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Las cosas por su nombre

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El primer escalón

Nos espera una larga y ventosa carretera, como cantaron una vez los Beatles. Eso está más claro que la luz de los mediodías puertorriqueños. La monumental crisis en que está sumido el país, de la que apenas hemos sentido el aliento, traerá enredados en los días y los años cuyo tumulto ya se oye a lo lejos mucha pena y mucho dolor y nos tomará al menos una generación volver a tener un país en el que florezcan las esperanzas y encuentren abrigo los anhelos de sus hijos más abnegados.

El camino es largo y la escalera empinada, pero no nos queda más remedio que empezar a andarlo. Se puede empezar hoy, o mañana o en diez años. Pero ya que hay que subir ese primer escalón pues lo mejor sería hacerlo ahora mismo.

Trágicamente, no hemos empezado y nada, en este momento, permite siquiera soñar que estemos cerca de hacerlo.

La crisis nos venía mandando señales de humo hace años. Nos agarró por el cuello el cuatrienio pasado, la quisimos espantar con unas cuantas medidas superficiales, nos puso la bota en la espalda este año y aquí nada. El país está paralizado. Atónito. Aturdido. Enajenado. No hemos comprendido, salvo unos pocos, la inconmensurable magnitud del desafío. Seguimos esperando que la cosa se resuelva sola. Analizando. Estudiando. Procrastinando. Hablando mucha verborrea. Convocando comités y comités y comités que se enredan los unos con los otros como las venas en el cuerpo y al final nadie tiene claro para qué sirven.

Para bien o para mal, la explosión que hace años venía en cuenta regresiva le explotó en las manos a Alejandro García Padilla. Y lo único que ha hecho el gobernador es tratar de contener el incendio, ponerle cinta adhesiva a las partes del país que se están desprendiendo, cubrir con el dedo por donde se está vaciando. Está, como dice el viejo y sabio refrán, tratando de tapar el sol con la mano.

El plan para salir de esto, la ruta que inspire al país, la escalera por la que hay que subir para, aunque cueste esfuerzo, llegar a la meta, eso no se ve por ningún lado. Se habla y se habla y se habla, pero no se ven las acciones. Se dice una cosa hoy y otra mañana. Nada se concreta. En dos años y medio, la administración de García Padilla se puede resumir de la siguiente manera: tratar, primero, de ocultar la bomba y, una vez que la bomba estalló, tratar de apagar el incendio con el chorrito que sale por el grifo en tiempos de racionamiento, sin mostrarle a nadie la puerta por la que en su momento se podrá salir para no seguir quemándonos.

Ya se oye a unos cuantos aplaudiendo este análisis y diciendo “en el 2017 esto lo arregla el PNP”. Triste esperanza porque el PNP, que es tan responsable de esto como el PPD, no ha hecho más que salivar con la victoria el año entrante sin entrar ni por casualidad en detalles de qué hará. Nadie sabe, para decirlo todo de una vez, qué hará el PNP con la deuda, el problema de administración pública más grande que hemos enfrentado en nuestra historia.

Se han limitado a palabras vacías, a repetir consignas y a decir “esto lo resuelve la estadidad”, cosa que daría risa si no viviéramos un momento tan grave, pues en días recientes dos de los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Jeb Bush y Marco Rubio, dijeron clarito lo que toda persona con sentido común ha sabido siempre: que no hay manera de que un club de 50 miembros ricos acepte un nuevo socio en quiebra y que antes de pensar en la estadidad hay que resolver este entuerto.

¿Qué nos queda entonces? Pues, la verdad, muy poco, porque al PPD y al PNP solo los distinguen matices y en el fondo son ambos las entrañas de un mismo monstruo que no ha dado ninguna señal de que aprendió la lección y, si los miran bien, sus intenciones son seguir actuando igual que antes con las sobras de la crisis que ellos mismos crearon.

Vean este ejemplo: nos dicen los que saben, incluyendo el Gobierno de Estados Unidos, que de esto solo se sale con un plan fiscal y económico a largo plazo. Por largo plazo, tengan esto claro, no se refieren al año y medio que le queda a esta administración si, como todo tiende a indicar, pierden las próximas elecciones.

Tiene que ser un plan que supere cuatrienios. Para eso, tendrían que (no se asusten, por favor) pactar el PPD y el PNP, porque nada en este momento permite soñar con que el país mira una tercera alternativa. El PPD convocó al PNP a participar en la elaboración de ese plan. El PNP, de la mano de su actual presidente, Pedro Pierluisi, accedió, lo cual lo convirtió de inmediato en objeto de las furias más salvajes del sector extremista de ese partido que está alineado con los dos que le disputan el liderato, Ricky Rosselló y Thomas Rivera Schatz.

Esta semana, Pierluisi se retiró de esa iniciativa, argumentando que su participación era cosmética. Sea por las razones que sea, los que nos observan desde afuera, y tienen prácticamente nuestro destino en sus manos, lo vieron clarito: si algo finalmente se hace este cuatrienio para salir del hoyo, no hay garantía de que continúe el próximo.

A nosotros, los de acá, los que no estamos metidos en el gobierno ni en los partidos por ningún lado, lo que nos queda aquí es observar y aprender. Piensen en el país como en un carro. Usted se lo prestó, el carro, a esos dos, al PPD y al PNP. Ellos lo corrieron sin chequearle el aceite ni el agua y lo “esvielaron”, como dicen los mecánicos.

Y ahora quieren que usted confía en que ellos mismos lo van a arreglar.

Observar y aprender, pues. Eso es lo que nos queda. Y eso no es poco. Puede que ese en realidad sea ese primer escalón que necesitamos.

(benjamin.torres@gfrmedia.com, Twitter.com/TorresGotay, Facebook.com/TorresGotay)

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