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El Gordo Magul

Cuando las esperas en las oficinas médicas son largas, tediosas, y amenizadas por las telenovelas de un canal que nadie cambia ni le baja el volumen, es difícil concentrarse en la lectura del libro que atucuñaste en la cartera para no aburrirte.

Me explico a la vez que me confieso: la última telenovela que vi fue la versión original de “Betty la fea”, producida del 1999 al 2001. Hace semanas el tema que se comenta donde quiera que te metas es la telenovela el mentado Fat Magul.

No le había hecho caso al furor novelero, y ajena al último éxito de la pantalla chica estaba en desventaja.

Había escuchado el título, pero como me indigna que se burlen de las personas gordas, ni por curiosidad la había sintonizado.

“¡Pobre Magul! Para colmo le dicen gordo en inglés”, había pensado.

Afortunadamente, tengo por costumbre escuchar y buscar en Internet antes de abrir la boca; de manera que durante el periodo de espera para mi más reciente cita de seguimiento para un achaque que no se achica, aprendí que Fatmagul no es un hombre que se llame Magul ni que sea gordo, o sea, “fat” en inglés.

Me ilustró -sin percatarse- una doñita que en tono de broma dijo que ya hay bebecitos de ambos sexos bautizados con ese nombre. El comentario desató una polémica que me pareció interesante para un curso FATMAG 101.

Mientras un bando de los pacientes decía que el nombre era “neutro”, otros insistían que se le añadiera una “a” a las nenas, y una “o” a los varones. Los ánimos se caldearon y una de las secretarias intentó aplacarlos, pero la discusión ya era incontrolable.

Un señor de los que tiran la piedra y esconden la mano provocó sonoras risotadas –incluida la mía- al comentar que pronto pudiera haber Fatmagulas y Fatmagulos, a quienes los amorosos padres les habrán dicho Fatmagulincito o Fatmagulincita al frente de extraños a la familia.

Pero bueno, en el caso de la telenovela que están pasando por dos canales locales, Fatmagul es una preciosura de muchacha turca a la que le pasan toda una suerte de sucesos que hace tiempo están disponibles en YouTube, según averigüé por Google.

Eso no lo saben los pacientes impacientes que esperan en el mismo consultorio que yo, que aproveché la oportunidad para parar la oreja, gugulear sobre el tema y “ponerme al día”.

No encuentro razón para criticar a los conversos fatmagulenses. Ni siquiera el hecho de que el movimiento de los labios no concuerde con lo que dice el actor o la actriz. ¿Qué es de otro país?

Tanairí, y otras novelas puertorriqueñas, causaron furor en países europeos. Y los criticones de allá, se habrán reído tanto -o más- que nosotros con el movimiento de labios de los actores boricuas “doblados” en otro idioma.

Sin pensarlo dos veces, me hice una promesa a mí misma: “Misma, ni se te ocurra narrarle esta experiencia mística a tu amigo Toño porque no va a perder la oportunidad de inventarse dolencias para ver la novela en horario de oficinas médicas”.

De todas formas, aproveché la experiencia para darle gracias a Dios por la bendición de que en los últimos años solamente voy a citas médicas de seguimiento. Dentro de 6 meses ya otra “noverla” habrá sustituido esa y nadie se burlará de quienes tengan nombres asociados a la preciosura turca.

 

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