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El veneno de la desconsideración

Un policía estaba dirigiendo el tráfico. Ordenó a mi sección que se detuviera para que pudieran transitar quienes conducían por el lado contrario. Quedé al frente de la fila de automóviles. Desde allí pude presenciar un banal acto. Con una inquietante naturalidad, el oficial tiró basura en la carretera. El indignante evento que se manifestó frente a mis ojos, aún azota mi memoria como lo hace el sol de mediodía en la piel.

La ocasión me dejó sumamente alerta. Comencé a ser observador minucioso de mi entorno. Vi cómo un individuo dejó su basura en la mesa de una cafetería. Noté la cotidianidad con la que los desechos terminan más en la calle que en los zafacones. Viví de cerca la falta de consideración con la que no damos paso en la carretera. Miré, en fin, bajo el lente de la vergüenza, la sencillez con que podemos hacer que las cosas no funcionen. Descubrí que en nuestra sociedad está muy latente el veneno de la desconsideración.

Surgió en mí, como consecuencia, un deseo voraz de conocer qué funcionaría como un buen antídoto. Esa reflexión seguía latente en mi cabeza cuando en una de esas conversaciones espontáneas que se tienen a diario con desconocidos, alguien mencionó que el problema de Puerto Rico es que existe más amor por el dinero que por la Isla. La explicación del individuo derrumbó el primer dominó de la fila para entender que en Puerto Rico hace falta nacionalismo.

La Real Academia Española lo expone como un sentimiento fervoroso de pertenencia a una nación y de identificación con su realidad y con su historia. Ciertamente, el concepto crea una severa repugnancia en muchos círculos puertorriqueños.

Algunos lo interpretan como un sinónimo del independentismo radical. Otros lo miran con miedo porque, aunque sea absurdo, consideran que de aflorar un sentido de amor nacional, se esfumaría para siempre la ciudadanía estadounidense. Empero el nacionalismo, es un componente importante para la construcción de un mejor país y funciona como antídoto para el cianuro de la desconsideración.

El desarrollo de este, sin embargo, requiere conocimiento. El proceso de incrementar el amor al país propio funciona similar al de enamorarse de una persona. Tenemos que conocerla para amarla y, posteriormente, servirle y hacer sacrificios por ella.

Lamentablemente, el Departamento de Educación, uno de los pilares bajo el cual se supone que se fomente el conocimiento de nuestra historia, está colonizado. Pasa de generación en generación que Puerto Rico fue descubierto por los españoles, cuando los hechos demuestran un genocidio que eliminó 95% de la población taína. Se discute en el aula que fuimos un botín de la guerra hispanoamericana sin mostrar la humillación que esto representa. Los estudiantes aprenden a amar a otros países más que al suyo.

El veneno de la desconsideración nace en el desconocimiento que ocasiona nuestra condición colonial. Existe, sin embargo, un remedio casero para este mal. La pócima se encuentra en la descolonización del cerebro, a través del conocimiento histórico, que se convertirá en el amor real a Puerto Rico.

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