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Lo más triste de todo lo triste…

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En las primarias del pasado domingo ganó el hijo de Pedro Rosselló y lo más triste de todo lo triste que ya de por sí es esto, es que la única otra alternativa tampoco hubiese sido una razón para el sosiego de buena parte de quienes vivimos -desde la incertidumbre- esta isla que va a la deriva, sin capitán ni marineros capaces de navegar la “tormenta perfecta” que desde hace tiempo nos azota.

Ganó el hijo de Pedro Rosselló y de lejos -en verdad a la distancia, porque no me gusta el olor- escucho la algarabía con la que sus partidarios celebran -desde la (in)conciencia adormecida por la demagogia- un “triunfo” que no plantea en lo absoluto un nuevo paradigma en la manera de hacer política en Puerto Rico, con un discurso cifrado en el ruego de una estadidad que -más allá de lo que un sector de la sociedad piense, prefiera, añore y esgrima como “ideal”- no es otra cosa que una de las ficciones más grandes de la historia de esta isla por varias razones, entre ellas -la más simple, la más poderosa- que los estadounidenses no la promoverán ni -menos aun- la permitirán.

¿Acaso no es esto evidente? ¿Acaso no es más que obvio que para Estados Unidos la realidad de Puerto Rico se ha convertido en una molesta piedra en el zapato? ¿Acaso comprender esto es tan complicado? ¿Acaso no es cuestión de sentido común entender que no basta con desear algo para que eso se materialice, que no se trata de desear la Loto para ganarla, que no se camina sobre las aguas porque así se declara, en fin, que lo imposible así se queda aunque diga que no el hijo del mesías y el muchacho baile ‘La Macarena’?

El pasado domingo ganó el hijo de Pedro Rosselló y lo más triste de todo lo triste también es que lo hizo fundamentalmente por eso, por ser “el hijo de” y no por su calibre innato, no por su carisma como líder, no por sus atributos como hombre de estado, no por su deslumbrante inteligencia, rasgos todos ellos que obviamente no posee y una verdad bastante incómoda, no solo para él, sino también para los que aquí vivimos, votemos o no.

Ganó el hijo de Pedro Rosselló, pero en realidad, ¿qué ganó Puerto Rico?

Nada cambiará para bien y lo más triste de todo lo triste -además de eso, de que ganó “el hijo de alguien”- es que para donde quiera que se mire las cosas no son muy diferentes, que desde la otra orilla también se maneja una formula desahuciada, entubada por todos los orificios posibles y cuya muerte tampoco se evitará, aunque se crea en la resurrección y en la vida eterna.

Esto -entre otras cosas- es lo más triste de todo lo triste que puede ser el momento que vivimos y que tiene como único antídoto el fluir, el hacer lo que mejor se sabe hacer, un día a la vez, sin pensar mucho en quién ganó las primarias, o en qué se regalan los candidatos, o si el manco fue o no fue.

Nada de esto me importa… y que esto para nada me importe en verdad que no es triste en lo absoluto.

marioalegreb@gmail.com

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