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Tiempo para recordar a Thorstein Veblen

Hace más de un siglo el economista Thorstein Veblen identificó la tendencia del consumidor ‘americano’ a comprar para competir en vez de comprar para compartir. Y lo llamó ‘CONSPICOUS CONSUMPTION’.

En español se entiende como ‘consumo conspicuo’.

Y motiva a la gente a comprar enseres, carros, en fin, bienes de todas clases y colores no porque los necesite sino porque su compra les significa una bonanza de status social en relación con su grupo o vecinos que lo evalúan como persona por lo que TIENE y no por lo que ES en su comportamiento sociológico, entiéndase educación, costumbres, generosidad, afectos y haberes que puedan realmente enaltecer su personalidad.

Si alguna temporada del año se presta para recordar las teorías del consumo conspicuo elaboradas por Veblen a principios del siglo, esas son las NAVIDADES.

Fulanito se compra un Jaguar para superar a su vecino que posee un Lexus. Y lo hace a sabiendas de que no tiene la capacidad económica para darse ese lujo. Eso es un ejemplo clásico de quien compra para aparentar tener una solvencia y riqueza que no posee con el único propósito de hacerse más importante que sutanito quien, quizás, hubo de comprar un televisor dos veces más grande que el de fulanito. Y se fueron a la lucha estos dos salvajes del consumismo, de ese consumismo que amenaza acabar con las mínimas y posibles bondades del capitalismo. Si de algo no se duda es de que Veblen era un socialista.

Y se trata de un economista, nacido en Wisconsin, pero de ascendencia noruega, que revolucionó el pensamiento socio económico de su época cuando publicara su libro ‘ LA TEORIA DE LA CLASE OCIOSA’.  Este asunto de ostentar o gratificarse con el LUJO debe tener raíces de tipo psicológico que tantas veces convierte al paciente en un consumidor compulsivo, algo que podría emparentarse con la adicción a la droga, al cigarrillo o al alcohol. ¿Una enfermedad? Ya lo creo que si.

Algunos sociólogos asocian ese afán por el lujo o a ese impulso por comprar lo innecesario y ‘for the wrong reasons’ con una autoestima baja. Otros atribuyen este desorden psicológico a ese desenfrenado empeño por competir que estimula el capitalismo que calificamos como salvaje y que culmina siempre con la idea de conseguir el éxito y producir el prototipo del GANADOR; en fin el héroe, mejor conocido como el cheche de la película.

Y claro nada estimula más ese desorden psicológico que es el consumo conspicuo que el mundo de la publicidad, tanto en la televisión como en las películas con la máxima exaltación de lo FENOMENAL.

 

 

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