria, a Irán, a Rusia, a Corea del Norte, a China y a otros estados sobre el cambio de mando en EEUU. Ya no se lidera desde la retaguardia, como en los tiempos de Barack Obama, expresidente de EEUU. De ahora en adelante, la diplomacia estará acompañada del mollero.

El gobierno del presidente sirio, Bashar al-Ásad, acordó adherir a Siria a la Convención Internacional para la Prohibición de Armas Químicas, como parte de un plan trazado por EEUU y Rusia. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) aceptó la solicitud de Siria en el 2013. La Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) estableció una hoja de ruta para la destrucción del arsenal químico sirio. Hubo mucha desconfianza en que Siria cumpliera con el acuerdo; la presión principal provenía de EEUU, quien amenazaba con realizar un ataque para destruir los almacenes de estas armas.

Obama estableció una línea roja imaginaria que el gobierno de al-Ásad cruzó, pero estuvo dispuesto a negociar y a confiar en la diplomacia y en la mediación rusa. El ataque ordenado por Trump para destruir parcialmente la fuerza aérea de Siria, luego de que se realizara un ataque con armas químicas en la provincia de Idlib, comunica con el mollero que se debe respetar lo que se logra con la diplomacia. Para Trump, la tercera no es la vencida; traza las líneas rojas concretamente y no de forma imaginaria.

Las teorías de conspiración no se hicieron esperar. De inmediato el gobierno de Bolivia pide una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU. Su embajador, Sacha Llorenti, acusa a EEUU de fungir como ¨verdugo¨ y de actuar unilateralmente. Lo que no dice Llorenti es que EEUU hizo posible la presión contra el gobierno de al-Ásad, desde el 2013, al punto de que confesara que posee armas químicas. Llorenti hizo referencia al reinicio de la Guerra de Irak en el 2003, luego de que EEUU alega que el gobierno de Sadam Husein posee armas de destrucción masiva. Dijo que estas armas nunca se encontraron. Omite que Husein utilizó armas químicas en la década del ochenta y que, al igual que al-Ásad, negó almacenarlas.

Hay que cuidarse de las teorías de conspiración motivadas ideológicamente y que operan a modo de prejuicios. Por ejemplo, se afirma que EEUU atacó la base aérea en Homs para provocar una guerra que lleve al derrocamiento de al-Ásad. Otros afirman que EEUU quiere apoderarse de los recursos sirios y que su intervención es una imperial. Sin embargo, si Obama quisiera derrocar a al-Ásad, tuvo la excusa perfecta en el 2013, pero no lo hizo. Trump pudo aprovechar esta ocasión. Sin embargo, ninguno de los dos se excedió en su presión inicial para lograr un acuerdo de desarme químico.

EEUU no se comporta como un imperio; por el contrario, el vacío de poder dejado por Obama en Irak (en Afganistán y en Libia), que llevó al fortalecimiento del Estado Islámico, muestra el desinterés por el control de otros territorios. Trump mantiene una política exterior de evitar el uso de tropas en tierra. Hoy día, más que imperio, EEUU opera entre el aislacionismo y las intervenciones militares en defensa de los derechos humanos, en contra del terrorismo islámico y a favor del desarme químico y nuclear.

La diferencia entre Obama y Trump es que el segundo está dispuesto a realizar demostraciones de fuerza y de despliegue militar estratégico. Obama tuvo problemas para distinguir los conceptos estrategia y táctica. A falta de una estrategia clara, el Estado Islámico logró apoderarse de territorios de Irak y Siria. Actualmente, Trump contrarresta al islamismo radical, al uso de armas químicas y al desarrollo de armas nucleares.

Los que afirman que atacar una de las bases aéreas utilizadas para combatir al Estado Islámico es una forma de ayudar a los terroristas islámicos, pierden de perspectiva el dicho popular: dos malos no hacen uno bueno. Ni al-Ásad ni el Estado Islámico ni Kim Jong-un, líder supremo de la República Popular Democrática de Corea (comúnmente conocida como Corea del Norte), son menos malos. Todos representan una amenaza para la seguridad mundial.

La reunión entre Trump y el presidente de la República Popular China, Xi Jinping, dio frutos. Hubo un detalle que ayudó a que China se compremeta a controlar a Corea del Norte y esté abierta a colaborar militarmente con EEUU; Trump demostró que está dispuesto a realizar ataques y a movilizar su flota naval hacia el Océano Pacífico. Además, presiona económicamente a China. Usa la diplomacia, el mollero y una estrategia que combina lo político, lo económico y lo militar.

No se confundan, EEUU no es un imperio. Sin embargo, sí es una potencia política, económica y militar que puede y debe contribuir para combatir al terrorismo islámico, a la producción, almacenamiento y uso de armas químicas y biológicas, y al desarrollo de armas nucleares.

 

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