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Las cosas por su nombre

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Llamen la ambulancia

Es el cénit para los que gustan del boxeo. Ese momento en que elpúgil conecta al rival un gancho sólido a la sien, la cabeza del contrincantese sacude de un lado a otro como si la sostuvieran resortes, pierde de súbitoel contacto con la realidad y cae aturdido. Tarda minutos, horas, a veces hastadías, en recobrar la plena conciencia, el dominio absoluto de sus facultades.

Cae en ese trance gelatinoso en que el derrotado balbucea incoherencias. Se leatora la lengua. A la vista le cuesta enfocar. La persona parece no poderencontrarse a sí misma. 

Esa dolorosa dinámica puede aplicarse a muchas experiencias de la vida. Al que,sin esperarlo, pierde un amor, un empleo, se le muere alguien cercano. Es unshock. Cuesta levantarse, plantarse en los pies, recuperar el control delentorno y seguir hacia adelante.

Así quedó el Gobierno de Puerto Rico tras la degradación a chatarra de susbonos. No deja de tener cierta propiedad de insólita la reacción, porque elgolpe no fue inesperado. Las señales eran clarísimas de que a pesar de todoslos esfuerzos, no se logró complacer a las casas acreditoras en cuyas manospusimos nuestro destino.

Aun así, a más de una semana de haber recibido el gancho a la cabeza,el Gobierno sigue de rodillas, aturdido por el golpe, sin dar señales de quehaya entendido la magnitud del hoyo en que cayó y sin que se vea un plan claroy ordenado para hacer que el país vuelva a pararse sobre sus pies.

Las acciones del Ejecutivo se han limitado a intentar manejar lasconsecuencias inmediatas de la degradación. Han hablado de los recortes que hayque hacer ante las dificultades que de seguro tendrán para ir a los mercados.Tratarán a toda costa de colocar una emisión de bonos de entre $1,000 y $3,500millones para hacer a los acreedores los pagos que se aceleran por la degradación,porque, de lo contrario, pueden quedarse sin dinero para operar el Gobierno.

Aparte de eso, ha hecho lo que normalmente hace todo gobernante entiempos de crisis o de abundancia: tratar de traer industrias, anunciar algunosempleos aquí y otros allá, inaugurar obras, inversiones, cosas así.

El resto ha sido el discurso de la motivación, diciéndonos que PuertoRico vencerá, que somos grandes, que nos levantaremos y que estamos unidos, locual no estaría mal si nos hubiesen mostrado también una ruta clara paraalcanzar esas aspiraciones.

El gobernador Alejandro García Padilla no ha dicho cuál es su planpara sacar permanentemente al país de esta situación desgraciada, cómo va alograrlo, la cooperación que pide de otros sectores de la sociedad, ni cuantoespera que pueda tardar en dar resultados. Muchos dicen que es que dicho planno existe y las acciones del gobernador parecen estarle dando la razón.

Al gobernador García Padilla le han sobrado las oportunidades paraplantarse ante el país, reconocer la gravedad de la situación, esbozar su plany pedir la cooperación del resto de la sociedad. Pero no lo ha hecho. Decir quees muy pronto no es excusa. Hace mucho que se oía a lo lejos del tropel debestias de la degradación.

En la Legislatura, el panorama no es distinto.

Allá andan como carritos de feria chocando unos con otros, proponiendograndilocuencias sin ningún estudio o base que las sustente, disparando a loloco por las redes, diciendo “hay que hacer esto o hay que hacer lo otro” sinhaber comprendido, al parecer, que ellos también son gobierno y pueden hacerloo tirándole sus asesores a los que, con mucha razón, critican la profundainercia en que la degradación dejó al país.

Junte esto con la actitud de una oposición que no reconoce ninguna cuotade responsabilidad en la crisis, que lo único que propone es la estadidad, lacual depende de que otros la quieran dar por más que la querramos, si de verdadla quisiéramos o con un sector privado ahogado por los costos de operar aquí yque cada vez que se le pregunta cómo va a aportar lo que hace es pedirincentivos a un estado que ya no tiene de dónde dar. Júntelo y verá: es fácilcomprender la desesperanza que arropa al país y hasta se le sacude a uno en elpecho la tentación de contagiarse.

El referí hace rato que paró de contar. El púgil, en este caso elpaís, sigue en el piso ‘achocao’ . Alguien, por favor, llame una ambulancia.

(benjamin.torres@gfrmedia.com,Twitter.com/TorresGotay) 

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