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Buscando dónde vivir

Partí junto a mi esposa e hijito de siete años de edad hacia Orlando, a donde El Nuevo Día me traslada como corresponsal, con la meta de encontrar en pocos días un lugar donde vivir. Esta misión exploratoria, previa al viaje para la mudanza final, debía completarse en una semana

Pero en la zona de Orlando, Florida hay tal frenesí provocado por familias que buscan vivienda que mi jornada se volvió complicada y más extensa de lo previsto.

En una ocasión coordinamos para visitar al día siguiente media docena de casas. Cuando nos disponíamos a hacer la inspección a la hora acordada, todas las unidades habían salido del mercado porque fueron alquiladas o vendidas en cosa de horas.

La situación hubiese sido más complicada para mí y mi familia si no hubiera contado con la ayuda de un corredor de bienes raíces a quien contacté desde Puerto Rico referido por una buena amiga que ya reside en la zona.

“Emmanuel: yo no te conozco, ni tu a mí. Pero tengo que ejercer la fe y necesito que te conviertas en mis ojos, en mis oídos y ocasionalmente, en mi cerebro”, dije a este joven realtor quien me miró calladamente cuando le solté el discurso.

Emmanuel Ortiz resultó ser muy formal, paciente y respetuoso. Nunca se impuso. Pero cuando lo ameritaba ponía rostro muy serio, levantaba una ceja y con su acento particular -una especie de combinación entre el sonsonete boricua con el mexicano- me decía, “este sitio no te conviene”, “este lugar no es seguro”, “esto no es un buen negocio”. Aprendí a leer su lenguaje no verbal y en muchas ocasiones dejé que hablara por mí. Se convirtió en mi lazarillo mientras trataba de caminar en tierra desconocida.

“Mi trabajo como realtor es como el de un abogado, y mi responsabilidad es defender a mi cliente. A veces el cliente insiste en algo que en realidad no le conviene. Entonces uno debe ser delicado, y con cuidado y tacto se le va orientando hasta que él mismo clarifique el camino”, dijo. “Hay que convertirse en el consejero que guiará a una familia a su ‘tierra prometida”, indicó.

Las dificultades de hallar vivienda allí tienen su explicación. “La ciudad de Orlando es la tercera de mayor crecimiento en Estados Unidos según un artículo reciente de la revista Forbes. Hay muchas empresas relocalizando empleados y hay mucha gente mudándose principalmente desde Puerto Rico, Brasil y Venezuela, de donde la gente está saliendo debido a los problemas económicos”, me explicó Emmanuel cuya compañía de bienes raíces se llama “B Live Realty”.

Todo esto ha creado un problema de disponibilidad de unidades de vivienda. El que quiera una tiene que estar dispuesto a pagar caro o a esperar entre seis a siete meses por una casa nueva en caso de que vaya a comprar, me explicó.

En esto coincidió Eduardo Santos, presidente de la Asociación de Realtors de Puerto Rico. A diferencia de lo que ocurre en la isla -donde abunda el inventario de casas y ha habido que reducir los precios para estimular las ventas-, en Orlando se han disparado pues la gente necesita las viviendas y está dispuesta a pagar más por ellas, me explicó.

Para quien ya haya decidido salir de Puerto Rico, aquí algunos consejos de Emmanuel y Eduardo:

– Busca un realtor de confianza, recomendado y que tenga las cualificaciones.
– Contáctelo desde Puerto Rico.
– Comience el proceso de planificación desde Puerto Rico: examine mapas y lea sobre el lugar.
– Si tiene hijos, identificar la localización de la escuela de su preferencia. Es lo recomendable antes de buscar la casa.
– Si va a alquilar, recuerde que al precio de renta podría que tener que agregarle un seguro que exigen muchos arrendatarios. Evalúe los costos ya que en ocasiones alquilar puede ser más caro que comprar.
Si decide comprar una propiedad, la inspección de la unidad es importante para detectar problemas de plagas, entre otros, particularmente en viviendas que no son nuevas.
– Mantenga un diálogo constante con su realtor.

Algunos han tenido historias de terror. La mía fue edificante y fructífera a pesar de los tropiezos. Tanta conexión logramos con Emmanuel que fue capaz de sacrificar parte de su beneficio económico para ayudarnos. Vi cómo su dedicación conmigo y mi familia se convirtió en su apostolado.

Sé que cuando culmine esta etapa mi familia y yo tendremos a Emmanuel en nuestra pequeña lista de amistades.

 

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