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A Crawford se le escapó la grandeza

 

En The Fight, su libro sobre la transcendental victoria de Muhammad Ali sobre George Foreman en Zaire, el escritor Norman Mailer recordó que aunque Ali., con su brillante táctica del ‘rope a dope’, había asumido el control de la pelea a base de frustrar y cansar a Big George, su triunfo hubiese resultado anticlimático si él meramente se hubiese dedicado a dominar a su cansado rival con sus movimientos y gran boxeo para apuntarse una decisión.
Pero los grandes peleadores como Ali no se conforman con eso y por eso consiguió un nocaut deslumbrante en el octavo asalto, al estremecer a Foreman con un derechazo a la mandíbula para entonces esquivarlo como un torero cuando este se desmoronaba en cámara lenta frente a él.

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Crawford le conecta a Postol.

 

Es el mismo tipo de grandeza que Sugar Ray Leonard desplegó en la victoria que selló su pasaporte al superestrellato frente a Thomas Hearns, cuando superó un mar de adversidades para sacar un nocaut de antología en el decimocuarto asalto.
También es el mismo tipo de grandeza que llevó a Tito Trinidad a estampar su firma en la victoria más emotiva de toda su carrera al derribar tres veces a un verdaderamente feroz Fernando Vargas en el duodécimo y último asalto.
(Joe Frazier, quien estaba viendo esa pelea cerca de mí en ‘ringside’, le comentó a su acompañante antes de ese asalto: “Ahora este muchacho (Vargas) va a salir a buscar el nocaut, y lo van a noquear a él”).
Y también es el tipo de grandeza que se le escapó de las manos a Terence Crawford en su cómoda victoria del sábado en la noche en Las Vegas frente al hasta entonces invicto Viktor Postol para convertirse en el campeón unificado (CMB y OMB) de las 140 libras.
En efecto, Crawford, de 28 años, logró dominar durante los 12 asaltos a un rival que le superaba en estatura y hacía galas de un impresionante pedigrí aficionado y un ortodoxo estilo olímpico de controlada guardia alta combinada con jabs y rectos de derecha.

 
Luego de perder probablemente dos de los primeros tres asaltos, Crawford, ahora con marca de 29-0 y 20 nocauts y peleando todo el tiempo a la zurda -como ha hecho en sus últimas peleas- y moviéndose alrededor del ring, pareció descifrar a su oponente y, aprovechando su mayor velocidad de manos, lo derribó dos veces en el quinto episodio.
Las caídas parecieron minar el espíritu combativo de Postol, quien apenas tiró golpes en los asaltos subsiguientes, dedicándose tan solo a perseguir inefectivamente a Crawford por el ring.
Pero como Crawford prefirió entonces seguir apelando al contragolpeo para continuar ganando asaltos también sin arriesgarse mucho, el juez Harold Lederman, quien lleva la votación extraoficial de las transmisiones por HBO, llegó a comentar que en vez de buscar el nocaut que posiblemente tenía en las manos, Crawford se había tornado apático, conformándose con la probabilidad de conseguir una aburrida victoria por decisión.
El comentario fue rápidamente contrarrestado por uno de los comentaristas de HBO –Max Kellerman-, quien, tal vez preocupado por la posibilidad de que se empañara la imagen una de las estrellas boxísticas de la cadena, ripostó que no había apatía alguna.
“Si Terence no se ha lanzado a buscar el nocaut”, aseguró, “es porque de seguro ha visto que a Postol todavía le queda algo”.

 
“Y un boxeador inteligente que sabe que está ganando la pelea con lo que está haciendo”, agregó, “no se arriesga innecesariamente”.
Entonces pronosticó: “Eso sí, si en algún momento Postol decide arriesgarse para buscar el nocaut al saber que tiene la pelea perdida, estoy seguro de que Terence sabría aprovechar ese momento para propinar ese nocaut”.
Sin embargo, eso no ocurrió: en el último asalto, Postol, igual que Vargas frente a Trinidad, con toda lógica salió a buscar el golpe milagroso que era lo único que podía salvarle de la derrota, pero, en vez de crecerse y aprovechar la oportunidad para brillar, Crawford por el contrario optó por bailotear por el ring y payasear, sacándole la lengua a su rival.
Así se apuntó una victoria por tarjetas de 118-107, 118-107 y 117-108 en el MGM Grand de Las Vegas, dejando al ucraniano Postol, de 32 años, con marca en 29-1 con 12 nocauts.

 
“Crawford estuvo dominante, pero Postol sencillamente estuvo terrible”, tuiteó el promotor Lou DiBella, quien suele emitir unos comentarios bastante acertados. “No fue una pelea entretenida, pese a la gran actuación de Crawford”.
Antes de la pelea, el promotor Bob Arum, como de costumbre, había tratado de insuflarle una importancia adicional al pleito cuando dijo que, de ganar, Crawford pasaría a ser el favorito para medirse a Manny Pacquiao en el retorno que el veterano campeón filipino tiene previsto para el 5 de noviembre.
Muchos, claro está, dudan que haya sido algo más que una típica movida promocional del promotor, al dudar que este vaya a estar dispuesto a arriesgar a su posible gran estrella futura frente al legendario PacMan que todavía pudiera brindarle un par de superpeleas millonarias más.
Lo que sí es seguro es que Crawford, al rechazar su cita con la grandeza, tampoco dejó al mundo boxístico clamando por esa pelea.

 

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
(ceuyoyi@hotmail.com).
En twitter, 6418luis En Facebook, Jorge L. Prez

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