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Pasaporte boricua

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CATÍN Y VICTOR

 

Respondiendo a la gentil invitación de Danny Maldonado asistí a la subasta de caballos de carrera celebrada en el Potrero los Llanos el jueves 6 de agosto.

Y en ese ambiente de pura hípica boricua vinieron a mi mente las imágenes de mis tíos Catín y Víctor Coll, quienes me llevaban a los hipódromos desde el 1939 en adelante y muy especialmente al de Las Casas, donde ambos tenían caballos purasangres como los que se estaban exhibiendo y vendiendo en este potrero de Coamo.

Así pues, me hicieron hípico a los siete años y ya a los ocho celebraba junto a ellos y en la finca de Catín en Saint Just el triunfo de  Mamba, una yegua tuerta, hija de Blue Larkspur que ganó la Copa Washington  un 22 de febrero de 1940 montada por Tomás Andino. Soy, pues, un socio vitalicio de la hípica puertorriqueña; una legítima y romántica expresión cultural de nuestro Pueblo.

La hípica no es meramente un juego de apuestas. Se trata de un deporte y los jinetes son atletas que montan caballos criados para correr con velocidad y estámina. Nadie sabe más de acondicionamiento físico que un entrenador de purasangres y la crianza de esos animales raya en lo científico que puede ser el pedigree del cruce entre macho y hembra.

Y créanme: nuestro hipismo es de los mejores en el mundo. Es así, porque tiene historia y ha sobrevivido a tiempos de estrecheces económicas por el sacrificio de deportistas que han dedicado su vida a mantener operante la crianza de caballos de carrera en Puerto Rico.  Ahora mismo, contra viento y marea, se presenta y se sostiene una programación hípica que incluye cinco días de la semana con especiales de simulcast de hipódromos en los Estados Unidos.

Los hípicos puertorriqueños somos una familia a pesar de  que podamos tener diferencias de opinión y comportamiento en el deporte que todos queremos y patrocinamos.-

Mis tíos Catín y Víctor Coll me llevaron a conocerlo a  la tierna edad de 7 años. Conocí a los Campeones Condado y Yaucono personalmente. A Condado en el Hipódromo Quintana y a Yaucono en el de Mira Palmeras cuando debutara con el nombre de San José montado por M. Díaz Falú. (corrígeme Jorge Colón Delgado si es que me falla mi memoria de niño). Catín había ganado la Copa Washington con Mamba y ese mismo año Víctor Coll se llevó para su casa el premio mayor del Clásico José De Diego con el caballo Andresito.

Pero la mayor emoción de ambos fue cuando su yegua Mirasol venciera al campeón Condado de Don Pepe Coll y Vidal a 1,100 metros. Ese día el Chori (Andrés Resto) le ganó una apuesta de $ 100 a Don Pepe que lloró más por Condado que por los billetes. Así éramos.

ATREVIDO era la bala de Don Pepe Méndez Rivera con Machuca Fort en los controles y Don Paco Narganes tenía el segundo mejor establo de aquella época con Pette Wrack, Happy Chase y Mokatán II. Pero los colores verde , blanco y un poco de rojo  reinaban en Las Casas, Las Monjas y Quintana.  Los campeones Colito y su Jr;  Condado, Cofresí  y siga usted por ahi anunciaban la venida del Mesías con nombre de proletario, un hijo de Thirteen con poca estampa y mucha velocidad. Les digo ahorita.

A.T. Cordero era el jockey de Catín y su hijo Junior andaba por los predios de Las Casas en pañales y ‘to cagao’. Miguel Bravo era el trainer de sus caballos y aliviaba  cualquier pata de caballo pero Pablo Suárez y Justino Rodríguez se disputaban el prestigio del mejor entrenador, pleito que tantas veces dirimieron CAMBALACHE Y GURABO.

Se corría los miércoles y domingos con la voz abaritonada de Antonio Campos  narrando la competencia y a quien sustituyera el grito staccato de Bebé Cabrera. Cuadraban entre cajones y el MALDICIÓN de los Urrutia hacía honor a su nombre atormentando a los palafreneros.

Se desbordaba la pasión en aquellas pistas. No llegué a ver montar a Mimingo Torres pero, en el Hipódromo Quintana, lo vi plantarse frente a la caseta del Jurado, con su caballo descalificado, y retar a pelear a Jorge Urrutia, presidente de ese Jurado. Y a Jorge no lo intimidaba la corpulencia de Mimingo y bajó como un rayo para la pista con las suerte, para ambos, que dos policías lo aguantaron. Se dieron cantidad de eventos extraordinarios como aquel día en Las Casas que un caballo negro de Andrés Morell y administrado por Catín, con permiso del jurado,  cuadró un poco  atrás fuera del ‘gate'( se quedaba parado en la gatera) y aunque obviamente daba ventaja de algunos metros dominó a sus rivales ganando por ‘medio hipódromo’. Ese fue COFRE y claro los que perdieron se    quejaron y prohibieron la práctica. El caballo terminó corriendo en Santo Domingo.

Luis Rechani criaba caballos y Don Pepe Coll y Vidal era su mejor cliente pero hubo uno con el cual se quedó el criador y así DON TEXI corrió con la blusa amarilla y se convirtió en el caballo más rápido de su tiempo.

Con los importados, Don Pepe también dominó y recuerdo a Tinajón, a Eternal Day y a la yegua IDY.  Su establo, que luego se llamó el  ESTABLO LARES radicaba en Quintana donde su dueño tenía un palco justo en medio de la recta final y desde allí le gritaba barbaridades a sus jockey, especialmente a Mateo Matos, su favorito y a la vez el más vilipendiado. Muchas veces compartí esa tarima con mis tíos y con Don Pepe.

Y en el año 1953 llegó el Mesías. Los papeles lo vendían como hijo de Thirteen pero si le preguntan a Camarera, vaya usted a saber porque se parecía mucho a Colito. No le hicieron mucho caso porque llegó acompañado de una pintura de potranca llamada CENTELLITA. Me contaba el difunto Perucho Díaz, un amigo trujillano de toda la vida, que Catín, abusando quizás de su apellido, quiso comprarle el potro CAMARERO nacido en el potrero de Don Antonio Matos en Lajas. Don Pepe quería mucho a Catín y a Víctor pero en un resoplar de sus gruesos cachetes, rechazó el pedido de Catín. Al hacerlo aseguró la inmortalidad de CAMARERO que se convirtió en el ejemplar más importante de nuestra historia hípica.

Y oración aparte merece el “ahí lo tenemos , Camarero en punta” del inolvidable PITO RIVERA MONGE.

Justo para entonces comencé a trabajar como asistente del Juez de Monturas  Juan H. Velázquez, quien, además, era el apoderado de nuestro equipo campeón de primera categoría : el Santurce Vita Cola. Me pagaban $7.50  por día de carreras  pero el goce valía mucho más. No vi debutar a CAMARERO pero sí a CENTELLITA que era la estrella de la cuadra y que estableció récord para los 400 mts. .

Menos dinero había en otros tiempos pero con la llegada de CAMARERO llegó El Comandante en Carolina y el montante del pool  subió como la espuma convirtiendo nuestra hípica en una industria multimillonaria. De Carolina pasamos a Canóvanas donde  este deporte ‘de reyes’ honra la memoria  de su mesías dándole su nombre al ovalado.   Mucho romance había en esa hípica de los años del 30, 40 y 50 y todavía los hípicos puertorriqueños sienten que se trata de algo más que puro juego o negocio..

Lo que nadie puede  discutir y negar es la grandiosidad de un hipismo que presenta programas en un hipódromo tan y tan bonito como es el de Canóvanas, a un ritmo increíble de cinco veces por semana con la ventaja de que las carreras de caballos son televisadas en una programación que incluye a un narrador de la talla de Norman H. Dávila con el complemento de jóvenes estudiosos de la hípica y plenamente dedicados a brindarnos una transmisión documentada e interesante.

Por último, vale señalar la excelencia de nuestros Jockeys que ahora mismo brillan en docenas de hipódromos de los Estados Unidos siguiéndole los pasos a Junior Cordero, Eddie Belmonte y un John Velázquez que ya es un ‘hall of famer”.

Por eso, no es exagerar decir que la hípica de Puerto Rico es de las mejores del mundo.

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