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Entre silenciar y no hablar de Bruno

En la vuelta de un año, Walt Disney Studios nos ha legado dos películas con grandes lecciones en el ámbito de la inteligencia emocional: Encanto y Luca. Ambos filmes animados, nominados a los Premios Oscar, que se llevarán a cabo esta noche, tienen un nombre en común: Bruno, representativo en las dos instancias de emociones importantes que tenemos que manejar en nuestro diario vivir.

En el caso de Luca, que fue la primera de estas dos producciones que se lanzó, trata de un jovencito que vive en el mar con su familia de criaturas marinas. Al explorar la superficie se da cuenta que, cuando está en tierra, se transforma en humano. De allí, comienzan las peripecias con su nuevo amigo Alberto, quien es de su misma especie, vive la mayor parte de su tiempo en tierra y es superaventurero.

El filme, que se desarrolla en las costas de la Riviera Italiana, relata a todo lo nuevo a lo que se enfrenta Luca: aventuras, convivencias, proyectos, ilusiones, los entuertos humanoides, en fin: cambios. De hecho, algunas de las aventuras propuestas por Alberto son aterrantes, como lanzarse de una pseudo vespa de construcción rústica por una pendiente. En ese momento de terror para Luca, su nuevo amigo le aconseja lo siguiente: “Conozco tu problema. Tienes a un Bruno en tu cabeza. Sí. A veces también me pasa: Alberto, no puedes. Alberto, te vas a morir. Alberto, no te metas eso en la boca. Luca, es simple. No escuches al estúpido de Bruno”. Por eso, cada vez que Luca encara una novedad que le provoca incertidumbre o miedito, exclama: Silenzio Bruno! (con acento italiano).

¿Qué significa silenciar a Bruno? Desde la perspectiva de la inteligencia emocional, se trata de la gestión de nuestras emociones y del balance emoción/razón. Claro, yo no me tiraría de una pendiente en un transporte inseguro. Sin embargo, la frase Silenzio Bruno! es metafórica de acallar aquellas emociones que nos paralizan y no nos permiten ejecutar una acción. Tal vez te ha pasado, que, en el momento de emprender un nuevo proyecto, una voz pertinaz interior te insiste: No puedes. No eres suficiente. Eres un impostor o una impostora. No sirves para nada. Nada te sale bien… (y estos tres puntos son para que incluyas las que pensaste tú). En fin, dejamos que esos pensamientos sobrecojan nuestro cuerpo y con ello, sentimos fisiológica, emocionalmente y psicológicamente la declaración de derrota y ¡la damos por cierta! Con toda seguridad, somos capaces o nos podemos capacitar, tenemos los talentos o podemos cultivarlos, pero Bruno (el miedo), nos inmoviliza. Me encanta esa acción de hablar con nosotros mismos para matizar nuestras emociones y para declarar proyectos, sueños y esperanzas.

En uno de mis libros preferidos Atrévete: Secretos del coaching para transformarte y expandirte, la psicóloga Lidia Bequer lo plantea de la siguiente forma: “El lenguaje es acción. Los seres humanos nos creamos y transformamos por medio del lenguaje e inventamos nuevas maneras de ser, dándole sentido a nuestra vida”.

“Adopta la actitud de quienes dejan de pensar en los obstáculos a vencer y enfócate en las conquistas a lograr y declara: ‘Yo estoy siendo una persona ganadora, que aprovecho el horizonte de posibilidades que me brinda la vida, disfruto cada experiencia, desarrollo mi potencial y alcanzo el logro que me propongo’… Te conviertes en lo que crees”, afirma.

Así que la próxima vez que pensamientos de derrota cubran tu hipocampo cerebral, dile con fuerza y en italiano Silenzio Bruno!

Gestionar nuestras emociones o silenciar a Bruno de declaraciones de derrota, no es lo mismo que reprimir nuestras emociones o “no hablar de Bruno”. Esto nos lleva a las lecciones que nos da la película Encanto, la que no tengo que presentar con detalle porque está en boca de todos. Especialmente la canción We Don’t Talk About Bruno, que destronó el himno infantil de Let It Go, de Frozen, y eso es mucho decir.

Este filme animado trata de los talentos obsequiados a la familia Madrigal. Al personaje principal, Mirabel, supuestamente, no le fue otorgado un don como a sus familiares que tenían fuerza, perfección, podían predecir el futuro, hablar con animales y hasta sanar, entre otros. Escribo ‘supuestamente’ porque es evidente que en su búsqueda de un misterio que hacía que su casa se derribaba, ella estaba sellada para un don mayor: la inteligencia emocional. “Con o sin don, soy tan especial como el resto de mi familia”, expresaba la jovencita, estableciendo así un sólido autoconcepto, sazonado de empatía.

De Mirabel y toda su familia, hay muchas lecciones que aplican al manejo emocional, mas me concentraré en Bruno. Él predecía el futuro, y por unos alegados desaciertos, se aisló de la familia (y la familia de él). Como se diría en la cultura popular contemporánea: ¡lo cancelaron! Y es que las emociones no podemos cancelarlas, debemos manejarlas. La supresión emocional (o no hablar de Bruno) provocará más dolor que, eventualmente, se manifestará física, emocional o psicológicamente. Posibles efectos pueden incluir ansiedad, depresión, estrés, en el espectro mental; y hasta el desarrollo de otras enfermedades.

Me gusta como lo explican en el portal de Effectus Fishman Consultores: “Algo así como lo que pasa con los terremotos. Cuando las placas intercontinentales se movilizan, van generando una presión. Si la presión se expresa, se genera una energía controlable. Pero si las placas se van moviendo y no hay pequeños desplazamientos, la presión aumenta y puede ocurrir un terremoto.  Muchas veces las personas van cargando sus emociones, suprimiendo su expresión hasta que explotan en un terremoto emocional”.

Eso estaba pasando con la casa de la familia de los Madrigal, entre no hablar de Bruno; y las otras situaciones emocionales acumuladas, la casa estaba colapsando estructuralmente como símbolo del colapso emocional.

¡Qué bueno que los Brunos nos permiten abrir el espacio para discutir la importancia del manejo emocional! Tendremos situaciones que las voces internas tratarán de amilanarnos y decirnos que no somos suficientes. Es allí que declaramos Silenzio Bruno!, para enfocarnos en la posibilidad de nuestros proyectos. Puede que en el camino nos frustremos con nosotros mismos o con las voces detractoras externas. Ese es el momento de buscar soluciones, algunas veces lo podemos hacer solos con las herramientas que nos brindan los modelos de inteligencia emocional. En otras ocasiones, necesitaremos ayuda, ya sea de una amistad, de algún familiar, de un consejero espiritual o de algún profesional de la salud mental. En esos momentos, hablar sobre Bruno será una estrategia del anhelado balance emocional. Conversemos con Bruno (nuestras emociones) para que sea un ente facilitador, fuerza de movimiento, acción, creatividad, declaración de esperanza, y multiplicador de inteligencia emocional.

Arte Kaliany Serrano Viera

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