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Navidad que vuelve

En esta ciudad, la intensidad con la que se muestra el espíritu navideño depende del barrio. Las vitrinas de Macy’s y de las tiendas de la quinta avenida exhiben sus tradicionales maniquíes exquisitamente vestidos y adornados. Pero no en todos los barrios brilla la candileja navideña.

Ahora bien, si uno camina por los barrios latinos la historia es diferente. Las luces de navidad y los enormes muñecos de Santa Claus, que mueven sus caderas, inundan los portales de los populares brownstones de Washington Heights, algunas partes de Brooklyn y el Bronx.

Es época en la que los inmigrantes latinos aprovechamos para mostrar nuestras raíces autóctonas. En un barrio de Brooklyn, observé, desde la ventana de un cuarto piso, una procesión de casi cien personas que celebraban el día de la Virgen de Guadalupe. Cargando a cuestas una imagen de la Guadalupana iluminada, los devotos gritaban: “La reina de México, te adoramos virgencita”…  unos músicos en entonaban melodías, a pesar de los 30 grados Fahrenheit.

El frío ahora es casi insoportable. Me llegan correos de la universidad que notifican la llegada de ráfagas del ártico (artic blasts). Nos aconsejan la adopción de medidas para evitar que se congelen muebles u otros objetos del interior de nuestras viviendas. Hay que cerrar bien las ventanas y acabar con la manía de dejar abierto el resquicio mediante el cual uno se imagina que circula aire nuevo y que se respira mejor.

Las bajas temperaturas impiden la parranda, pero hace décadas que los boricuas se las han inventado. Nunca falta ese familiar de alguien que conoces que trae de la isla, escondido en el equipaje, algunos pasteles, morcillas y hasta pitorro.

En mi caso, mi madre vino cargando en su maleta con un arbolito de Navidad artificial, con sus bombillitas de colores y unas figuritas talladas del Nacimiento y de los Reyes Magos.

El pulso navideño late también en el alza de los regresos al país de origen o las idas a otras partes del mundo. Hace poco hicimos una fiesta improvisada en mi casa para todos aquellos que nos vamos. La conversación nos llevó a reminiscencias de las celebraciones de Navidad en nuestro terruño.

Nos vemos obligados a recurrir al recuerdo y de algún modo, transportarlo a través de la comida, la música y otras ceremonias que nos hacen sentir en casa.

Entonces, en esta ciudad de inmigrantes me doy cuenta de que ese es el verdadero christmas spirit: tratar de sentirse como en casa y construir una evocación.

Esos son los que se quedan. Son los que enfrentan la Navidad y el invierno “empaquetaos” de capas de ropas. Y es allí, bajo esas capas, que no deja de latir su espíritu navideño.

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