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La conciencia sabe la ruta

Crecí en medio de las huelgas de la UTIER en tiempos donde había respeto por los movimientos sindicales. Crecí en la línea de piquete -junto a mi papá- en las carpas donde se vigilaban los portones e instalacciones cuando los trabajadores protestaban para defender sus derechos. Hoy mi madre de 85 años goza de algunos de esos beneficios -aunque no sé hasta cuando- como el plan de salud y la pensión.

También crecí escuchando las historias de riesgo de mi papá, quien era chofer de una grúa -inmensa antes mis ojos de niña- en la que se adentraba por todo tipo de carreteras vecinales o riscos a cualquier hora del día o de la noche, hasta en tiempos de tormenta para llevar el servicio eléctrico a los abonados.

De igual manera era usual escuchar las historias de los que morían electrocutados o se quemaban por las líneas. Recuerdo muy claramente el rostro de mi papá cada vez que un compañero lo agarraba la corriente en medio de su deber.

Esa conciencia que se desarrolla en la línea de piquete me ha acompañado toda la vida. Fue allí donde aprendí que si la justicia y los derechos no se defienden, se convierten en retórica con una diversidad de significados muchas veces contradictorios que perpetúan la inequidad y el empobrecimiento de los pueblos.

Elegí realizar mi carrera de servicio en el tercer sector donde se busca defender a los que no tienen sindicatos que los defiendan. He caminado por más de 30 años con las comunidades, los jóvenes en alto riesgo, las mujeres víctimas de la violencia de género y  otros grupos sociales que han elaborado su propia estrategia para resistir al embate de un sistema cada vez más opresivo.

Hoy muchos nos  preguntamos a qué horizonte mirar y a dónde encaminar las acciones en este tiempo en el que todo lo conocido está cambiando aceleradamente y los derechos constitucionales del pueblo están cayendo por un abismo.

Qué hacer ante la impotencia que sentimos al no entender las acciones inmorales e ilógicas que siguen teniendo nuestros gobernantes -llámese gobierno o junta de supervisión fiscal- y que no sólo afectarán a los estudiantes y trabajadores, sino que a muchos más.  A esa respuesta se llega desde la conciencia. Esa voz interior que nos ayuda a elegir el mayor bien y  nos permite reconocer y actuar cuando se violentan los principios éticos y derechos fundamentales como el de la educación, la salud el trabajo etc.

Para afrontar este momento  la conciencia me invita a asumirlo desde de dos vías: la vía solidaria que tiene que ver con hacernos sólidos unos con otros, unirnos a nuestros hermanos, traspasar el individualismo que nos aísla.  Compartir lo que tenemos y lo que somos, ayudarnos juntos a descubrir cómo ajustarnos a vivir en el nuevo Puerto Rico.

La otra vía es la de resistencia, identificar qué se puede hacer desde donde estemos para levantar la voz y no conformarnos con este escenario ilógico e inmoral al que nos han llevado y nos hemos dejado llevar.

Los universitarios deberían estar estudiando y no en la calle en una tarea que es deber de los adultos que les heredamos un  país en bancarrota. Mis respetos a ellos que por los medios que pueden están en la línea de piquete defendiendo el futuro de una universidad que a muchos nos ha beneficiado.

A mí ya la conciencia me ha mostrado cuál es la ruta.  La aprendí hace mucho junto a mi papá en aquella carpa donde se defendía con respeto la justicia y la dignidad de los trabajadores.

 

 

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