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Profesionales vs aficionados

En el boxeo mexicano, mucho más que en otros lugares, suelen conferirle a los grandes entrenadores un estatus que, según me parece, compara con el de los grandes técnicos del fútbol o los científicos más reconocidos.
Hasta los tratan de ‘profesor’.
Desde hace años, uno de esos grandes maestros lo es Ignacio ‘Nacho’ Beristáin, quien está en el Salón de la Fama y ha visto pasar por sus manos gran cantidad de campeones mundiales aunque, en los últimos tiempos, uno lo asocia más que nada a Juan Manuel Márquez.
Como es natural, los medios lo buscan constantemente para que emita su opinión sobre distintos temas, lo cual él hace con la potencia y la parsimonia con la que se expresan los grandes expertos… o los oráculos.

Nacho Beristáin con Juan Manuel Márquez.

Sin embargo, no sé si lo he cogido en una mala racha o no, pero lo cierto es que las últimas veces que lo he oído, ha soltado unos comentarios que me han parecido disparatados.
Uno de ellos fue cuando “le pidió” a Miguel Cotto que bajara a las 147 libras, para que así pudiera darse una pelea con Márquez.
“Qué lástima que Cotto no quiera bajar a las 147 libras porque es una pelea ideal”, se le citó a don Nacho en un artículo publicado por Salvador Rodríguez, de ESPN Digital.
Cotto, naturalmente, no ha bajado a las 147 libras desde que marcó 145 para su pelea con Pacquiao en 2009. Hace casi siete años.
Dudo mucho que se trate de que “no quiera” bajar, y que más bien se trate de que “no pueda” hacerlo.
Tal vez sería lo mismo que si se le ofreciera una pelea a Márquez con Vasyl Lomachenko en las 130 libras, y luego se cuestionara que el mexicano no quisiera bajar a ese peso, en el cual o ha peleado, de hecho, desde su segunda pelea con Pacquiao en 2008.
Pero la otra aseveración que me chocó del profesor fue cuando, recientemente, le entrevistaron en relación con la controversia que se ha desatado la apertura olímpica a los boxeadores profesionales, y él manifestó, en una entrevista publicada por el diario mexicano El Excelsior: “Tal vez ningún peleador profesional tenga oportunidad de ganarle a un amateur”.
Un comentario que resulta chocante porque, precisamente, la mayoría de los que se oponen a esa idea, expresa por el contrario el temor de que sería muy peligroso poner sobre un ring a curtidos gladiadores profesionales frente a jovencitos aficionados relativamente inexpertos.
Al explicar su opinión, Beristáin, quien también se opone a la profesionalización del boxeo aficionado, habló sobre lo diferentes que son ambas ramas.
“Un peleador profesional está acostumbrado a entrenar para recorrer la distancia (seis o más rounds), los amateurs pelean tres rounds a fondo, un boxeo muy rápido”, dijo.
Y agregó: “Las reglas del boxeo amateur son otras: el peleador no puede bajar la cabeza más allá del cinturón, porque es foul”.
De hecho, lo que ha venido ocurriendo en el boxeo aficionado mundial en los últimos años ha sido todo lo contrario: desaparecieron las caretas protectoras, se volvió a cambiar el sistema de votación para imitar nuevamente el sistema profesional de tres jueces, e incluso se han creado ligas semiprofesionales en las que los peleadores no pierden su aficionismo a pesar de que devengan dinero por sus peleas.
Y lo de aplicar advertencias o restar puntos por bajar la cabeza… también parece haber pasado a mejor vida.
No sé cómo ocurrirá en otros lugares, pero aquí, en Puerto Rico, cuando asisten a una cartelera de boxeo aficionado, los entrenadores más tradicionales apenas pueden reconocer el deporte que antes conocían: es difícil, sino imposible, ver a un peleador utilizando el boxeo clásico, con la guardia en alto, moviéndose y marcando puntos con el jab, ya que prácticamente todas las peleas son a puño limpio.
En fin, lo ocurrido la semana pasada en el preolímpico de Venezuela, última eliminatoria para las Olimpiadas de Río, comprobó que don Nacho estaba equivocado: a pesar de que la participación de profesionales se redujo considerablemente cuando la mayoría de los organismos profesionales anunciaron que quitarían títulos o borrarían de sus ‘rankings’ a aquellos que clasificaran para las Olimpiadas, dos peleadores de renombre consiguieron el pase olímpico: el tailandés Amnat Ruenroeng, un excampeón mosca de la FIB, y el camerunés Hassan N’Dam N’Jikam, exmonarca mediano interino de la OMB.
De paso, N’Jikam, quien como profesional tiene marca de 33-2 y 19 nocauts, aunque ya tenía asegurado el pase olímpico, en la final perdió ante el aficionado colombiano Juan Carlos Carrillo, en una pelea en la que, según se reseñó, ninguno quiso arriesgarse por tener ya asegurada la clasificación.
Y Carrillo, quien aunque es aficionado no es ningún nene puesto que en octubre cumplirá 24 años y en el 2010 obtuvo la medalla de playa en el Mundial Juvenil Aficionado, también había vencido en combates preliminares al serbio Petar Maukovic (14-0 y 13 nocauts como profesional) y al ucraniano Petru Ciubano (1-1 como profesional).
Moraleja: la época en que había peleadores -como Mike Tyson– a los que sin destacarse mucho en el aficionismo se les auguraba un gran futuro por tener un “estilo profesional” ya pasó hace bastante tiempo al irse borrando la diferencia entre los estilos.
Pero, claro, también es verdad que no todos los profesionales son buenos, ni todos los aficionados son jóvenes inexpertos.

 

El autor formó parte de la redacción deportiva de El Nuevo Día de 1981 a 2008 y es el autor de San-Tito, sobre la carrera de Tito Trinidad.
(ceuyoyi@hotmail.com).
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