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El gran gooooool…

Hay que escribir sobre la euforia del Mundial de fútbol, le comentaba hace unos días a un amigo. La euforia,  el furor, ese entusiasmo desmedido que provoca este evento en el que se crea una ola mundial de participación. Le compartía mis observaciones sobre las conductas que he observado en políticos, estudiantes, trabajadores, mujeres, niños, curas y demás humanos que por casi un mes ponen su atención e intención en cada partido de la serie.

Me ha llamado mucho la atención darme cuenta del poder de masas que tiene ese evento. Cuántas personas gastan su dinero en asistir, en mercancía y todo lo relacionado al torneo. Cuántas compañías en el mundo invierten para anunciar sus productos, cuántas conversaciones, debates, arrebatos, lágrimas, sonrisas surgen a través del mundo. Y con el internet ni se diga. Una locura de memes, imágenes, lamentos y  celebraciones llenas de un colorido y gracia que hasta yo, que ni papa sé de goles, terminé siguiendo los equipos latinoamericanos y celebrando cada triunfo.

Me preguntaba cómo sería si este mismo fenómeno se creara para trabajar con algunos de los problemas que nos aquejan como civilización. Qué tal si se aplicara esa euforia para combatir la violencia contra las mujeres, los niños. O qué tal si esa unión mundial, lágrimas, gritos, brincos y saltos los pusiéramos para bajar las estadísticas de gente que padece de hambre en Brasil y en tantos otros lugares. Cómo sería si diariamente se sintonizaran canales de televisión, emisoras de radio y periódicos, con esa misma intensidad de la FIFA, para atender alguna agenda donde todas esas masas pusieran sus mentes y energías en acción para atender situaciones como el desastre climático, las guerras y los problemas migratorios  que van lacerando la vida de nuestros pueblos.

El mundial nos revela la fuerza que tiene la unión, nos revela el poder humano para realizar actos, los que sean, pero de modo especial actos de bien. El deporte se convirtió por un mes en el espacio de confraternizar, celebrar, cantar a coro, abrazase de punta a punta de la tierra. Me pregunto por qué no podemos crear ese mismo furor y entusiasmo por otras causas que nos afectan a todos como humanidad. 

“No va a cambiar nada, me decía mi amigo. Observa el mundo como está… escribir sobre eso no va a cambiar nada. La gente es como es”. Ciertamente la gente es como es, y precisamente lo que la gente es, ha quedado revelado en este evento. Ese lado bueno, humano, generoso, apasionado ha sido plasmado en miles de gestos que hemos visto en estos días. Ha quedado en evidencia que si nos da la gana, como civilización, podemos vivir del lado positivo de las fuerzas que dan vida.

Que nos limitemos a un despertar cada cuatro años y nos conformemos con que toda esta energía positiva se limite a unos cuantos juegos de fútbol, es una pérdida para todos. Que sigamos dejando que las grandes compañías y sus intereses económicos continúen manipulando nuestras emociones, bolsillos y acciones es lamentable, pero es algo que se puede transformar si nos damos cuenta de ese poder que habita en el alma humana. 

Yo sigo apostando al amor como única respuesta y sigo creyendo, porque lo he visto, que algún día ganará la unión mundial y meteremos el gran “goooool”  por la paz y plenitud de todos los pueblos.  

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