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¡Qué bueno es estar vivo!

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Vuelo de f/u

El personal de todas las líneas aéreas ya lo conoce. ¿Quién puede ignorar y olvidar al gran Toño? Es el primero que aborda el avión, y el último que sale. Para el que conoce a alguien con impedimentos físicos, sabe de lo que hablo.

Se trata de una doble pejiguera: llegar temprano y “reportarse” para que le busquen la silla chiquitita que lo lleva por el pasillo del avión en lo que llega al asiento asignado. Y, tras aterrizar, ser el último pasajero en salir de la nave. Todo tan lento, que coincide con el personal de limpieza que peinan la basurilla antes del próximo abordaje. Nada complicado. Es un SOP (Standard Procedure Operation)

Ángel Antonio –que es el nombre de pila de Toño- siempre refunfuña al llegar ante el personal de cernimiento de pasajeros. Es que los de “primera clase” no entienden que una persona “imperfecta” entre al avión antes que ellos, y lo miran “atravesa’o”.

“¡Qué bobos son! El avión aterriza con democracia, o sea, para todos a la vez”, le dije hace algún tiempo con la esperanza de arrancarle una sonrisa. Pero no funcionan mis chistes mongos.

Me cuenta su esposa Toñita -una dulzura de mujer- que su consorte “botó la bola” el día que los de primera clase se impacientaron y se le acercaron demasiado en un obvio intento de obligarlo a avanzar.

Nada peor que invadirle su espacio corporal.

El hombre se trancó como una mula y para acabar con la paciencia de los otros pasajeros, fingió que no estaba acostumbrado a viajar.

Con el pecho amarrado con cinturones de seguridad en forma de equis decía en voz alta y cambiando de entonación: “¿Por qué me entran de espaldas? ¡Hola señor piloto! Ay, gracias a todos por su ayuda. Sin ustedes, imposible. Adiós, si estos pasillos son anchos. ¿Son los de primera? ¿Los de los incordios que se me están pegando?”

Según su esposa, ese día Toño continuó haciendo comentarios que le provocaban risas nerviosas a los escoltas, que lo conocían por ser Viajero Frecuente. Los empleados tuvieron que hacer piruetas ese día con tal de no perder el balance de la minúscula sillita de transporte.

Hago un paréntesis para explicar que a las personas con impedimentos físicos le permiten llevar más tereques que a otros pasajeros.

“Ahí van mis piernas”, le dijo el bambalán a los sobrecargos ese día.

Y allá fueron ellos con las supuestas piernas de Toño en un duffle bag negro marca Nike. Un día de estos le van a hacer abrir el mochilón que no pesa, pero que en efecto, lleva los moldes plásticos que le sostienen las piernas cuando se pone de pie para recibir terapia física.

Cuando por fin lo sentaron en la fila 7 -que es bastante al frente- el resto de los pasajeros  corrieron dando bandazos con más mochilas y bolsos que manos.

Algo así va a suceder el próximo domingo. Quedan advertidos. Si ven a un neurótico en silla de ruedas en el aeropuerto de San Juan, espero que no coincidan en el mismo vuelo. El tipejo va al hospital a una cita de seguimiento, “f/u” (“follow up”).

Pero en vez de ir feliz celebrando la Vida, va tan azora’o como si fuera a un procedimiento de “up grade” para hacerle más cirugías.

Tan bocón y tan cobarde. El “update” de esta aventura promete ser interesante. Pero insisto en advertir que si ven a un tipo que alega llevar sus piernas en un duffle bag negro marca Nike… ese es mi amigo.

No lo presionen, porque cualquier cosa puede suceder.

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