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Las cosas por su nombre

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Gentil recordatorio cortesía de Bertha

Llueveintensamente. Las aguas corren desbocadas por las calles. Los ríos crecen.Emiten ese rugido, grave y ominoso, que anuncia que en cualquier momento sesaldrán de su cauce, o recuperarán el que alguna vez les perteneció, tragándosetodo lo que encuentren de frente- calles, casas, vidas – en su furiaincontenible.

   Hacealgún viento. Caen unos pocos árboles. Se desmorona una que otra  colina.Se resquebrajan  carreteras.

Es lanaturaleza mostrándonos que ninguna fuerza humana puede anteponérsele. Es lanaturaleza diciéndonos que cuando ella actúa más nos valerespetarla.  

Es en esemomento en que usted, mirando por la ventana  el cargado panorama, searrima al calor de los suyos y da gracias porque tiene un techo que loresguarde y puede esperar en paz a que el clima se arregle para volver a locotidiano.

Para todos no es así.

Ayersábado, cuando algunos comían sancocho, veían televisión, jugaban cartas porlos apagones o maldecían porque no había cable ni internet o por la ley seca,en la calle, bajo la lluvia y los vientos, había policías, empleados de laAutoridad de Energía Eléctrica (AEE) y de la Autoridad de Acueductos yAlcantarillados (AAA), personal de manejo de emergencias del Estado y de losmunicipios, muchos de ellos voluntarios, rescatando, salvando vidas,  intentandoponer orden y que las cosas volvieron a la normalidad a la brevedad posible.

Merecen doscosas: un aplauso por su compromiso, primero, y, segundo, que la próxima vezque critiquemos el  servicio público recordemos momentos como este y lopensemos dos veces antes de culpar a los trabajadores por todos nuestros males.

Elservicio público aquí tiene muchos problemas.

Lapolitiquería, la incompetencia, la corrupción, la dejadez, todo eso y más sonlacras demasiado pesadas que hacen que la mayoría de las veces lasinstituciones sean más un enemigo que un aliado de la población.

Masocasiones como la tormenta de este fin de semana nos ayuda a ver con algunaclaridad dónde es que de verdad está la falla.

En lacalle, bajo la lluvia, desafiando al viento, casa por casa advirtiendo a lagente, vigilando el río  por salirse de su cauce, levantando el poste quese cayó, no estaba el ñame con corbata que tiene un sueldazo, ni el que desdela comodidad de su escritorio o micrófono barre el piso con los obreros yobreras y agita defendiendo los privilegios de los que no han sido tocadostodavía por la  crisis.

En la calle, velando por su seguridad y por la de los suyos, tratando de queusted recuperara la normalidad lo antes posible, estaban los trabajadores ytrabajadoras, con alto sentido de compromiso la mayoría. 

Lo quemejor ejemplifica este fenómeno es la AEE, la agencia más detestada, la queenfrenta los problemas más graves y cuyos trabajadores son sin duda de los máscriticados. ¿Cuáles son los problemas de la AEE? El alto costo de la luz, lainmensa deuda, el pésimo servicio, la cultura de secretividad  y el aceleradodeterioro de su infraestructura.

Ninguno deesos problemas son causados por sus empleados ni por el gremio que representa ala mayoría de estos, la Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego(Utier).

Porsupuesto que hay excesos también entre los trabajadores. Obvio que tienenbeneficios marginales y en algunos casos salarios que  parecen exagerados.Estipulado que no todos los miembros de la Utier tienen el mismo compromiso conel país y con el servicio público.

Claro queel liderato de la Utier ha sido intransigente y ocasionalmente demagogo alresponder a los intentos que hace el gobierno por poner orden en las caóticasfinanzas públicas.

 Peroesos problemas, más los mencionados anteriormente, son todos consecuencia de lomismo: la incapaz y politiquera administración a la que ha sido sometida laAEE, cuya gerencia ha sido encomendada por décadas a comisarios partidistas,que la han convertido en fuente de empleo para hijos, primos y compadres depolíticos y en una regordeta alcancía en la que los dos partidos que se hanturnado el poder meten la mano sin misericordia, piedad ni decencia.

Si se fijabien, ese mismito es el problema de todo el Gobierno: la administraciónpolitiquera y por lo tanto incapaz, al servicio de partidos políticos y no delpaís. En palabras aún más simples: el problema no es el país, sino a quien selo hemos encargado.

  Pero no suspire aliviado y piense que está exento de responsabilidad, pues aquía nadie se le ha probado que se robó las elecciones (salvo quizás la primariadel PNP en  Guaynabo y las elecciones municipales de Cataño) y si estánahí fue porque los elegimos.

Para lo quedebe servir esta reflexión, a fin de cuentas, es para que vea que sus problemasno son causa de los empleados públicos, que ayer estaban en la callerespondiendo por usted,  sino de quienes pusimos a dirigirlos.

Entiendaeso, pues, y actúe en consecuencia.

(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay)

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