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Una bomba de tiempo

La gobernadora Wanda Vázquez ha puesto en marcha el reloj de una bomba de tiempo que, salvo que los expertos internacionales estén equivocados, estallará dentro de dos semanas.

La nueva orden ejecutiva de Vázquez permitiendo la reapertura de cines, casinos, gimnasios y playas los siete días de la semana se contradice con el continuo incremento de contagios por Covid-19, que ya ha provocado sobre 500 muertes y 36,000 casos en Puerto Rico.

Es absurda la afirmación de la gobernadora de que los contagios se han estabilizado y ya se mueven a la baja. Las cifras oficiales del Departamento de Salud, poco confiables de por sí debido a la ausencia de rastreo y pruebas suficientes, desmienten esas conclusiones.

Si se cumplen nuevamente los plazos que los expertos alrededor del mundo manejan en relación al Covid-19, en unos 14 días veremos un alza posiblemente dramática de contagios en Puerto Rico. Es una expectativa muy dura pero real.

Para colmo, Vázquez ha disuelto los comités de médicos y del sector privado que, ya mermados en número e influencia, ofrecían cierto grado de confianza ciudadana, principalmente el grupo de salud.

El evidente abandono de la responsabilidad gubernamental en el renglón sanitario no se refleja únicamente en lo relativo al coronavirus.

Al iniciarse el último mes del año fiscal federal, que termina el 30 de septiembre, Vázquez notificó a Washington que no utilizó sobre $1,000 millones en fondos federales para salud asignados en respuesta a un reclamo de auxilio del gobierno puertorriqueño y propuso que se los añadan a la partida correspondiente al ejercicio fiscal que empieza el 1 de octubre.

Con una reforma en precario, que desatiende las necesidades de salud de millón y medio de puertorriqueños, y con una crisis sanitaria provocada por la pandemia, a la Fortaleza de pronto le sobran fondos federales.

Se podría pensar que Vázquez no se ha recuperado del cantazo primarista que sufrió al perder la nominación novoprogresista a la gobernación frente a Pedro Pierluisi y actúa inconscientemente. Otra cosa sería que hubiera tirado la toalla antes de la fecha indicada por la Constitución para el cambio de gobierno, el 2 de enero, y se hubiese ido de vacaciones adelantadas.

La nueva reapertura presenta nuevos retos para la ciudadanía responsable. El distanciamiento físico, tan importante para evitar los contagios, será mucho más difícil, si no imposible, de cumplir en cines, gimnasios, casinos y playas, independientemente de que se controlen los aforos.

El uso de mascarillas en todos los espacios públicos, tanto los mencionados como también los restaurantes, seguirá siendo el mejor escudo contra el Covid-19, igual que el lavado de manos. A fin de cuentas, los ciudadanos seguimos siendo la primera línea de defensa en la guerra contra el virus.

Por eso, toca a todos no bajar la guardia ante la flexibilización dispuesta en la nueva orden ejecutiva de Vázquez. Si esa bomba de tiempo estalla, la notoria fiesta de Morovis será apenas una anécdota en la historia de los efectos devastadores de la pandemia en Puerto Rico.

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