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La jaula

El cateo indiscriminadoal que la alcaldesa Carmen Yulín Cruz decidió someter a decenas demiles de personas que visiten este fin de semana el Viejo San Juan enocasión de las Fiestas de la Calle San Sebastián es una medidapeligrosa que podría contribuir al desorden que se persiguecontrolar.

Conste que no debehaber expresiones de sorpresa de la alcaldesa cuando ocurra algúnincidente desagradable por causa del cateo –que de paso estará acargo de empleados de una compañía privada de seguridad–, pues hansido muchas las advertencias de conocedores de la ley y de losderechos civiles.

Pero la alcaldesa Cruzno escucha razones. Parece que eso viene con el cargo, pues se hapuesto tan obcecada como su antecesor, Jorge Santini. Claro está, elbuen récord de la incumbente ha evitado las reacciones virulentasque hubiera provocado la misma situación, pero impuesta por Santini.

El espectáculo quedaba el Viejo San Juan el miércoles, con rusticas verjas de ‘cyclonefence’ cerrando el paso a sus calles públicas, era deprimente. Solocompetían con los anuncios de cerveza invitando a la gente a asistira “la Sanse” a partir de este jueves.

El Comité Organizadorse mantenía un tanto distante, diplomáticamente alejado, de lacontroversia, lo que resulta imperdonable pues son sus integrantesquienes deben sentar las pautas de la celebración, que ha sidotomada desde hace algunos años por la administración municipal,primero Santini y ahora Cruz.

Como bien indicó lapresidenta del Colegio de Abogados, Ana Irma Rivera Lassén, lalimitación del acceso a las calles del Viejo San Juan mediantepuntos de control y registros personales puede violar derechosconstitucionales, aparte de que no garantiza para nada que lo que sequiere evitar que entre al perímetro de las fiestas pueda obtenerseadentro.

Que no se entere laalcaldesa, no sea que su obsesión por garantizar la seguridad lalleve a iniciar registros casa por casa y recoveco por recoveco delViejo San Juan en busca de “armas” (recomiendo esconder laspuyas de los guiros y los palitos).

Ciertamente, puedetomarse a chiste esta situación tan extrema, pero lo justo seríaque lo viéramos con mucha preocupación, no solamente por lo quesignifica en el contexto de las Fiestas de la Calle San Sebastián,sino también por los efectos que pueda tener en futuros eventospautados para realizarse en calles y plazas públicas.

No puede seguirjustificándose el cateo indiscriminado en San Juan con el argumentode que se hace en las Justas en Ponce, o en los espectáculos que sepresentan en el Choliseo, o en cualquier otro lugar a puertascerradas. El Viejo San Juan no es un anfiteatro cerrado, es unaciudad abierta y, como tal, deben respetarse sus espacios.

Tratar de imponer elorden a la cañona, como está haciendo la alcaldesa Cruz, es unerror que puede acarrear consecuencias graves para la misma seguridadque se quiere garantizar.

El orden se enseña,para eso se educa, y la educación del pueblo es una obligación delos gobiernos, que tienen que predicar con el ejemplo. El asesinatoque ocurrió el año pasado en las Fiestas debió haber dado paso auna campaña educativa que promoviera la sana convivencia y querealzara el verdadero significado de la celebración anual, pararescatarla del desorden de años recientes.

Pero no se hizo. En vezde eso, seguimos promoviendo ir a beber cerveza en la “SanSe”,que este año será una jaula.

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